Para salir adelante, para
edificar una sociedad emancipada, justa y participativa, tenemos que rescatar a
través del pensamiento, las bases de otra cultura. Por eso, el cincuentenario
de “El socialismo y el hombre en Cuba”
no puede limitarse a una simple conmemoración. Es un llamado a la conciencia de
todos.
Hace 50 años, Che Guevara escribió "El socialismo y el hombre en Cuba". |
Graziella Pogolotti / LA JIRIBILLA
Según el testimonio de Oscar Oramas, estaba el Che en Argel en vísperas
de emprender nuevas hazañas, cuando escribió de puño y letra la célebre carta a
Carlos Quijano conocida como El socialismo y
el hombre en Cuba. Había recorrido varios continentes en viajes
de estudio, siempre aguzada la mirada crítica.
El título del ensayo
tiene algo de engañoso, porque no se circunscribe al caso cubano, aunque su
experiencia en la Isla, tanto en el combate guerrillero como en la etapa
inicial de la construcción del socialismo, hubiera resultado para él un momento
de intenso aprendizaje. Trabajaba intensamente en la solución problemas, sin
dejar por ello de someterse a una implacable disciplina para completar las
herramientas teóricas.
Junto a Fidel, contribuyó a dar un
vuelco al pensamiento revolucionario al articular orgánicamente socialismo y
descolonización. Por ese motivo, la escritura de este texto desde una Argelia
recién liberada, adquiere un carácter simbólico. Visionario, advirtió entonces
que errar entre los caminos del bosque podía llevar a conducir en sentido
equivocado. La historia le daría la razón décadas más tarde. La extrema lucidez
estremece en un contexto epocal signado por el optimismo. El socialismo parecía
irreversible y los movimientos de liberación nacional se expandían. El pensamiento
habría nuevos cauces a la izquierda. La clave del análisis se sustentaba en la
correlación estrecha formulada desde el título: El hombre y la construcción del
socialismo. Protagonista de la acción transformadora, el ser humano tan
imperfecto como la sociedad donde había surgido. En efecto, la contradicción
entre lo viejo y lo nuevo atravesaba el tejido social, la política y la
cultura. El tema, sin embargo, se planteaba de manera simplista, como si el
triunfo revolucionario implicara atravesar las aguas del Jordán y salir de
ellas radicalmente purificado. Desde la distancia, podemos descubrir atisbos de
interés en la creación artística. El dramaturgo Abelardo
Estorino llega a su primera madurez con el estreno de La casa
vieja, quebrantada en parte de sus cimientos, pero aún sostenida en algunos
de sus pilares. Subsisten en los protagonistas prejuicios heredados de una
moralina tradicional y asoma a veces aspiraciones a suplantar la burguesía en
el modelo de bienestar, asociado al juego aparencial de cierto boato.
La brevedad del texto y
el apremio por seguir andando sobre el costillar de Rocinante impidieron al Che ampliar algunos
conceptos esbozados aquí. Es evidente su rechazo al mecanismo economicista de
raíz dogmática simplificador del marxismo y su permanente reclamo por el
desarrollo de la conciencia, necesaria para superar la imperfección humana.
Para entender el alcance de sus ideas, hay que acudir a apuntes y materiales
dispersos, entre otros: su crítica de la economía política y una carta enviada
a Armando Hart
cuando este último se hiciera cargo de la organización del Partido. Concibe
entonces un proyecto ecuménico de publicaciones a fin de dotar a todos de una
visión integradora del mundo. El protagonista de la historia habrá de
entrenarse en el ejercicio del pensar para ir reconstruyendo en la medida en
que transforma mediante la acción y la práctica. Reconoce así el respeto
profundo, la capacidad potencial de las masas, nunca requeridas de un
tratamiento paternalista que las menoscaba y limita sus horizontes algo que
algunos funcionarios logran comprender.
Bajo la euforia de los
60, el imperialismo preparaba el contraataque. No tuvo empacho en apelar a la
violencia del sacrificio de dirigentes africanos y con el respaldo a las
dictaduras latinoamericanas. No soslayó la batalla ideológica configurada por
el neoliberalismo económico y sus derivaciones doctrinales en todos los ámbitos
de la sociedad. A partir del conocimiento de sus debilidades, socavó el
socialismo europeo y promovió un creciente descrédito de las ideas de
izquierda. Alentó el derrotismo sin el contrapeso de una respuesta efectiva.
Sometida la política a la voluntad siempre expansiva de las transnacionales,
impulsó acciones intervencionistas en todas partes. Las medidas de ajuste
aceleraron la crisis de los territorios periféricos de Europa. Tanta fue la
opresión de las masas que dio lugar a la emergencia de gobiernos progresistas
en América Latina
y a la aparición de focos de resistencia en Europa. Son señales que apuntan
hacia un cambio de época. Pero no podemos minimizar los obstáculos. La reacción
no se adormece. Se vale del poderío económico, militar, así como de un arsenal
ideológico formulado desde la academia e instrumentalizado a través de los
medios de comunicación.
Después de llamar a la
rectificación de errores y tendencias negativas, Fidel planteó en 1987 la
necesidad de rescatar el pensamiento del Che. Pero los
acontecimientos se precipitaron. El derrumbe del campo socialista y el
reforzamiento del bloqueo impusieron la primacía de la supervivencia. Ahora
hemos entrado en una fase aún más compleja. En ella, las ideas vuelven a
equipararse a un arsenal para una batalla en frentes multiplicados. Hay que recuperar
el significado verdadero de cultura socialista. Un análisis a fondo de El socialismo y
el hombre en Cuba revela que para el Che, esa noción no se
circunscribía a la creación artístico-literaria. Se trataba, sobre todo,
de un sistema de valores. En su prolongada evolución histórica, la burguesía,
después de desplazar a la Iglesia en el monopolio del saber, elaboró una visión
del hombre y del mundo coherente, hecha a la medida de sus necesidades. Esa
lenta acumulación precedió la toma efectiva del poder político. Contiene un
legado nada despreciable. Conminados por la degradación extrema de nuestras
vidas, los pobres de la tierra hemos tenido que apresurar el paso. Para salir
adelante, para edificar una sociedad emancipada, justa y participativa, tenemos
que rescatar a través del pensamiento, las bases de otra cultura. Por eso, el
cincuentenario de El socialismo y
el hombre en Cuba no puede limitarse a una simple conmemoración.
Es un llamado a la conciencia de todos.
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