Una cosa es ver el crimen -en las
noticias televisadas- perpetuado contra indefensos jóvenes afroamericanos, y
otra cosa es ser testigo presencial del más grosero uso de la fuerza en contra
de personas desarmadas e inocentes , sin que su derecho a la presunción de la
inocencia sea considerado en conformidad con lo estipulado en el art. 11 de la
Declaratoria Universal de los Derechos Humanos.
José Toledo
Alcalde / Especial para Con Nuestra América
Desde Estados Unidos
"El ángel caído", de Josep Renaud. |
Asistimos en los últimos días al
desgarro de las vestiduras de los así conocidos defensores de los Derechos
Humanos y en particular frente a la orden ejecutiva de los EEUU donde declara a
Venezuela como amenaza para el pueblo norteamericano. Los extremos van desde infames
opiniones de opositores venezolanos que manifiestan su apoyo a una posible
intervención norteamericana hasta quienes desean cubrir el sol con un dedo evitando
analizar la creciente presencia militar
norteamericana en casos concretos como la Republica del Perú con la resolución
del Congreso que permite el ingreso de marines
norteamericano en número superior a 3200 o los entrenamientos de 1200 marines en Puerto Rico supuestamente en el
caso de posible desastre natural. En este contexto de desenfreno expansionista
en búsqueda de botines de guerra, posicionamiento geoestratégico y de intenso
movimiento militar, se intenta “torcer el brazo” al gobierno democrático de la
Republica Bolivariana de Venezuela, mientras son los derechos humanos aquellos
que son torcidos diariamente en las calles del país de la libertad.
Resumiré el tema desde una experiencia
personal sucedida hace unos días en la cuna del Partido Pantera Negra
(en inglés Black Panther Party) y
de un número importante de activistas por los derechos humanos y sociales del
pueblo Afroamericano residente en los EE.UU, me refiero a la ciudad de Oakland,
California. Dicho sea de paso, coincidente la fecha en donde se cumple un aniversario
más del cruento asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero en manos del
Escuadrón de la Muerte brazo paramilitar patrocinado y amparado por el gobierno
del presidente Arturo Armando Molina miembro del partido Arena de Roberto
D’Abuisson autor intelectual del asesinato de Monseñor Romero.[1]
Una cosa es ver el crimen -en las
noticias televisadas- perpetuado contra indefensos jóvenes afroamericanos y
otra cosa es ser testigo presencial del más grosero uso de la fuerza en contra
de personas desarmadas e inocentes sin que su derecho a la presunción de la
inocencia sea considerado en conformidad con lo estipulado en el art. 11 de la
Declaratoria Universal de los Derechos Humanos: “Toda persona acusada de delito
tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su
culpabilidad, conforme a la ley y en un juicio público en el que se le hayan
asegurado todas las garantías necesarias a su defensa”.
Martes
24, 2015
6:20 pm Escucho la sirena de un
patrullero, fueron dos señales como deteniendo un coche en circulación. Salgo
por la ventana del lugar donde me encontraba y veo a dos policías descender de
la unidad policial. Hombre y mujer, ella en el lugar el conductor y él en el
del copiloto. Ella de rasgos afroamericanos y él asiáticos. Inmediatamente los
efectivos policiales se dirigieron por ambos lados de las puertas delanteras,
como es de costumbre.
6:23 pm Piden la documentación a las
dos personas que se encontraban en el interior. Al momento de intentar retirar
la documentación de la guantera la persona ubicada al lado del copiloto el
efectivo policial saca inmediatamente su arma, sin llegar a señalar al interior
del automóvil, se percibió una extrema tensión de parte de los policías.
6:26 pm Le señalan que abandonen el
auto inmediatamente. Para sorpresa de las personas que estábamos observando
vimos que en cuestión de segundos ambos policías colocaron los grilletes
agresivamente a los 2 jóvenes afroamericanos, promedio de edad 23-25 años.
6:29 pm Los conducen al interior el
vehículo policial, la policía se quedó con ambos al interior, mientras que el
otro efectivo se dirigió al interior del auto detenido.
6:32 pm El policía, desprovisto de
guantes, y en actitud prepotente obviamente, ingreso al vehículo, volteo los
asientos, reviso los teléfonos celulares de los jóvenes. En el asiento trasero
había una caja cerrada con cinta adhesiva, dicha caja fue revisada en su
totalidad, sacando todo lo que contenía. Por la actitud del afectivo policial
parecía estar seguro de que al interior del coche existía alguna prueba de crimen:
posesión de droga, arma o cualquier elemento incriminatorio.
6:42 pm La frenética búsqueda siguió realizada
en la maletera del coche sin encontrar nada. De inmediato vimos acercarse a una
joven afroamericana, en apariencia, cercana a los jóvenes detenidos. Ella preguntó
al efectivo que pasó y este respondió: “Todo está bien, terminamos en unos
segundos….”
6:46 pm Los policías ordenan a los
jóvenes abandonar el vehículo policial, les retiran los grilletes y les hacen
una nota de multa por no poseer licencia de conducir. Uno de los jóvenes
ingresa a su coche y retira la caja destruida ensenándolo al policía: “aquí
están mis zapatos nuevos que acabo de comprarme por setenta dólares…” y el
policía respondió “wow…tantooooo” como si nada hubiese pasado.
6:50 pm Se retiran los policías y le
pregunto a uno de los jóvenes el por qué de la detención. Me respondió: “Salíamos
de trabajar y no pusimos la luz para voltear y nos detuvo…solo eso fue, una infracción
de señal y nos trató así….eso es porque soy negro….y eso me DUELE, DUELE”, llevándose
las manos al pecho. Impávidos le dijimos: lo sentimos mucho, con todo el
sentimiento de impotencia que ustedes se puedan imaginar. El joven se puso a
correr.
En media hora de violencia estos
jóvenes fueron violados los derechos de estos jóvenes. Tratados como peligrosos
criminales por no haber colocado la luz direccional. Los efectivos policiales
una vez más asumieron que eran delincuentes, que portaban armas o drogas y que
eran una amenaza para la “seguridad ciudadana”. Los ataron con grilletes, no
les leyeron sus derechos, fueron detenidos sin prueba, se violento sus
pertenencias, fueron sus derechos vejados y por suerte no acabaron como en
Ferguson o Madison.
Que rara ideopatología el creerse
defensores de los derechos humanos violándolos al mismo tiempo tiempo que se
dice defenderlos. En su intervención de menos de media hora el embajador de los
EEUU, Michael J. Fitzpatric, cometió tanto o más abusos de aquellos que
presenciamos el día de hoy al
descaradamente llenar el tiempo de una serie de falacias. El concierto
que justificaba la conspiración golpista en contra de Venezuela fue desbordado
con todo desparpajo señalando que los EE.UU querían que Venezuela vuelva al
camino de la democracia y la prosperidad.
Es así, con este mismo descaro que se manosea vocablos como Derechos Humanos,
Democracia o Libertad que se violenta cada media hora en las calles
norteamericanas a un afroamericano por el hecho de ser pobre y
afro-descendiente.
Así como Monseñor Romero, Venezuela y
estos jóvenes afroamericanos, para el sistema autocalificado como la democracia
modelo y el país de las libertades, quebrantar todo principio que defienda la
vida y los derechos fundamentales de todo ser humano es una práctica regular
convertida en confesión de fe, constitución de moralidad; son estructuras de pensamiento
y gobernabilidad en donde la violencia se convirtió en signo de paz, el abuso
en habilidad profesional, el saqueo en defensa de la soberanía y la violencia
institucionalizada en sistema democrático y orden constitucional. Solo una
revolución profundamente radical podría revertir estas retorcidas y anquilosadas
estructuras de poder, de allí el hecho de ser considerada una amenaza para el
statu quo el Bolivarianismo
Latinoamericano y Caribeño.
Entonces, desde esta trinchera nos
permitimos decirles a los representantes del pensamiento único, el destino manifiesto,
la lógica de la inhumana acumulación y de la sistemática conspiración golpista
en contra del proyecto Bolivariano y Chavista: ahora háblame de Derechos Humanos, Democracia y Libertad y yo te diré
lo que vivo en las calles del país en donde la libertad se convirtió en
estatua.
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