Nuestra intención es colaborar en la visibilización
de los múltiples riesgos que encierra para las y los venezolanos, la
calificación de Venezuela como “amenaza inusitada y extraordinaria para la
seguridad nacional de Estados Unidos y para su política exterior”, hecha por el
presidente Barack Obama, mediante una “orden ejecutiva” del mismo tenor de
muchas otras órdenes emitidas y ejecutadas por sus antecesores, las cuales generaron
distintas y crueles formas de represión sobre ciudadanos y poblaciones
inocentes.
Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela
I
Orden ejecutiva no es ley habilitante
Cuando se revisa con atención la situación creada
por la decisión del presidente Barack Hussein Obama de calificar a Venezuela
como una amenaza para su país, tenemos que preocuparnos de verdad. No es juego,
ni algo que pueda banalizarse. La gravedad del asunto nos obliga a asumirla
seriamente y, por ello, es necesario hurgar en algunos detalles de esa
decisión.
En primer lugar, miremos el instrumento legal que
utilizó Obama para declararnos como una amenaza nacional. Se trata de una
“orden ejecutiva”, es decir de un decreto ley presidencial que se impone, unilateralmente
y sin consulta, sobre el poder legislativo. Algo muy diferente a las leyes
habilitantes contempladas en nuestra Constitución de 1999, porque aun siendo
una “atribución del Presidente o Presidenta de la República dictar decretos con
fuerza de ley” (Art. 236), dichos decretos tienen que tener el permiso de la
Asamblea Nacional, es decir estar “aprobados por las tres quintas partes de las
y los integrantes de la Asamblea Nacional” (Art. 203). Pero, para aclarar más
las diferencias entre ambos decretos leyes presidenciales, veamos con más
detalles lo que significa el instrumento legislativo estadounidense:
“Al igual que
otros presidentes estadounidenses desde George Washington, Barack Obama tuvo
que aprobar durante su mandato numerosas órdenes ejecutivas. Según el American Presidency Project, que
recopila información sobre todos los decretos presidenciales, hasta ahora
fueron 193. Obama se sitúa así por abajo del ranking frente a sus directos
antecesores como George W. Bush (291), Bill Clinton (364) o Ronald Reagan (381).
Esta
herramienta legislativa siempre fue apreciada por el Poder Ejecutivo en Estados
Unidos para aprobar leyes cuando no se tenía la aprobación del Congreso. La
costumbre se remite a la Constitución estadounidense, que concede al presidente
amplias competencias ejecutivas con grandes poderes. Si bien la aprobación
de leyes por decreto no está explícitamente contemplada en la Carta Magna,
tampoco está explícitamente prohibida y es práctica común desde el primer
presidente George Washington […] La orden ejecutiva aprobada por el
presidente tiene rango de ley. No precisa de la aprobación del Poder
Legislativo (de las cámaras) y, como toda ley, podrá ser revisada por los
tribunales y no debería atentar contra otras leyes en vigor o la propia
Constitución. El Congreso no tiene la potestad de suspender estas leyes o
declararlas inválidas, pero sí puede aprobar otras que limiten su ámbito de
actuación” (en: http://laprensa.peru.com/actualidad/noticia-eeuu-que-orden-ejecutiva-y-como-funciona-35161) (subrayado
nuestro)
De manera que aquellos que se rasgan las vestiduras
en Venezuela con la excusa de que la última ley habilitante el Presidente
Maduro “mutila la independencia del poder legislativo y quebranta aún más la
democracia venezolana”, sólo tienen que conocer un poquito del funcionamiento
del Estado yanki que tanto admiran y al que sirven sumisamente, para corroborar
que nuestra democracia, aun reduciéndola a simples procedimientos, está más
blindada que la democracia estadounidense. Esto se debe a que los poderes fácticos gringos asumen con poca moderación
el axioma del Estado de derecho liberal que reza: “todo lo que no está prohibido está permitido”.
II
Órdenes ejecutivas antidemocráticas
En Estados Unidos se da la paradoja de que un
gobierno democrático promulgue y ejecute leyes antidemocráticas para defender
la democracia. No estamos pensado sólo en la orden ejecutiva que el presidente
George W. Bush emitió a mediados del 2007, permitiendo a la CIA usar técnicas
de interrogación (torturas) que estaban prohibidas por el ejército, como el
ahogamiento simulado, o en las “entregas extraordinarias” de prisioneros a
otros países para que sean confinados y torturados fuera de jurisdicción
estadounidense. No. Hay mucho más. En un artículo firmado por Matthew
Rothschild y Michel Chossudovsky, titulado, Confiscación de los bienes de los manifestantes contra la guerra, publicado
en la Web red Voltaire, el 8 de abril de 2010, leemos lo siguiente:
“Leyes
abusivas que atropellan los elementales derechos ciudadanos y libertades
civiles fueron aplicadas en los Estados Unidos en la época de la administración
de George W. Bush, leyes hechas a medida y sobre todo para impedir las
protestas ciudadanas contra la ilegal y abusiva invasión de Irak. Curiosamente,
hoy en día, la administración del presidente Obama las mantiene vigentes así
como las tropas US de ocupación en Irak.
[…] La
primera de estas órdenes ejecutivas, titulada «Bloqueo de las propiedades de ciertas
personas que amenazan los esfuerzos de estabilización en Irak», firmada por
Bush el 17 de julio de 2007, autoriza al Secretario de Hacienda, en consulta
con el Secretario de Estado y el Secretario de Defensa, a confiscar los activos
[bienes] de los ciudadanos [estadounidenses] y organizaciones estadounidenses
que «directa o indirectamente» representen un riesgo a las operaciones
[militares] de EEUU en Irak”.(en: http://www.voltairenet.org/article164850.html)
( subrayado nuestro)
Lo que subrayamos en la cita, nos da una pista de
la continuidad de fondo que existe entre los gobiernos republicanos
neoconservadores y los gobiernos demócratas liberales. Y, comparando, someramente,
aquella orden ejecutiva de Bush contra Irak, con la reciente orden de Obama
contra Venezuela, encontramos lo siguiente:
En la sección 5, de la orden de Bush, en julio de
2007, se indica: “... debido a la
capacidad para transferir fondos u otros activos instantáneamente, el aviso
previo a tales personas sobre las medidas a tomar con ellas con arreglo a esta
orden haría inútiles estas medidas. Por lo tanto determino que no se necesita
aviso previo sobre la programación o la determinación [referida al bloqueo
de bienes]”, (En: http://www.voltairenet.org/article164850.html).
En la sección 7, de la orden de Obama, en marzo de
2015, se indica: "…debido a la
capacidad de transferir fondos u otros activos de forma instantánea, previo
aviso a dichas personas de las medidas que se tome en virtud de este decreto
haría que esas medidas fueran ineficaces. Por lo tanto, determino que para que
estas medidas sean eficaces y así hacer frente a la emergencia nacional
declarada por este decreto, no hay necesidad de notificación previa de una
lista o de la determinación formulada en virtud de la sección 1 de este
decreto” [referida al bloqueo de bienes]. (En: Ciudad Caracas, 11/03/2015,
pp.8-9)
Tan solo reseñamos estas dos similitudes entre
ambas leyes para no recargar el texto, pero estas citas son suficientes para
verificar, no sin espanto, que ambas “órdenes” están estructuradas de igual
forma y con los mismos objetivos colonialistas imperiales: contemplan las
mismas sanciones económicas y utilizan el mismo procedimiento de facto para su
aplicación. Quizá sólo haya diferencias en el lenguaje, pero no son más que los
matices que existen entre el “bárbaro blanco neoconservador” Bush y el
“civilizado negro neodemócrata” Obama.
III
¿Campos de concentración en Estados Unidos?
En este punto haremos una síntesis de dos artículos
que se encuentran en la web y a los que agregaremos nuestros comentarios. Ellos
son: “Campos de concentración en Estados
Unidos”, en Wikipedia y “EEUU y sus campos de concentración durante
la 2º Guerra Mundial”, en la página Queaprendemoshoy.com,
cuyo autor es Manuel Mariscal
Zabala. Es decir, que la información básica está al alcance de cualquiera y
luego se puede ampliar o profundizar en fuentes más completas.
Alguien podrá pensar que exageramos con este tema
de los campos de concentración, pero pregunto ¿Quién creía o se podía imaginar que
Obama calificaría a Venezuela, mediante un decreto ejecutivo, como una “amenaza”
para su país? Sólo una pesadilla… hecha realidad. Por eso es importante traer
este episodio de la historia de los Estados Unidos, poco contado, para
imaginarnos en el lío en que estamos metidos todas y todos los venezolanos que viven
en nuestro territorio y en el de los EU, inclusive teniendo la nacionalidad
estadounidense. Leamos en nuestras fuentes citadas:
“Cuando
hablamos de los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial nos
vienen a la mente las terribles imágenes de Auschwitz-Birkenau, Bełżec o
Buchenwald, todos ellos sitios paradigmáticos del horror nazi, o los duros
relatos de los testigos que visitaron los gulag soviéticos. Pero en esta gran
contienda se construyeron otros campos de concentración menos conocidos al otro
lado del Océano Atlántico: en EEUU.
