Todos los problemas o
desafíos actuales: económicos, sociales, culturales, educativos, o provocados
colateralmente por el impacto humano del
incontenible de desarrollo científico-tecnológico, deben ser asumidos
políticamente en vistas a lograr compromisos colectivos teniendo en mente
prioritariamente la nación como un todo.
Arnoldo Mora Rodríguez / Especial para Con Nuestra América
Cuando ya estamos a
punto de iniciar una nueva campaña electoral y los partidos calientan músculos
para lanzarse en esta recta final, me ha llegado un documento que considero de
la mayor trascendencia en la historia política reciente de nuestro país. Se
titula ACUERDO NACIONAL. Y para darle mayor relevancia, por no decir urgencia,
a manera de subtítulo sus autores dan
una justificación en los siguientes términos: POR LA COSTA RICA BICENTENARIA –
2021. O sea que, si bien se trata de propuestas aprobadas en su mayoría por todos los partidos políticos representados en la actual Asamblea
Legislativa y que enviaron a
miembros de alto nivel, no tienen
carácter compulsivo. Esto no obstante, tampoco se trata de un acto de simple
buena voluntad, o un cúmulo de buenos deseos y de consejos, tan bien
intencionados como carentes de eficacia real; por lo contrario, se pretende ir
más lejos y evitar tales escollos. Por eso el documento será presentado a los
candidatos que los partidos hayan elegido para las próximas elecciones. Todo lo
cual me parece excelente.
De mi parte, solo deseo
que efectivamente se convierta en una especie de común denominador en que se
basen para formular sus propuestas en las próximas elecciones, pues quienes han discutido y aprobado la mayoría
de las propuestas del mencionado documento fueron los partidos políticos
actualmente representados en la Asamblea Legislativa. Lo cual demuestra que,
quien propuso esta feliz idea, el actual diputado Otón Solís y los señores Miguel Gutiérrez y Roberto Artavia, quienes
la asumieron como coordinadores de los equipos de estudio, situaron este
propuestas en el ámbito o terreno adecuado: el político. De ahí que uno de
los mayores méritos de esta iniciativa
radica en reivindicar el carácter
prioritario de la acción política democrática
como lugar donde los costarricenses deben dirimir sus diferencias y
llegar a acuerdos, teniendo en mente ante todo el futuro de una nación que vive en la
incertidumbre que rodea al advenimiento de un nuevo milenio (el tercero de la
historia de Occidente hoy dominante en el mundo), que ha traído y seguirá
trayendo en el futuro cambios, no solo imprevistos, sino de una radicalidad que
la especie sapiens no ha experimentado nunca en sus miles de años de transitar
evolutivo.
Todos los problemas o
desafíos actuales: económicos, sociales, culturales, educativos, o provocados
colateralmente por el impacto humano del
incontenible de desarrollo científico-tecnológico, deben ser asumidos
políticamente en vistas a lograr compromisos colectivos teniendo en mente
prioritariamente la nación como un todo.
Lo cual demuestra que sus autores están conscientes de que, si bien
Costa Rica se acerca a los doscientos años de vida republicana y, con
ello, tiene una trayectoria
institucional ya consolidada, esto debe servir tan solo de punto de partida. No
se trata de hacer política para conservar
mecánica y rígidamente lo hasta ahora
logrado, sino de reformar lo que
se sienta como un obstáculo o una rémora.
Por eso la palabra REFORMA se
repetirá una y muchas veces. No estamos ante una revolución, pero tampoco ante
una reacción. Se expone una serie de propuestas cuyo objetivo es avanzar sin
tener que sufrir traumas institucionales, períodos dramáticos caracterizados
por el vacío de poder que rozan el caos, como ha sucedido y sigue sucediendo
por desgracia en no pocas regiones del mundo. Se busca promover la justicia y
la solidaridad al lado de la eficacia y la eficiencia, a fin de evitar lo peor.
Hemos de reconocer que
esta iniciativa no es enteramente novedosa en nuestro medio, pues ya en un
gobierno anterior se había nombrado a un grupo de “notables” (¿!) para que
hicieran propuestas en ese sentido; pero como carecían de un consenso político
previo, fueron archivadas hasta el punto de que
hoy nadie las menciona por lo que no obtuvieron ninguna trascendencia
real. Hoy se pretende evitar esos escollos; por lo que el próximo paso debe ser
la divulgación de ese documento y convertirlo así en una especie de programa
común conducente a lograr un compromiso moral y de honor de todos los
candidatos; lo cual sería un paso sin precedentes en nuestra historia. Pero,
insisto, se trata de una propuesta, es decir, de una respuesta. Toda respuesta
supone una pregunta previa. La pregunta constituye el trasfondo o contexto
dentro del cual debe entenderse el alcance y la significación concreta de la
respuesta. La pregunta sirve por ello mismo de criterio para juzgar si la
respuesta es adecuada, oportuna y, sobre todo, si posee la capacidad de ser
eficiente para asumir con posibilidades de éxito los desafíos que la originaron. Estos
desafíos pueden resumirse en un solo mal o enfermedad: INGOBERNABILIDAD. Hay
una sensación generalizada de que el
país está estancado; los desacuerdos pesan más que los consensos, a no ser en
lo negativo; por lo que nadie se atreve
a dar un paso hacia adelante.
Sospecho que esa fue la
sensación que prevalecía entre quienes concibieron y llevaron a cabo esta audaz
y patriótica iniciativa. Si esta
propuesta logra consensos concretos y sólidos, no sería exagerado afirmar que se está dando un primer gran paso para asumir
creativamente los inéditos retos que
trae consigo esta nueva época que vive la humanidad. Esta iniciativa podría
convertirse en un impulso que imprima nueva vida a nuestra patria; porque un
país que no se renueva, que no se reinventa frente a cada nueva coyuntura histórica, está condenado a la
decrepitud, por no decir a la rigidez cadavérica. Una iniciativa como ésta
demuestra que nuestra democracia vive; que las celebraciones de cumpleaños de
casi dos siglos de existencia de la Independencia no deben ser un mero ritual
insulso y cansino, sino un impulso al calor del fuego que imprimieron nuestros
padres fundadores a su gesta
libertaria. Se ha sembrado una semilla
cuya cosecha se espera obtener en un futuro cercano para que nuestro país se
nutra de aquella savia que le dio origen en 1821. Por ahora solo cabe exhortar a los autores a
que le den la máxima difusión a este documento histórico fruto de una ímproba y
erudita labor, a nuestros compatriotas a que lo estudien y, por supuesto, a los
candidatos para que asuman un compromiso
de implementarlo ante el pueblo cuyo voto
buscan obtener.
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