En una América Latina
impactada por las tendencias contractivas actuales de la economía mundial está
recrudeciendo el debate sobre si seguir profundizando los caminos de la
inclusión, o volver hacia atrás y aplicar las recetas pregonadas por los
poderosos que alegan ser “infalibles”.
Bernardo Kliksberg * / Página12 (Argentina)
Exabruptos sociales
De acuerdo con un informe
de la ONU, el crecimiento continuo de las desigualdades no sólo es
“intrínsecamente injusto”, sino que afecta “la calidad de las relaciones”. En
un mundo donde un 1 por ciento de la población está llegando a concentrar casi
el 50 por ciento del producto bruto mundial, y el 50 por ciento tiene menos del
1 por ciento, florecen las coartadas para justificar el statu quo y los
exabruptos sociales.
Goleman llama la atención
sobre la tendencia a deshumanizar las relaciones. Observa estadísticamente que
es típico que si en una conversación entre muy ricos hay alguien de un estrato
social bajo es como si fuera invisible para el grupo; las conversaciones son a
través de él, como si no existiera. Si llega a opinar, nadie se hará eco o le
contestará.
Goode (Universidad de
Nueva York) dice que hay en el sistema económico “una carrera por mayor y mayor
acumulación, que ha dejado las virtudes cristianas a un lado, intercambiándolas
por una moralidad social moderna que proclama ‘yo merezco todo lo que pueda
adquirir’”.
En Estados Unidos, la
gran mayoría de los sectores de opinión denuncia el “greed” como el gran
peligro público. Significa “codicia avariciosa”, sin límites, y se expresa en
lo que Obama llamó “la especulación desenfrenada”. A su cabeza están los fondos
buitre. Algunos de los que se lanzaron ávidamente contra la Argentina están
tratando ahora de hacer ganancias bajando el precio de las acciones de
Petrobras de Brasil.
La deshumanización del
otro y la codicia avariciosa llevan a sus actores a una reclusión en un mundo
artificial, desconectado de la gente real del 99 por ciento, y con frecuencia
creciente producen explosiones de ira y soberbia social.
Entre otras, después de
la gran crisis del 2008/9 que derrumbó la economía norteamericana y causó
graves daños a la economía mundial, en un ataque a las medidas regulatorias, el
presidente de uno de los principales fondos de inversión señaló que era una
guerra de Obama contra los empresarios similar a la invasión de Polonia por
Hitler.
En la nueva ley de
presupuesto de EE.UU. se suprimieron los requerimientos que se habían
conseguido para que ante el grave problema de la obesidad infantil los menúes
escolares financiados por el Estado fueran saludables. La asociación que
representa a los directores de “cafeterías”, que es financiada por empresas
alimentarias, saludó su eliminación con el increíble argumento de que “los
estándares más bajos de sal son extremadamente difíciles de alcanzar y que el
gobierno tiene que hacer más investigación antes de obligar a las escuelas a
hacer cambios tan costosos”.
La hija del presidente de
Korean Air Lines, vicepresidenta de la compañía, viajaba en un avión de la
empresa en ruta de despegue. Como le sirvieron nueces en un recipiente que no
le gustó, insultó e increpó al personal, hizo arrodillar y pedir perdón al jefe
de servicio, lo golpeó con una carpeta de documentos e hizo que el avión retornara
con todos los pasajeros, para echarlo. El Sr.Park Chang-jin declaró: “Ud. no
puede entender la humillación que he sufrido si no la experimenta por sí
mismo”.
No fue un caso aislado.
Diversos medios señalaron que son comportamientos comunes en las familias
propietarias de grandes grupos económicos. Dice The New York Times que “sus
líderes tienen la reputación de practicar conductas imperiales y tratar a sus
empleados como sujetos feudales”. No sólo en el Norte o en Asia el 1 por ciento
se desata. En Brasil fueron muy especiales las reacciones de la dinastía
Sarney, casi dueña del Estado de Maranhao, al perder por primera vez en 2014
las elecciones para gobernador. Es el penúltimo estadio en desarrollo humano,
según la tabla del PNUD, al mismo tiempo que la dinastía acumuló riquezas en
gran escala y compró casi todos los medios, los servicios públicos son
terribles según la mayoría de las evaluaciones. Sarney alegó que “el índice de
desarrollo humano fue creado como una estrategia de los países imperialistas
para hablar mal de Brasil y peor de Maranhao”. En realidad, fue creado por un
prominente economista tercermundista y Amartya Sen, y sus primeros informes
fueron impugnados por los sectores más conservadores del mundo, que presionaron
por su supresión.
En todos los episodios
mencionados hay una línea en común: el otro no importa y los muy poderosos
suponen que su impunidad es absoluta.
La descalificación de los apoyos a los pobres
La actitud de actuar como
los “amos del universo” de sectores del 1 por ciento, pasando por encima de los
cuestionamientos y racionalizando la legitimidad de sus practicas
acumulatorias, tiene otra cara: el desprestigio sistemático de los programas
sociales. Repiten “es asistencialismo”, “fomentan la indolencia”, “los que reciben
el subsidio dejarán de buscar trabajo”.
Una reciente
investigación (Kleven, The NYT) sobre los países líderes en subsidios a la
población, los escandinavos, lleva a conclusiones opuestas.
Hay en ellos un amplio
sistema de beneficios y una elevada presión fiscal. Según la ortodoxia
económica, si los ciudadanos reciben mucho del Estado y además pagan altos
impuestos deberían tener poco interés en trabajar.
Son en cambio los países
con mayor población trabajando, más del 80 por ciento.
En Noruega, Suecia y
Dinamarca estimulan el ingreso al trabajo programas como la atención subsidiada
para el cuidado de los niños, las generosas políticas de vacaciones por
enfermedad que permiten a los padres tomar días para cuidar a niños enfermos,
el transporte público subsidiado, barato y accesible, y las amplias facilidades
de entrenamiento gratuito.
Contra la suposición
neoliberal, la investigación mostró que hay una robusta correlación entre lo
que los países gastan en subsidios como éstos y el porcentaje de la población
que trabaja.
En otro contexto
diferente, los programas compensatorios difundidos en América latina,
encabezados por Bolsa Familia en Brasil (más de 50 millones de beneficiarios),
y la Asignación Universal por Hijo en Argentina (3.500.000 de niños pobres
favorecidos), no han producido “indolencia”, “pereza”, “abandono del trabajo”,
sino lo contrario: han creado condiciones mejores para la integración al
mercado laboral. Así, en Bolsa Familia y en Asignación Universal, los
beneficiarios trabajaban antes de recibir el subsidio, pero vendían su trabajo
muy barato, por su desesperada necesidad de supervivencia. Al garantizarles el
programa un ingreso mínimo estable, y la escolaridad y atención de salud de sus
hijos, subieron sus posibilidades de buscar trabajos mejores y capacitarse para
tener más empleabilidad.
En una América Latina
impactada por las tendencias contractivas actuales de la economía mundial está
recrudeciendo el debate sobre si seguir profundizando los caminos de la
inclusión, o volver hacia atrás y aplicar las recetas pregonadas por los
poderosos que alegan ser “infalibles”.
El teórico de la economía
de mercado, Adam Smith, prevenía crudamente contra esta tendencia y sus
implicancias éticas. Escribió: “La disposición a admirar y casi idolatrar a los
ricos y poderosos y despreciar a las personas de condición pobre y humilde es
la más grande causa de corrupción de nuestros sentimientos morales”.
* Director del Programa
Internacional de formación “Jóvenes del Unasur por una economía social y la
integración regional” (UBA/FCE-CAF).
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