La pugna ideológica en el seno de
la Iglesia Católica ha sido una constante en América Latina, incluso desde los
tiempos de la Colonia (recuérdese la agria disputa entre Bartolomé de las Casas
y Ginés de Sepúlveda). Uno de quienes tanto la sufrió, monseñor Pedro
Casaldáliga, quien inmediatamente después del asesinato de Romero escribió para
él un poema en el que le llama San Romero de América, supo reconocer el
carácter popular del reconocimiento de Romero como un santo católico.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Monseñor Oscar Arnulfo Romero |
Jon Sobrino, jesuita catalán
otrora estrecho colaborador de Monseñor Romero, dice que: “A diferencia, por
ejemplo, con lo ocurrido con la madre Teresa de Calcuta --acogida y venerada
por Iglesias y gobiernos–- Monseñor Romero no fue bien visto, en general, por
la jerarquía eclesiástica”.
Eso no ha sucedido solamente con
el proceso de canonización que dentro un par de meses concluirá positivamente.
En vida, la Conferencia Episcopal salvadoreña no solo se opuso sino actuó, en
medio de las terribles condiciones de represión que vivía el pueblo
salvadoreño, abiertamente en contra suya.
Cuando Romero publicó su tercera
carta pastoral sobre “La Iglesia y las organizaciones populares”, los otros
cuatro obispos de la Conferencia hicieron público un mensaje oponiéndose, y no
asistieron a su entierro después que fuera vilmente asesinado por la ultraderecha
salvadoreña.
Años más tarde, ante la visita a
El Salvador del papa Juan Pablo II en 1996, cuando este preguntó a los obispos
qué pensaban de la canonización de Monseñor, el entonces presidente de la
Conferencia Episcopal respondió que Romero había sido responsable de 70,000
muertos.
Como es ya bien conocido, Romero
visitó El Vaticano e intentó reunirse con ese mismo papa, pero no solo no logró
una audiencia sino que, además, fue rechazado por el pontífice y reconvenido
públicamente para que dejara de crear problemas con el gobierno.
¿Qué otra cosa podía esperarse de
un papa que, en ese mismo periplo en el que consultó con los obispos
salvadoreños, ante el ruego de madres nicaragüenses mientras leía su discurso
público en Managua, para que dijera unas palabras por sus hijos muertos en la
guerra con la contra, no supo sino regañarlas y llamarlas a la obediencia, tal
como unas horas antes había hecho con Ernesto Cardenal, a la sazón ministro de
cultura del gobierno sandinista?
Ahora, cuando su beatificación es
eminente gracias al desbloqueo de su causa por parte del papa Francisco, el
Vaticano ha reconocido que desde algunos sectores se intentó denigrar a
monseñor Romero tildándole de “desequilibrado”, “marxista” o “títere de la
teología de la liberación”.
El arzobispo italiano Vincenzo
Paglia, actual presidente del Consejo Pontificio de la Familia, postulador de
la causa de beatificación de Romero reconoció, en febrero pasado, las numerosas
trabas que sufrió el proceso, y lo decisivo que fue el desbloqueo del “papa
latinoamericano”, sin el cual la próxima beatificación habría sido imposible.
Entre los enemigos de Romero
dentro del Vaticano figuran dos influyentes cardenales, los colombianos Alfonso
López Trujillo, ya fallecido y conocido por sus posiciones ultraconservadoras,
y Darío Castrillón Hoyos, jubilado, los cuales ocupaban en la década del 90
importantes cargos en la curia romana.
Andrea Riccardi, fundador de la
comunidad de San Egidio, el movimiento católico que apoyó y financió la causa
de Romero, dijo al respecto que “López Trujillo temía que la beatificación de
Romero se transformara en la canonización de la Teología de la Liberación”.
La pugna ideológica en el seno de
la Iglesia Católica ha sido una constante en América Latina, incluso desde los
tiempos de la Colonia (recuérdese la agria disputa entre Bartolomé de las Casas
y Ginés de Sepúlveda). Uno de quienes tanto la sufrió, monseñor Pedro
Casaldáliga, quien inmediatamente después del asesinato de Romero escribió para
él un poema en el que le llama San Romero de América, supo reconocer el
carácter popular del reconocimiento de Romero como un santo católico. El
aparato eclesiástico, por su parte, tan reaccionario siempre, tan cercano y
cómplice con el poder de los que más se alejan de las prédicas de Jesús, vio y
sigue viendo en él un peligro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario