En el momento más inoportuno este traspié de Obama pone a la vista todas
las cartas de Washington como protagonista visible de la crisis venezolana,
destruyéndole la excusa de que los problemas y conflictos existentes en
Venezuela se debían al malestar causado por desaciertos de su propio gobierno.
Nils Castro / Especial para Con
Nuestra América
El repentino despropósito de que la Casa Blanca declare
emergencia nacional alegando que la seguridad y la política exterior de su país
están amenazadas por Venezuela, ha causado una coyuntura inaudita. Semejante
argumento ofende la sensibilidad y la inteligencia de millones de
latinoamericanos y abochorna a millares
de ciudadanos pensantes en Estados Unidos. De nada vale la mojigata explicación
de que con tal iniciativa se cumple un requisito legal norteamericano. No por
eso deja de ser una torpeza que vuelve a dejar mal parado al presidente Obama,
también ante sus asociados europeos, que rápidamente se han distanciado de ese
discurso y sus inevitables consecuencias.
El contexto de este malpaso estadunidense es la
contraofensiva que la derecha venía empujando en América Latina por medio de un
puñado de viejos y nuevos métodos. Estos coinciden en desacreditar gobiernos
legítimamente electos para derrocarlos de una u otra forma y, acto seguido,
instaurar un orden “constitucional” a su gusto, mediante escenificaciones
electorales propias de una “democracia” reducida a orquestar comicios
periódicos que así lo mantengan y reproduzcan. Eso no se inventó ayer; así le
serrucharon el piso a Getulio Vargas, a Perón y a Salvador Allende, entre
otros. Pero ayer como hoy, todos sabemos que ese género de campañas no funciona
localmente sino a escala global: para implementarla se necesita conspicuo apoyo
político, logístico y mediático estadunidense.
Para dorar la píldora, la jerga
diplomática de Obama a eso ahora lo denomina “transición”. Últimamente los
ejemplos han evolucionado de unos golpes bastante burdos ‑‑como los perpetrados
en Honduras y Paraguay‑‑ a operaciones metódicamente más sofisticadas, con
importantes componentes mediáticos que luego inducen movilizaciones sociales
supuestamente no‑partidistas y hasta no‑políticas, como está haciéndose en
Argentina y Brasil.
En Venezuela el mismo esquema se aplicó desde los inicios del proceso
revolucionario chavista. Las campañas mediáticas de los primeros años
instigaron movilizaciones “apolíticas” y culminaron en un cruento golpe de
estado. Luego, tras la elección de Nicolás Maduro, reprodujeron el esquema suponiendo
que sin Chávez eso podía resultar. Pero tal conspiración, con sus “guarimbas”
solo causó más muertes, destrozos y descrédito sin cumplir el objetivo de
defenestrar el gobierno por medios no‑electorales. Fiasco que el reciente
complot tampoco logró remontar.
Esta reiteración de fracasos deformó el modelo hasta volverlo
contraproducente. Venezuela está en vísperas de elecciones legislativas a las
que la derecha irá escindida entre quienes se obstinan en repetir al intentona
golpista y quienes buscan un relevo constitucional. Si la oposición ganase, el
Congreso podría convocar un referéndum para revocar el actual mandato
presidencial.
Sin embargo, en el momento más inoportuno este traspié de Obama pone a
la vista todas las cartas de Washington como protagonista visible de la crisis
venezolana, destruyéndole la excusa de que los problemas y conflictos
existentes en Venezuela se debían al malestar causado por desaciertos de su
propio gobierno. Al hacerlo, desnuda a Estados Unidos como potencia intervencionista
en las antevísperas de la venidera Cumbre de las Américas, donde la
normalización de las relaciones ofrecía una notable oportunidad de
reacercamiento con América Latina.
En medio de los graves líos en que Washington sigue envolviéndose
alrededor del mundo, el presidente norteamericano estropea lo poco que parecía
listo para salir bien. Hay dos figuras que eso recuerda: la del torpe que
emborrona con el codo la fina caligrafía que una vez logró trazar, o la del rey
que desfila desnudo ante la multitud… con la diferencia de que este monarca se
desviste a si mismo sobre la marcha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario