El ecocidio se puede
definir como la aplicación sistemática de medidas encaminadas a destruir un
ecosistema y la vida humana. Se ha acelerado a causa de la globalización del
capital. Desde el punto de vista de la bioética, se podría tipificar como un
crimen.
Fander Falconi / El Telégrafo (Ecuador)
La guerra de Vietnam es
el origen del ecocidio, como se desprende del libro del historiador
norteamericano David Zierler The
Invention of Ecocide: Agent Orange, Vietnam, and the Scientists Who Changed the
Way We Think About the Environment (La invención del ecocidio, el agente
naranja, Vietnam, y los científicos que cambiaron nuestra forma de pensar
acerca del medio ambiente, University of Georgia Press, 2011).
El ‘agente naranja’, un
poderoso herbicida y defoliante, fue utilizado por Estados Unidos durante la
guerra de Vietnam. Su uso provocó la pérdida de miles de vidas humanas,
deformaciones genéticas y una irreparable destrucción de ecosistemas. Otros
ejemplos de ecocidio podrían ser: los derrames petroleros persistentes y
encubiertos en zonas con alta diversidad cultural y biológica provocados por
las empresas transnacionales, como Chevron-Texaco en el caso de la Amazonía
ecuatoriana, la deforestación masiva, la pérdida de especies.
En tiempos más
recientes, Polly Higgins (una abogada de Londres) impulsa un tratado
internacional sobre el tema. Higgings explica el ecocidio como: “el daño
extenso, la destrucción o pérdida de los ecosistemas de un territorio
determinado, ya sea por la acción humana o por otras causas, a tal punto que el
disfrute pacífico de los habitantes de ese territorio ha sido o se verá
seriamente disminuido”. Higgins es autora de varios libros importantes, como Eradicating Ecocide y I Dare You To Be Great (Te desafío a ser
grande).
¿Estamos frente a un
ecocidio global? La civilización occidental capitalista, extendida a todo el
planeta en el momento histórico de la globalización neoliberal, nos está
conduciendo a un evento de extinción masiva. Lo peculiar de la crisis reinante
es su dimensión planetaria; su síntoma más evidente se encuentra en el cambio
climático y en el calentamiento global, que es una amenaza común a todas las
civilizaciones que habitan en el mundo actual.
En 2007, Edward O.
Wilson, biólogo y entomólogo estadounidense y uno de los más grandes
científicos actuales, afirmó, durante una rueda de prensa, que la creciente e
insostenible actividad del ser humano ha desencadenado un nuevo ‘cataclismo’
que, de no poner remedio, provocará la extinción de gran parte de la megafauna
del mundo. Solo el calentamiento global, alerta el profesor Wilson, podría
causar la extinción de una cuarta parte de las especies animales y vegetales de
la Tierra hacia mediados del siglo XXI.
¿Nos encaminamos
inexorablemente hacia la destrucción? Podría haber otros modelos de
civilización armoniosos y respetuosos de la naturaleza, capaces de evitar,
sistemáticamente, la aceleración antrópica de la extinción. Hoy por hoy,
parecería una utopía. En todo caso, lo que necesitamos es, además de un cambio
de conducta, modificar la lógica de la acumulación capitalista. Esto
constituiría un real freno al ecocidio.
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