El
chavismo enfrenta una satanización internacional, que la pinta como una
dictadura totalitaria desafiada por una oposición que hace resistencia pacífica
y democrática. La realidad es lo inverso: la oposición de derecha ha desatado
la violencia en los últimos meses para derrocar a un régimen que ha realizado
elecciones anualmente y que se sustenta en la democracia participativa.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Durante
aproximadamente 15 años la hegemonía del chavismo en Venezuela fue
indiscutible. Hugo Chávez y la revolución bolivariana ganaron 17 de los 18
procesos electorales que se realizaron durante la vida del comandante. Su
liderazgo carismático, el auge económico y las políticas sociales de sus
gobiernos, le garantizaron un techo de votación que llegó al 60% de los votos.
La derecha neoliberal derrotada en 1998, fue tan apabullada que ensayó diversas
tácticas para deshacerse del líder y abortar
la revolución. En abril de 2002, realizó un golpe de estado que mantuvo
48 horas secuestrado a Chávez. El golpista Pedro Carmona inmediatamente derogó
la Constitución y se dio poderes extraordinarios. Fracasado el golpe por la
extraordinaria movilización popular que
restituyó a Chavez, la derecha intentó hacerlo renunciar por medio del
fracasado paro petrolero de diciembre de 2002. Entonces la derecha presionó por
la realización del referéndum revocatorio de agosto de 2004, el cual fue ganado
por Hugo Chávez con un 60% de los votos.
Chávez derrotaría a la derecha una y otra vez, hasta que la muerte por cáncer
lo derrotó en marzo de 2013.
Nicolás
Maduro asumió la presidencia en un contexto
de crisis económica y de un liderazgo irreemplazable. Esta fue la
ventana de oportunidad que la derecha finalmente encontró. La hegemonía indiscutible
de la revolución bolivariana empezó a trastabillar merced a dicha crisis
económica, que se combinó con una crisis de abastecimiento inducida por los
sectores empresariales. Venezuela produce ya el 88 % de los alimentos que
necesita, pero existe un oligopolio que controla la importación del 12%
restante y que además controla la distribución de todos los productos básicos
de consumo. La escasez artificial ha
resultado desquiciante, aún para los sectores que han simpatizado con la
revolución. El chavismo además enfrenta
una satanización internacional, que la pinta como una dictadura totalitaria
desafiada por una oposición que hace resistencia pacífica y democrática. La
realidad es lo inverso: la oposición de derecha ha desatado la violencia en los
últimos meses para derrocar a un régimen que ha realizado elecciones anualmente
y que se sustenta en la democracia participativa.
La
disputa por la hegemonía hizo que el
chavismo convocara a elecciones a la Asamblea Constituyente el 30 de julio de
2017. La derecha perdiendo la iniciativa, ha buscado desvirtuar ese proceso
convocando este domingo 16 de julio a un plebiscito para rechazar al proceso
constituyente. Como respuesta, el gobierno convocó también a un ensayo de
votación para la Constituyente. Todo indica que
este último domingo la revolución bolivariana ha ganado de momento la
partida. Resultan dudosos los datos de afluencia al plebiscito que la derecha
enarbola. Contabilizando los centros de votación que instaló y el número de
votos que afirma que obtuvo, se necesitarían 4 segundos por voto para alcanzar
dicha cifra. Por el contrario, las
imágenes de las urnas del ensayo son de una afluencia masiva. Hubo urnas que
cerraron hasta la media noche.
El 30
de julio será decisivo. Pero hoy, el chavismo ha ganado esta batalla por la
hegemonía.
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