Esta Cumbre de escasos
recursos y, costeada en viajes y estadías por los mismos participantes, puso de
manifiesto quiénes son los verdaderos protagonistas de los cambios y cómo esta
resistencia popular va a torcer los acontecimientos, aunque por el momento
aparezca como una minúscula expresión de deseos.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza,
Argentina
Sin pena ni gloria, más
pena que gloria, terminó la semana pasada en Mendoza la Cumbre del Mercosur. Un
papelón multinacional, porque los organizadores no pudieron forzar la firma una
declaración unánime contra la Venezuela de Nicolás Maduro, excluyéndola del
grupo fundador. Y, aunque su desarrollo nada tenga que ver con el tumultuoso
contenido de la clásica novela de Emily Brontë, salvo el título, simultánea a
la anterior, la Cumbre de los Pueblos, más humilde y genuina – de la que nos
ocuparemos luego –, supo elevar el nivel de discusión en un momento en que han
caído tan bajo las democracias de los mayores países miembros del Mercosur,
salvo desde luego, Uruguay, Bolivia y Chile. Cumbre de los pueblos que tuvo
como escenario la Facultad de Arte y Diseño de la Universidad Nacional de Cuyo,
donde se dieron cita las organizaciones sociales, parlamentarios del Mercosur y
dirigentes sindicales de la región. Todo un espectro popular crítico de la
regresión derechista que estamos padeciendo.
Salvo los negocios de
las grandes empresas en torno a la Alianza del Pacífico, el presidente
anfitrión, Mauricio Macri, dedicó todo su esfuerzo a denostar la figura de
Maduro y a forzar la expulsión de Venezuela del bloque, junto con el debilitado
Temer, quien tuvo que asumir la presidencia pro tempore del bloque. El escueto
mensaje de este último se limitó a exhortar al “diálogo” en torno a la sociedad
y el gobierno del país bolivariano y perseguir un Mercosur más acorde con su
origen, palabras que recordaban el rol sumiso y colonial de los mecanismos
regionales de integración de los ’80, mucho antes de la generación del
Bicentenario. Cuestión previsible dado los escasos fundamentos ideológicos en
estos dirigentes que ven la realidad desde la platea de una cancha de fútbol o
se entretienen en su escritorio, mientras sus empleados trabajan para que
engorden sus bolsillos. El elogio recurrente a la erudita elocuencia del
mandatario local nos obliga a mencionarla debido a que, su reiterada prédica de
su paso por el Club Boca Junior como ejemplo de gestión gubernativa, empalaga,
cuando el escucha menos avisado advierte con la claridad la diferencia con la
complicada gestión presidencial, cosa que no le preocupa al orador, convencido
que su éxito político es correlativo a sus logros personales. Esa realidad
virtual en que parecen estar permanentemente sumergidos los líderes
neoliberales del cono sur se respalda en el apoyo que les han dado las clases
medias, altas y los estratos sociales licuados de sus identidades de origen por
los avatares de la economía y los cambios tecnológicos: cuentapropistas
emergentes de los procesos de privatización de empresas públicas, emprendores
devenidos exitosos empresarios y, desde luego el universo “ni” del que todo el
arco político ignora sus aspiraciones. Sector joven al margen e indiferente,
por lo menos en el caso argentino, de la tradicional movilidad social de épocas
precedentes.
La insensibilidad de
esta dirigencia frívola que se regodeó con los vinos locales, los paisajes
cordilleranos y su alusión al futuro paradisíaco, como si fuera La Tierra del
nunca jamás, fue contrarrestada por una Declaración de la Cumbre de los
pueblos, extensa y consensuada que tuvo como principales puntos: el rechazo
categórico de la ilegal y arbitraria suspensión de Venezuela del Mercosur, por
constituir un duro golpe a la institucionalidad del bloque regional; el rechazo
enérgico a las amenazas de intervención de Estados Unidos que se evidencian en
amenaza de bloqueo del gobierno de Estados Unidos contra Venezuela, así como a
todos aquellos gobiernos cómplices de las injerencias estadounidenses; respaldo
al gobierno constitucional liderado por Nicolás Maduro y apoyo total al pueblo
venezolano; repudio a la presencia del golpista Temer, quien ejerce en forma
ilegítima e ilegal el gobierno de Brasil; consideraron que el golpe de estado
parlamentario contra Dilma Rousseff constituye una práctica sistemática de las
corporaciones transnacionales para instaurar su modelo de dominación y
recolonización de los pueblos de nuestra América; reclamo de una salida
soberana al mar para Bolivia, como así también se reivindicaron los derecho por
los soberanos de la Argentina sobre las islas Malvinas; se denunció que el
proyecto del gobierno de Cartes en Paraguay agudiza la situación de pobreza y
exclusión social, empeñando el futuro de generaciones enteras de paraguayos; se
denunció el acuerdo espurio firmado sobre Yaciretá entre Macri y Cartes y se
reclamó la libertad de los presos políticos de Curuguaty; se exigió la libertad
de la compañera Milagro Sala y todos los presos políticos del gobierno
derechista de Macri; se alertó sobre las restricciones a la democracia en
Argentina y la persecución y represión a los líderes populares y de
trabajadores; se consideró que el mayor aporte a la lucha de los movimientos
populares por la emancipación de los pueblos y la construcción de la Patria
Grande es recuperar para el pueblo a los gobiernos de cada país, poniendo en
sus manos las herramientas del Estado en beneficio de los trabajadores, los
campesinos y los más humildes; se respaldó firmemente los procesos democráticos
y los gobiernos populares de la Región que enfrentan cotidianamente la agresión
del imperialismo y las oligarquías locales y, se reafirmó que el camino que nos
llevará a la liberación de nuestros pueblos es la construcción de la Patria
Grande que soñaron Hugo, Néstor, Lula, Evo, Dilma, Rafael, Nicolás, Lugo y
Cristina, firmada en Mendoza el 20 de julio de 2017.
Esta Cumbre de escasos
recursos y, costeada en viajes y estadías por los mismos participantes, puso de
manifiesto quiénes son los verdaderos protagonistas de los cambios y cómo esta
resistencia popular va a torcer los acontecimientos, aunque por el momento
aparezca como una minúscula expresión de deseos.
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