En su desesperación, pareciera que Erdogan pasa a una nueva fase, ya no
solo ataca a sus enemigos para proteger a sus aliados, ahora también amenaza a
sus propios vecinos. Si esto no es un peligro, ¿cómo se llama?
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
El pasado martes 8, el mundo conmemoró, una vez más, el Día
Internacional de la Mujer, diversos actos, marchas, concentraciones y eventos
de todo tipo se realizaron en todos los confines del planeta…bueno, en casi
todos, porque como señala el activista turco Mehmet Tarhan en entrevista con
Leandro Albani para “Resumen Latinoamericano”, “…todas las manifestaciones en
Turquía por el Día Internacional de la Mujer fueron prohibidas y quienes se
manifestaron fueron reprimidos”. En ese
marco, dos días después de la conmemoración en honor de las mujeres, el 10 de
marzo, en un acto público en Ankara dedicado a los sultanes otomanos, la esposa
del presidente turco, Emine Erdogan dijo que "El harén fue una escuela
para los miembros de la dinastía osmanlí y una institución educativa para
preparar a las mujeres para la vida", desatando críticas variadas por lo
que supone una afrenta a las mujeres y una exaltación del régimen otomano.
El comentario no podría pasar inadvertido por ambas razones, en primer
lugar por la glorificación de parte de la Primera Dama turca, a un sistema
aberrante para la integridad de las mujeres, pero, de la misma manera, por la
no disimulada muestra de alegoría y alabanza al imperio otomano, cuya
resurrección, -según diferentes opiniones- está en el trasfondo y orienta la
política del jefe de Estado Recep Tayyip Erdogan. Sus continuas manifestaciones
en torno a “proteger a personas de origen turco”, aunque sean ciudadanos de
otro país, encubre su ambición expansionista generando peligro para su entorno.
No obstante, el apetito por la propagación de Turquía y sus intereses de
ejercer predominio en su zona inmediata de influencia a fin de revivir el
imperio otomano, no es nuevo en el país, ni se inició con Erdogan. El fin de la
guerra fría y la desaparición de la Unión Soviética, -auténtico valladar que
durante la mayor parte del siglo XX frenó las aspiraciones turcas- coadyuvaron
a la posibilidad de que Turquía comenzara en la última década del siglo pasado
a incrementar su influencia en Asia central y las cercanías del mar Negro. En
ese marco, Turquía apostó por el ejercicio de un influjo mayor en esa región,
pero también en Europa.
El colapso de la Unión Soviética, le permitió, en primera instancia,
volver a hablar del acercamiento y unidad de los turco hablantes, concepto que
incorpora hasta 85 millones de ciudadanos que hablan lenguas túrquicas ubicados
en Azerbaiyán, Kazajistán Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán
(todas ex republicas soviéticas de Asia central) pero también en Rusia, China e
Irán en Asia y, Bulgaria, Rumania, Ucrania, Macedonia y Grecia en Europa, sin
contar la emigración turca en Alemania, unos 2.7 millones de habitantes,
alrededor del 4% de la población del país germano. A pesar de la debilidad de
los gobiernos rusos, -que sucedieron a la Unión Soviética- en la década de los
90 del siglo pasado, tuvieron la visión suficiente para tomar medidas desde ese
momento que contrarrestarán el ímpetu expansionista turco. Por ello, entre
otras cosas, la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y la
firma del Tratado de Tashkent sobre Seguridad Colectiva de 1992, firmado entre
Rusia y varios nuevos países de Asia Central. De la misma manera, Rusia
estableció claras limitaciones a las intenciones turcas de intervenir en el
conflicto del enclave azerí de Najichevan.
El imperio otomano, que tuvo su centro en Constantinopla (actual
Estambul) en Turquía, se extendió por el Medio Oriente, el Mar Negro y los
Balcanes, imponiéndose en los territorios conquistados a través de la ocupación
militar, aunque en algunos casos aceptó gobernantes, sistemas jurídicos y
religiones locales, característica muy típica de los imperios antiguos en
regiones de la periferia, alejadas de los centros políticos importantes. Sin
embargo, en su apogeo asumió políticas de limpieza étnica que tuvieron
continuidad en la Turquía actual devenida Estado-nación después de la primera
guerra mundial.
