Los tiempos cambian y las realidades se transforman, de
eso no hay ninguna duda. Sin embargo, hoy como ayer los peligros que
acosan al ideal democrático y sus posibilidades de realización en Estados
Unidos y en nuestra América se nos presentan bajo el doble signo del
capitalismo depredador y el imperialismo que se disfraza con ropajes de
sofisticación.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Donald Trump y Hillary Clinton se perfilan como los candidatos para las elecciones presidenciales del próximo mes de noviembre. |
“Es recia, y nauseabunda, una campaña presidencial en los
Estados Unidos. (…) Los políticos de oficio, puestos a echar los sucesos por
donde más les aprovechen, no buscan para candidato a la Presidencia a aquel
hombre ilustre cuya virtud sea de premiar, o de cuyos talentos pueda haber bien
el país, sino al que por su maña o fortuna o condiciones especiales pueda,
aunque esté maculado, asegurar más votos al partido, y más influjo en la
administración a los que contribuyen a nombrarlo y sacarle victorioso”[1]: aunque parezca una descripción
fiel del talante de la actual campaña electoral en los Estados Unidos, la cita
que abre estas líneas pertenece a una crónica de José Martí del año 1885,
escrita para el diario La Nación de
Argentina. Forma parte de sus Escenas
norteamericanas, un conjunto de textos con los que el prócer cubano
pretendía describir “un aspecto singular, o momento característico de la vida
de Norteamérica”[2],
según consta en carta escrita a su amigo Gonzalo de Quesada y Aróstegui. En
total, las Escenas comprenden cuatro
volúmenes de las Obras
Completas de Martí.
Adentrarse en las
páginas de estos retratos de época permite dimensionar la calidad literaria de
Martí como cronista, pionero del nuevo periodismo latinoamericano; al mismo
tiempo, el lector asiste a una sugestiva experiencia histórica, política,
sociológica y cultural, que revela la profunda dimensión analítica del prócer
cubano, para exponer con rigor y agudeza su conocimiento acumulado de la
sociedad estadounidense y para advertir sobre las tempranas tendencias
imperialistas de la Roma americana,
en el período decisivo del último cuarto del siglo XIX.
En 1881, Martí denuncia
la desviación del sentido democrático de las convenciones y la perversión del
valor del sufragio como consecuencia de la corrupción que se apodera, poco a
poco, de los dos partidos tradicionales, en los que “se habían creado
corporaciones tenaces y absorbentes, encaminadas, antes que al triunfo de los
ideales políticos, al logro y goce de los empleos públicos”, proclives a
participar de “escandalosos tráficos para asegurarse mutuamente la victoria en
las elecciones”, impidiendo así “que interviniesen en la dirección de los
partidos hombres sanos y austeros, cuya pureza no hubiera permitido los usuales
manejos, o cuya competencia se temía”[3].
La aristocracia política nace así de la aristocracia del capital.
Hacia el final de esa
década, en 1899, el diagnóstico de Martí era demoledor: “lo que se ve es que va
cambiando en lo real la esencia del gobierno norteamericano, y que, bajo los
nombres viejos de republicanos y demócratas, sin más novedad que la de los
accidentes de lugar y carácter, la república se hace cesárea e invasora, y sus
métodos de gobierno vuelven, con el espíritu de clase de las monarquías, a las
formas monárquicas”[4].
Y reflexionando en otra de sus crónicas sobre el genocidio de los pueblos
originarios y la expansión de los Estados Unidos hacia el Pacífico –hecho clave
que le da dimensiones continentales al país, y alienta entre sus élites el
apetito de tierras, recursos y mercados- , Martí agregaba: “Ya campea por fin el blanco invasor en la tierra que se
quedó como sin alma cuando murió en su traje de pelear y con el cuchillo sobre
el pecho el que ‘no tuvo corazón para matar como a oso o como a lobo al blanco
que como oso y lobo se le vino encima, con amistad en una mano y una culebra en
la otra’, (…)”[5].
Por razones obvias, las
Escenas no dan cuenta de los delirios
xenófobos y fascistas de Donald Trump, del conservadurismo religioso de Ted
Cruz, del cinismo frío y calculador de Hillary Clinton o de la improbable
empresa quijotesca del joven viejo
Bernie Sanders, pero la lógica de la contienda de los aspirantes a ocupar la
Casa Blanca, en sus rasgos elementales, sigue siendo la misma. Los tiempos cambian y las realidades se transforman, de
eso no hay ninguna duda. Sin embargo, hoy como ayer los peligros que acosan al ideal
democrático y sus posibilidades de realización en Estados Unidos y en nuestra
América se nos presentan bajo el doble signo del capitalismo depredador y el
imperialismo que se disfraza con ropajes de sofisticación. Sea cual sea el
vencedor de las elecciones presidenciales de noviembre, sea cual sea el partido
que finalmente instale en Washington los intereses de sus corporaciones tenaces y
absorbentes, los pueblos latinoamericanos tendremos que seguir lidiando con
una potencia que se nos viene encima con amistad en una mano y una culebra en la otra.
NOTAS:
[1] Martí, J. (2001). Obras
Completas. Vol X. La Habana: Centro de Estudios Martianos. Pág. 185: La Nación. Buenos Aires, 9 de mayo de
1885.
[2] Martí, J. (2001). Obras
Completas. Vol XX. La Habana: Centro de Estudios Martianos. Pág. 479: A Gonzalo de Quesada. Montecristi, 1 de
abril de 1895.
[3] Martí, J. (2001). Obras
Completas. Vol IX. La Habana: Centro de Estudios Martianos. Pág. 164: La Opinión Nacional. Caracas, 26 de
octubre de 1881.
[4] Martí, J. (2001). Obras
Completas. Vol XII. La Habana: Centro de Estudios Martianos. Pág. 135: La Nación. Buenos Aires, 28 de febrero
de 1889.
[5] Martí, J. (2001). Obras
Completas. Vol XII. La Habana: Centro de Estudios Martianos. Pág. 206: La Opinión Pública. Montevideo, 1889.
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