Pensamos que existen las
condiciones para que la Iglesia católica mexicana y especialmente sus bases
sociales adopten e implementen la teología de la liberación ecológica y social
contenida en la encíclica de Francisco, y se sumen de manera explícita a las
“batallas por la vida” que hoy ejecutan cientos de miles de ciudadanos,
especialmente los más marginados.
Víctor M. Toledo / LA JORNADA
Dos son los magnos problemas
que la humanidad debe resolver a mediano plazo para evitar el colapso: los
tremendos impactos que ocasiona y continuará ocasionando sobre el equilibrio
ecológico del planeta, y la vergonzosa desigualdad social que alcanza ya su
máximo histórico. Lo anterior supone una “transformación civilizatoria” que
será ejecutada por millones de ciudadanos dotados de una “conciencia cósmica o
planetaria” organizados no para tomar el poder sino para construirlo desde
abajo. Toda idea, propuesta, solución, tecnología, creencia e institución que
se abstenga, obstruya o se oponga a esas dos necesidades, a esos dos requisitos
para la supervivencia humana y de su entorno, terminará desplazada por la
urgencia de la crisis. Las grandes religiones monoteístas e imperiales de hoy
no serán la excepción. La crisis civilizatoria pondrá también a prueba, en más
de un sentido, a las religiones del mundo.
La visita del papa
Francisco a México despertó enormes expectativas por dos razones: porque
tendría lugar tras la aparición de la encíclica Laudato si, documento en
que la Iglesia católica adopta una posición de avanzada ante las dos mayores
problemáticas del mundo contemporáneo arriba señaladas, y porque visitaba un
país devastado, donde justamente tanto la dilapidación de la naturaleza como la
expoliación del trabajo humano alcanzan niveles dramáticos. Se esperaba una
visita enmarcada por las avanzadas tesis de esa encíclica. Recordemos su
importancia según la teóloga M. Rojas-Salazar (http://revistas.ibero.mx/ibero/uploads/
volumenes/28/pdf/Ibero_42_Feb-Mar_2016_Baja_CORREGIDO.pdf): “Exhorta a escuchar el
clamor de la Tierra y el clamor de los pobres. Plantea la inequidad como problema
mundial, no sólo individual (LS, 51), y denomina a la deuda externa,
deuda ecológica, pues considera el sistema comercial y de relaciones un sistema
perverso. Asimismo, denuncia el fracaso de las cumbres mundiales sobre medio
ambiente (LS, 51-54). […] El documento señala la problemática del agua
como el conflicto del siglo y cuya consecuencia será el encarecimiento de la
vida y la imposibilidad de sobrevivencia para los más pobres (LS,
30-31). Hace una crítica a las finanzas y al consumismo como principales
responsables de la devastación de la Tierra (LS, 34). Acusa a los
responsables de las naciones de no hacer un estudio adecuado de la
biodiversidad y de los impactos a ésta. [...] Denuncia la degradación del mundo
humano y la inequidad planetaria, las cuales han hecho que los excluidos se
conviertan sólo en agenda o tema obligatorio (LS, 49)”. En suma, “la
teología de Francisco es una ecoteología política que demanda la solidaridad
internacional para ver al mundo como un proyecto común, reconociendo nuestra
interdependencia y exigiendo que los que contaminen más paguen más: los países
ricos (LS, 170)”.
La decepción ha sido
mayúscula. El líder del Vaticano que compartió festivamente con las élites
explotadoras y depredadoras de México, se abstuvo de hacer señalamientos
directos, concretos o puntuales. Pero sobre todo no llamó a su Iglesia, a los
miles de pastores (sacerdotes y monjas) y millones de feligreses a leer,
discutir y reflexionar las principales tesis de Laudato si, algo que
debería inducir actitudes o acciones de liberación o transformación
socioambiental. Pese a la vehemencia en que fueron expresadas, las parábolas,
alegorías y metáforas utilizadas por el Papa cumplieron solamente una función
reflexiva y espiritual, no fueron llamados a la organización social y a la
participación consciente, activa y directa.
No obstante la
desilusión, pensamos que existen las condiciones para que la Iglesia católica
mexicana y especialmente sus bases sociales adopten e implementen la teología
de la liberación ecológica y social contenida en la encíclica de Francisco, y
se sumen de manera explícita a las “batallas por la vida” que hoy ejecutan
cientos de miles de ciudadanos, especialmente los más marginados. En México
existen ya las semillas esparcidas por infinidad de localidades y regiones. Ahí
están los ejemplos de las Comunidades Campesinas de Camino en el istmo
oaxaqueño impulsadas junto a otras muchas iniciativas por la diócesis de
Tehuantepec; la acción ecológica y social de medio siglo de la Misión Jesuita
en Chiapas en unas 500 comunidades indígenas tzeltales; las iniciativas de la
Iglesia por la agricultura orgánica en Ciudad Guzmán, Jalisco, y las decenas de
casos en que los “párrocos de abajo” han ofrecido su apoyo a las resistencias
ciudadanas o han iniciado proyectos alternativos. Procede ahora darle
integración, viabilidad y visibilidad a un nuevo movimiento social y ecológico
cristiano. Los retos son inmensos y las tareas innumerables.
Desde esta nueva
perspectiva los púlpitos y las iglesias se deben convertir en centros de
acciones tan concretas e inmediatas como lograr hogares sustentables y
autosuficientes en energía, agua, alimentos, materiales y en el reciclaje de
sus desechos. Los barrios deben generar organizaciones vecinales para producir
alimentos sanos, nutritivos y baratos en azoteas, baldíos y parques mediante
procedimientos agroecológicos. Igualmente deben formarse cooperativas de
pequeña escala para el intercambio de alimentos, medicinas y conocimientos y
para el apoyo financiero (bancos del pueblo). En otra escala la Iglesia debe
coadyuvar a proyectos masivos de energías alternativas, alimentos, transporte
no contaminante, educación ambiental, autodefensa y consumo responsable.
Finalmente siguiendo a la encíclica deben esperarse posicionamientos de
solidaridad y apoyo de la Iglesia con las numerosas resistencias ciudadanas
contra los proyectos destructivos que hoy existen en el país (véase nuestro
artículo en La Jornada donde ubicamos 420 conflictos: www.jornada.unam.mx/2016/02/ 02/opinion/013a1pol), e igualmente con los
proyectos alternativos exitosos, que rebasan 2 mil, fundamentalmente
desarrollados por cooperativas y comunidades indígenas (http://www.youtube.com/watch?v=GrFAbKYtG7o y http://www.crim.unam.mx/drupal/?q=node/1028 ).
Para don Miguel Concha,
con admiración y respeto.
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