En la actualidad, ese talante agresivo, esa manifiesta voluntad belicosa
y ese ideal imperial de lo que fue el Imperio Otomano se expresa de múltiples
formas. En primer lugar, el inveterado ardor con que niegan el genocidio de
entre un millón y medio y dos millones de armenios que el gobierno turco
realizó contra ese pueblo entre 1915 y 1923. El mundo entero rechaza la
explicación que da Erdogan al respecto, sólo se reclama el reconocimiento de la
masacre y el pedido de disculpas por ella. Pero, el presidente turco niega
terminantemente una y otra vez el carácter planificado del exterminio, por el
contrario, critica a quienes lo instan para que reconozca la dimensión genocida
de esta matanza. El propio Papa Francisco, que caracterizó de genocidio estos
hechos recibió una “andanada” de Erdogan: "Si los políticos o los
religiosos hacen de historiadores, no vamos a llegar a hablar de la realidad,
solo serán delirios" y remató cual matón de barrio, con una amenaza
"Condeno al Papa y quiero advertirle. Espero que no vuelva a cometer un error
de este tipo”.
Ante los hechos actuales, cuando Turquía en el más pavoroso silencio y
con la complicidad de la OTAN y las potencias occidentales, realiza acciones
similares contra el pueblo kurdo, el propio canciller armenio Edward
Nalbandian, quien en su sangre, lleva el ADN de la sobrevivencia ante una
crueldad que no tuvo límites, debió salir al paso del primer ministro turco
Ahmet Davutoglu quien comparó los hechos que están teniendo lugar en las zonas
turcas controladas por los kurdos, a lo ocurrido hace 100 años en las
provincias armenias del Imperio Otomano.
Las declaraciones del canciller armenio se producen en reacción al hecho
de que Davutoglu afirmó que los actuales militantes kurdos son similares a los
“bandidos” armenios. Hablando en la Universidad Estatal de Ereván, capital
armenia, Nalbandian señaló que las autoridades turcas están amenazando a los
kurdos por la misma razón que a ellos y consideró la postura de Ankara como un
mensaje para la comunidad internacional sobre lo que puede suceder a los kurdos
en Turquía. “Nada ha cambiado en las élites gobernantes turcas en los últimos
100 años”, dijo.
Por otra parte, la posición de Turquía en el conflicto de Siria y su
alianza con Arabia Saudita, Israel y Catar para apoyar al terrorismo que asola
a ese país y a parte importante del Medio Oriente, es expresión de su absoluta
falta de escrúpulos en la relación con sus vecinos. Su obsesión por derrocar al
gobierno del presidente sirio Bashar Al-Ásad le nubla la razón y lo lleva a
establecer relaciones fraternales con quien públicamente dice son sus enemigo:
Israel, por sionista, Araba Saudita, por las profundas contradicciones entre
wahabitas y la Hermandad Musulmana e Isis y el frente Al Nusra por terroristas.
Pura hipocresía y mentira falaz, engañan a su propio pueblo, mientras se
vinculan con estos, sus aliados más próximos, todos cobijados por el paraguas
protector de Estados Unidos.
Y ahora, en una nueva faceta, han amenazado a Europa con dejar pasar
hasta 2.5 millones de refugiados de un conflicto que la propia Turquía ha
creado junto a sus aliados. Los éxitos militares del ejército sirio, apoyado
por Rusia, Hezbollah, los milicianos iraquíes, las fuerzas populares kurdas e
Irán han cortado las vías de suministro de Turquía a los terroristas del Frente
Al Nusra y de Isis, todos unidos por su común objetivo de intentar derrocar al
presidente sirio. No obstante, el incremento de las acciones bélicas favorables
a Damasco ha aumentado aceleradamente el número de refugiados. Turquía ha
cerrado sus fronteras para buena parte de ellos, pero juegan a chantajear a la
Unión Europea (UE) con el fin de recibir apoyo político y “carta blanca” para
su demencial política criminal. Ha sido la propia alta representante de la UE
para la Política Exterior, Federica Mogherini, quien le llamó la atención a
Ankara "Hay un deber moral y legal de proteger a los que necesitan
protección internacional [...]. Es incuestionable que la gente que viene de
Siria necesita protección internacional". Al final terminó aceptando el
pago de 3 mil millones de euros para que Turquía atienda a los refugiados en su
suelo y los contenga, privándolos de entrar a Europa.
En su desesperación, pareciera que Erdogan pasa a una nueva fase, ya no
solo ataca a sus enemigos para proteger a sus aliados, ahora también amenaza a
sus propios vecinos. Si esto no es un peligro, ¿cómo se llama?
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