Lo que importa es que hoy
tenemos que enriquecer nuestra razón intelectual con la razón cordial, mucho
más ancestral, si queremos realizar el cuidado y la espiritualidad.
Leonardo Boff / Servicios
Koinonia
Generalmente el proceso
educativo de la sociedad y sus instituciones como la red de escuelas y de
universidades están siempre atrasadas en relación a los cambios que se
producen. No anticipan eventuales procesos y les cuesta hacer los cambios
necesarios para estar a la altura de ellos.
Entre otros, los grandes
cambios que están ocurriendo en la Tierra son dos: la aparición de la
comunicación global vía internet y redes sociales, y la gran crisis ecológica
que pone en peligro el sistema-vida y el sistema-Tierra. Eventualmente podemos
desaparecer de la Tierra. Para impedir ese apocalipsis la educación debe ser
otra, distinta de la que ha dominado hasta ahora.
No basta el conocimiento.
Necesitamos conciencia, una nueva mente y un nuevo corazón. Necesitamos también
una nueva práctica. Urge reinventarnos como humanos, en el sentido de inaugurar
una nueva forma de habitar el planeta con otro tipo de civilización. Como decía
muy bien Hannah Arendt: «podemos informarnos la vida entera sin educarnos
nunca». Hoy tenemos que reeducarnos.
Por eso, a las
dimensiones referidas añado estas dos: aprender a cuidar y aprender a
espiritualizarse.
Pero previamente es
necesario rescatar la inteligencia cordial, sensible o emocional. Sin ella,
hablar del cuidado o de la espiritualidad tiene poco sentido. La causa está en
que el sistema de enseñanza moderno se funda en la razón intelectual,
instrumental y analítica. Esta es una forma de conocer y de dominar la realidad,
haciéndola un mero objeto. Con el pretexto de que impediría la objetividad del
conocimiento, la razón sensible fue reprimida. Con esto surgió una visión fría
del mundo. Se dio una especie de lobotomía que nos impide sentirnos parte de la
naturaleza y de percibir el dolor de los otros.
Sabemos que la razón
intelectual, tal como la tenemos hoy, es reciente, tiene cerca de 200 mil años,
momento en que surgió el homo sapiens con su cerebro neocortical. Pero
antes, hace cerca de 200 millones de años, surgió el cerebro límbico, cuando
aparecieron los mamíferos. Con ellos entró en el mundo el amor, el cuidado, el
sentimiento que dedican a su cría. Nosotros los humanos hemos olvidado que
somos mamíferos intelectuales, por tanto, somos fundamentalmente portadores de
emociones, pasiones y afectos. En el cerebro límbico reside el nicho de la
ética, de los sentimientos oceánicos, como son los religiosos. Todavía antes,
hace 300 millones de años, irrumpió el cerebro reptil que responde de nuestras
reacciones instintivas; pero no es el caso de abordarlo aquí.
Lo que importa es que hoy
tenemos que enriquecer nuestra razón intelectual con la razón cordial, mucho
más ancestral, si queremos realizar el cuidado y la espiritualidad.
Sin estas dos dimensiones
no nos movilizaremos para cuidar de la Tierra, del agua, del clima, de las
relaciones inclusivas. Necesitamos cuidar de todo, sin lo cual las cosas se
deterioran y perecen. Y entonces iríamos al encuentro de un escenario
dramático.
Otra tarea es rescatar la
dimensión de espiritualidad. Esta no debe ser identificada con la religión.
Subyace a la religión porque es anterior a ella. La espiritualidad es una
dimensión inherente al ser humano como la razón, la voluntad y la sexualidad.
Es el lado profundo, de donde surgen las cuestiones del sentido terminal de la
vida y del mundo. Lamentablemente estas cuestiones han sido consideradas como
algo privado y sin gran valor. Pero sin incorporarlas, la vida pierde
irradiación y alegría. Además hay un dato nuevo: los neurólogos concluyeron que
siempre que el ser humano aborda estas cuestiones del sentido, de lo sagrado y
de Dios, hay una aceleración sensible de las neuronas del lóbulo frontal.
Llamaron a esto «punto Dios» en el cerebro, una especie de órgano interior por
el cual captamos la Presencia de una Energía poderosa y amorosa que liga y
re-liga todas las cosas.
Alimentar ese «punto
Dios» nos hace más solidarios, amorosos y cuidadosos. Él se opone al consumismo
y al materialismo de nuestra cultura. Todos, especialmente los que están en la
escuela, deben ser iniciados en esta espiritualidad, pues nos vuelve más
sensibles a los otros, más ligados a la madre Tierra, a la naturaleza y al
cuidado, valores sin los cuales no garantizaremos un futuro bueno para
nosotros.
Inteligencia cordial y
espiritualidad son las exigencias más urgentes que nos plantea la amenazadora
situación actual.
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