Estados Unidos eligió
un mal camino para llegar a Panamá. Lo que prometía ser una reunión en un clima
de respeto, paz y concordia en la que por primera vez en la historia participaremos todos, se ha transformado en un
nuevo affaire en la búsqueda del conflicto y la desintegración.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Aunque los presidentes
de Estados Unidos nos tienen acostumbrados a la prepotencia y la soberbia,
Barack Obama ha agregado a esos “atributos” la desfachatez más insólita. Uno no
llega a comprender si esta “honestidad desbordante” es una expresión de
realismo político o una afirmación de lamentable desesperación ante los
contundentes golpes que ha estado recibiendo tanto en su país como en el
exterior.
Al dramático
reconocimiento de que la política de 55 años de su país contra Cuba había
fracasado, por lo que según él, se debe seguir buscando a través de otros
medios y con otros instrumentos, el objetivo de derrocar el sistema político de
la isla, ha añadido ahora la aceptación pública de algo que todo el
mundo sabía. El presidente
estadounidense confesó que la decisión de invadir Irak en 2003 supuso el origen
del grupo terrorista Estado Islámico (EI). Obama afirmó -en una entrevista
concedida al canal de noticias norteamericano Vice News- que el EI “es una
consecuencia directa de Al-Qaeda en Irak, surgida como resultado de nuestra
invasión” durante el gobierno de George Bush.
Sólo unos días después,
volvió a estremecer los medios de información internacional cuando admitió que debió haber cerrado el penal de
Guantánamo nada más al llegar a la Casa
Blanca en 2009 cuando parecía haber consenso con la oposición republicana sobre
su clausura. Dijo que no lo hizo “porque en ese momento teníamos un acuerdo
bipartidista de que Guantánamo debía cerrarse. Pensé que teníamos un consenso y
que lo haríamos sosegadamente”, explicó el mandatario.
Da mucho temor
constatar que el presidente del país más poderoso del mundo “piense cosas” que
no están apegadas a la realidad y que sea tan inocente para caer en la celada
de los congresistas republicanos, quienes según él le prometieron algo que no
cumplieron cuando estaban en minoría y por tanto débiles. Hoy la situación ha
cambiado, el partido republicano es mayoría en ambas cámaras y desde esa posición de fuerza está imponiendo
la agenda internacional, mientras da la impresión que al presidente no le queda
nada más que constatar los errores del pasado. Si se le diera el beneficio de
la duda y se aceptara que ambas decisiones se originaron en su antecesor
republicano, ¿qué explicación puede tener su decreto ejecutivo del 9 de marzo
en el que caracteriza a Venezuela como una amenaza para la seguridad de Estados
Unidos?
Pareciera también que
no hay coherencia en la política exterior de ese país vistas las
contradictorias decisiones respecto de Cuba y Venezuela tomadas con solo un día
de diferencia en diciembre del año pasado. Me permito suponer que tal
incoherencia no se sustenta en visiones distantes sobre política exterior entre
los dos partidos de Estados Unidos, sino en la adelantada confrontación interna
que se comienza a visualizar de cara a las próximas elecciones presidenciales,
en momentos en que los republicanos responsabilizan a Obama de la pérdida de
liderazgo de Estados Unidos en el tablero mundial. El trasfondo, refleja la impotencia ante la
incidencia de China, Rusia y los BRICS como potencias emergentes que
manifiestan, mayor capacidad de decisión en la problemática global con el paso
de los días, así como la debilidad del dólar que cada vez pierde más espacio
en las transacciones económicas y financieras en el planeta.
Esta lógica comienza a
funcionar respecto de la confrontación planteada por la administración
estadounidense contra Venezuela. Ello se puede deducir de la exposición de
Michael Fitzpatrick, representante interino de Estados Unidos ante la OEA, en
la que explicó que la Orden Ejecutiva del Presidente Obama no pretende golpear
ni a Venezuela ni a su pueblo. Afirmó que “El lenguaje de esta Orden se ha
sacado de contexto”. Dijo que quería dejar muy en claro “que Estados Unidos no
está preparando una agresión militar” ratificando que “no estamos preparando un
golpe ni estamos en una conspiración”.
Tres negaciones en una
oración generan sospecha, sobre todo cuando se recuerda el prontuario de
mentiras del gobierno de Estados Unidos. Regularmente le digo a mis alumnos que
expresen sus ideas a través de afirmaciones, cuando se niega para tratar de
aseverar algo, es porque se tiene carencia en el manejo del lenguaje o porque
se quiere esconder un objetivo real.
De todas maneras,
Fitzpatrick afirmó que las órdenes ejecutivas están sustentadas en una ley de
1977 “que le da poderes al Presidente para aplicar sanciones económicas y que
se ha usado de manera rutinaria desde entonces” y que en este momento existen
26 de ellas que pesan sobre distintos países. ¿Qué quiso decir el funcionario
estadounidense? ¿Qué los venezolanos no nos debemos sentir predilectos por ese
“privilegio” que concede el gobierno de Estados Unidos? Pareciera que para
Estados Unidos, la desvergüenza no tiene límites.
El representante de
Estados Unidos en la OEA remató su intervención rememorando que las órdenes
ejecutivas se usan para luchar contra el crimen organizado en todo el mundo y
que países como Colombia y México “antes han agradecido órdenes ejecutivas
similares pues ellas los han ayudado a combatir flagelos como el narcotráfico”.
Aunque la soberanía es un principio fundamental del derecho internacional,
cualquier país lo puede interpretar como le parezca. No es de extrañar que gobiernos
de Colombia o México hayan aceptado que se viole la propia, pero ello no impide
afirmar como valido que tal principio sea vulnerado por una ley unilateral
dictada por el gobierno de una potencia extranjera.
Vistas así las cosas, se podría entender que la Casa
Blanca esté desarrollando una política exterior a partir
de la práctica del “ensayo y error”. En el caso que discutimos, el gobierno de
Estados Unidos vuelve a dar golpes a ciegas y nuevamente recibe una contundente
respuesta mundial y sobre todo regional
objetando sus propósitos. Celac impugnó por unanimidad de sus 33
miembros la Orden Ejecutiva de Estados Unidos. Por su parte Unasur, en una
declaración hecha el 14 de marzo reiteró su firme rechazo, -también por
unanimidad- a “estas medidas coercitivas que no contribuyen a la paz, la
estabilidad y la democracia en nuestra región” y exigieron al presidente Obama
derogar su orden ejecutiva contra Venezuela. Así mismo, la Alba rechazó “la
Orden Ejecutiva emitida el 9 de marzo de 2015 por el Gobierno de Estados Unidos
de América “ y la calificó de
“injustificada e injusta” caracterizándola como “ una amenaza de
interferencia contra el principio de soberanía y el principio de no
intervención en los asuntos internos de los Estados”. El Movimiento de Países
No Alineados conformado por 130 de los 193 miembros de la ONU condenó
categóricamente la aplicación de medidas unilaterales por parte del gobierno de
Estados Unidos contra Venezuela expresando su solidaridad y respaldo al pueblo venezolano. Hasta en la
reunión de la OEA, varios países tomaron la palabra para reiterar que el único
camino para solucionar las diferencias es el diálogo, como lo propugna el
gobierno venezolano.
A esto se han sumado
multitudinarias marchas y concentraciones de apoyo en muchos lugares del mundo:
Perú, Argentina, Canadá, Túnez, Puerto Rico, Ecuador, Palestina, Nicaragua y
Paraguay entre otros, declaraciones de amistad con el pueblo y gobierno de
Venezuela de gobiernos, como los de China, Rusia, Argentina, Cuba, cientos de organizaciones
populares y sociales, partidos políticos, personalidades del arte y la cultura
y luchadores por los derechos humanos se han manifestado en solidaridad con
Venezuela,
El gobierno de Estados
Unidos acusó el golpe ante el impacto multitudinario de apoyo a Venezuela.
Fizpatrick se vio obligado en la OEA a decir que su gobierno aceptaba el
diálogo con Caracas, pero un funcionario de rango superior el subsecretario
adjunto para América Latina del Departamento de Estado, Alex Lee, durante una
audiencia celebrada en el Subcomité de Asuntos para Latinoamérica del Senado
estadounidense dedicada a analizar la situación de Venezuela informó que “La
crisis que atraviesa Venezuela será una de las prioridades del presidente de
Estados Unidos, Barack Obama, en la Cumbre de las Américas que se celebrará en
Panamá el mes próximo, donde instará a sus socios latinoamericanos a promover
la máxima transparencia en el proceso electoral venezolano de este año”.
Es decir que el
Departamento de Estado pretende utilizar la Cumbre de Panamá para debatir sobre
un tema interno de Venezuela. Nuestro país no tiene que discutir sobre sus
elecciones parlamentarias con ninguno otro. Ellas están ajustadas a la
Constitución y reguladas por el Consejo Nacional Electoral, que es un poder
autónomo del Estado. Será el poder electoral quien decida a quien invita como
observador en las elecciones. Ni la OEA, ni Estados Unidos tienen calidad moral
para ello. Bienvenidos los países hermanos de Celac y Unasur. A nadie se le
ocurriría debatir en la Cumbre sobre el antidemocrático método estadounidense
de elegir a su presidente. Es un problema interno de Estados Unidos y así debe
ser entendido.
El objetivo es claro,
Obama intenta polarizar la Cumbre. Parafraseando a su hoy repudiado antecesor,
intenta crear un nuevo paradigma “O están con nosotros o están con Venezuela”.
El propósito es evidente. Su diplomacia lo está preparando. Así lo atestiguan
las reuniones del vicepresidente Biden con
Caricom y los países del Triángulo del Norte. Incluso su último intento
de amedrentamiento será el 9 de abril, día previo a la Cumbre, cuando el
presidente Obama se reúna en Jamaica con los países de Caricom. Ese es
precisamente el objetivo ulterior de la agresión a Venezuela, una polarización
que conduzca al quiebre de los mecanismos de integración regional que han ido
adquiriendo fuerza y autonomía en la toma de decisiones, al alejarse de la
tradicional imposición hegemónica que Estados Unidos estableció por casi 200
años.
Venezuela y América
Latina y el Caribe deben impedir eso, ampliando la agenda. Otros temas de
interés regional deben ser discutidos: el fin del bloqueo a Cuba, la
desmilitarización con armas nucleares de las Malvinas, la independencia de
Puerto Rico, la aprobación por parte de Estados Unidos de una política
migratoria basada en la defensa de los derechos humanos, el cierre de la ilegal
cárcel de Guantánamo, el apoyo irrestricto a las conversaciones de paz en
Colombia y, por supuesto la derogación de la orden Ejecutiva del 9 de marzo,
entre otros.
Estados Unidos eligió
un mal camino para llegar a Panamá. Lo que prometía ser una reunión en un clima
de respeto, paz y concordia en la que por primera vez en la historia participaremos todos, se ha transformado en un
nuevo affaire en la búsqueda del conflicto y la desintegración. El 11 de abril
es una fecha oscura en la historia de Venezuela, cuando en 2002 las fuerzas del
mal pretendieron imponerse. Indudablemente, el 11 de abril de 2015 servirá como
homenaje a la memoria del Libertador cuando en la tierra donde convocó al
Congreso Anfictiónico de unidad regional en 1826, Latinoamérica y el Caribe
refrenden su apuesta de paz y de futuro, incluso, a pesar de las zancadillas
imperiales.
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