Los campos de
concentración en los Estados Unidos alojaron a unas 120 000 personas, en su
mayor parte de etnia japonesa, más de la mitad de las cuales eran ciudadanos
estadounidenses y japoneses provenientes de Latinoamérica que fueron deportados
bajo presión del gobierno estadounidense, en establecimientos diseñados a ese
efecto en el interior del país, durante 1942 y 1948.
El objetivo
fue trasladarlos desde su residencia habitual, mayoritariamente en la costa
oeste, a instalaciones construidas bajo medidas extremas de seguridad. Los
campos estaban cerrados con alambradas de espino, vigilados por guardias
armados, y ubicados en parajes alejados de cualquier centro poblacional. Los
intentos de abandono del campo en ocasiones resultaron en el abatimiento de los
reclusos”.
Todo comenzó tras el ataque japonés a la base naval
norteamericana de Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. EEUU entra en la
guerra incorporándose en las Fuerzas Aliadas contra el Eje Roma-Berlín-Tokio, y
el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt declara el 19 de febrero de
1942 —mediante la Orden Ejecutiva 9066— el traslado e internamiento de los
japoneses residentes en suelo estadounidense (tuviesen o no ciudadanía
norteamericana) en campos de reubicación, como se conocieron oficialmente. El
resultado fue que más de 100.000 personas fueron obligadas a dejar su hogar
para ser internadas en campos repartidos por los diferentes estados.
Esto se debió en buena medida a la sospecha de la “sociedad
norteamericana” [es decir del Pentágono y la CIA] de que el ejército nipón
había recibido ayuda de japoneses residentes en Hawái en el ataque a Pearl
Harbor y, tal y como relata Javier Sanz en su libro “Nunca me aprendí la lista de los reyes Godos”: “el miedo de que los
ciudadanos de origen japonés actuasen como “quinta columna” justificó la
creación de estos campos. Por ejemplo, días después del ataque a Pearl Harbor,
se propagó el rumor de que 20.000 ciudadanos japoneses estaban preparando un
levantamiento armado en la ciudad de San Francisco. No fue hasta 1944 —después
de la reelección de Roosevelt—, cuando se cerraron estos campos, a pesar de que
el Departamento de Guerra recomendó su disolución meses antes”.
Estas citas nos traen parte de la historia pasada
de los campos de concentración para japoneses durante la llamada Segunda Guerra
Mundial. Algunos afirman que algo similar ocurrió luego con los coreanos
durante la guerra contra Corea del Norte, entre 1950 y 1953, pero no
encontramos información que lo corroborara. Seguramente, parecerá una exageración
pensar que en el territorio del gobierno de un Premio Nobel de la Paz, se mantengan
campos de concentración para encerrar a las personas consideradas una amenaza
para su seguridad nacional, pero hay aquí dos observaciones que nos ponen de
cara a la cruda realidad yanki: 1ª) No hace falta tener dichos campos en el
territorio estadounidense, porque existen las “entregas extraordinarias” de “presos
extrajudiciales” a otros gobiernos “amigos” o a agencias secretas con sedes extraterritoriales,
como por ejemplo, las cárceles clandestinas de la CIA, conocidas como “sitios
negros”, ubicadas en países no sólo del Sur Global, sino inclusive de la “supra
democrática” Europa, o los detenidos en Iraq o Afganistán trasladados al campo de
concentración en Guantánamo, y, 2ª) En la Internet hay una información muy
alarmante que se refiere a unos supuestos 800 nuevos campos de concentración
administrados por la Agencia Federal
para el Manejo de Emergencias (Federal Emergency Management Agency, FEMA),
que fueron construidos para albergar a víctimas de desastres naturales y de
actos bélicos o terroristas, pero que permanecen inactivos porque estarían a la
espera de sus verdaderos huéspedes: los enemigos del nuevo orden mundial que
lideran los poderes fácticos neoconservadores americanos.
A decir verdad, esta última “observación”, que a
simple vista parece una ficción novelesca u otra de las “teorías conspirativas”
antiestadounidenses, les debe llamar la atención a nuestros opositores, porque
cuando el río suena, piedras trae y sería un detalle muy deprimente, para
ellos, que por “razones preventivas” y en “resguardo de la seguridad nacional”
de Estados Unidos, los empresarios y “exiliadas políticas” venezolanas,
residenciados en Miami y que apuestan por una acción militar de EU sobre Venezuela,
terminen encerrados en uno de esos campos de concentración mientras “pasa la
amenaza”. Y ¿saben por qué tienen que preocuparse? Porque si somos una amenaza
por luchar para que otro mundo mejor sea posible, entonces su “concentración”
será muy pero muy larga, porque aquí no se rinde nadie.
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