Con el inicio del
gobierno de Lenín Moreno y su llamado al diálogo nacional, se han activado los
distintos sectores sociales, que despiertan con avidez sus particulares
intereses.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)
En el siglo XIX la
‘libertad de empresa’ fue el principio rector de la economía. Pero Ecuador no
era un país capitalista. Los estudios sobre la época han aclarado que se
trataba de una economía ‘precapitalista’ en la cual la hacienda terrateniente
fue la base productiva, y el comercio y la banca, las actividades complementarias.
Bajo esas condiciones,
Ecuador fue agrario y primario-exportador. Pero, además, con predominio de la
fuerza de trabajo campesina e indígena sometida y explotada por las diversas
formas del ‘concertaje’. A la economía se unió el dominio político de la élite
terrateniente, comercial y bancaria, ejercido en forma despótica y excluyendo
de la ‘democracia’ a la enorme mayoría poblacional. Por ello, ese sistema ha
sido denominado como oligárquico en los estudios históricos nacionales y
latinoamericanos.
Bajo régimen
oligárquico, Ecuador no progresó y hasta bien entrado el siglo XX era uno de
los países más atrasados en la región.
La situación comenzó a
cambiar solo medianamente a partir de la hegemonía liberal (1895-1925), pero de
manera definitiva desde la Revolución Juliana (1925-1931) que introdujo el
papel regulador del Estado, el impuesto a la renta y una avanzada legislación
laboral. Así se inició el largo proceso de transformación del régimen
oligárquico, que definitivamente fue superado durante las décadas
desarrollistas de 1960 y 1970, en las cuales el Estado jugó un papel rector.
A partir de los 80, en
cambio, progresivamente se consolidó un ‘modelo empresarial’, que aunque
benefició al sector privado, sistemáticamente arruinó las condiciones de vida y
de trabajo de la población nacional.
Ese modelo fue superado
durante la década 2007-2017, con la edificación de un tipo de ‘capitalismo
social latinoamericano’.
Con el inicio del
gobierno de Lenín Moreno y su llamado al diálogo nacional, se han activado los
distintos sectores sociales, que despiertan con avidez sus particulares
intereses. Pero empresarios, trabajadores, indígenas, maestros, etc., reviven
planteamientos corporativos y no
nacionales. En ese ambiente se infiltra la idea del mercado libre y la empresa
privada como ejes de la economía, acompañando a ello terribles propuestas de
flexibilidad laboral, algo que históricamente ha sido nefasto para el país, y
que quedó ampliamente demostrado durante las décadas finales del siglo XX.
El balance en el
comercio externo igualmente ha sido un problema en la historia económica de
Ecuador bajo los principios del ‘libre mercado’, porque las importaciones
indiscriminadas han golpeado siempre la posibilidad del desarrollo productivo
interno y, si se mantuvieran hacia futuro, pondrán en riesgo a la dolarización
que todo el mundo defiende.
Tienen razón los
industriales y las cámaras de la pequeña industria al plantear algún control a
las importaciones; y no tienen razón las cámaras de comercio que exigen la
indiscriminada apertura a los mercados. Fortalecer la producción nacional
implicará afectar a los comerciantes importadores, porque el Estado tendrá que
garantizar el desarrollo interno contra el libre mercado.
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