Los
migrantes actuales son los herederos de los que provenientes de México y otros
países contribuyeron con su trabajo y miseria a la grandeza de Estados Unidos
de América. Entre ellos se encuentra los 4-5 millones de mexicanos que entre
1942 y 1964, integraron el llamado “Programa Bracero” ideado para dotar de mano de obra barata a la
agricultura estadounidense.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Hace
unos días, el 6 y el 10 de julio del presente año, visité Los Ángeles, California como Secretario Nacional de Derechos Humanos.
En San Bernardino, estuve en un acto frente a
la Agencia estadounidense de Seguridad Interior. Nos solidarizábamos con los reclusos en
huelga de hambre en la cárcel para migrantes de Adelanto. Las condiciones de vida en los 637 centros de
detención para migrantes que existen en Estados Unidos de América se parecen
mucho a las de los campos de concentración. Mala comida, trato despótico,
tiendas con artículos a muy alto precio, llamadas telefónicas carísimas, todo
está diseñado para que las empresas privadas carcelarias que regentean los
centros hagan una inversión mínima y obtengan máximas ganancias.
Los
migrantes actuales son los herederos de los que provenientes de México y otros
países contribuyeron con su trabajo y miseria a la grandeza de Estados Unidos
de América. Entre ellos se encuentra los 4-5 millones de mexicanos que entre
1942 y 1964, integraron el llamado “Programa Bracero” ideado para dotar de mano de obra barata a la
agricultura estadounidense. En 1942 la mano de obra escaseaba en el campo por
los efectos de la segunda guerra mundial.
Por ello se creó un programa de trabajo masivo temporal del cual fueron
protagonistas millones de campesinos mexicanos. El contrato pagado a 30
centavos de dólar la hora, involucraba una estancia de varios meses,
particularmente durante las cosechas, de trabajadores a los cuales se les dio
un trato inhumano. Pésimas condiciones de vivienda y alimentación, jornadas
extenuantes, trato indigno formaron parte de la vida de los braceros mexicanos.
En muchas ocasiones tuvieron que hacer
esperas de varios meses en la frontera mientras los contrataban. Viviendo a la
interperie, sin comida y sin abrigo, no pocos de ellos murieron de hambre frío
y hasta de sed en esa espera.
Entre
1942 y hasta 1964, a los braceros mexicanos se les descontó un 10% de sus
salarios por concepto de ahorro. El monto de esta deducción fue entregado a los
diversos gobiernos mexicanos sin que nunca ese dinero llegara a sus
beneficiarios: los trabajadores agrícolas a los cuales se les hizo esa
deducción. Se ha calculado que el dinero robado asciende ahora con sus
intereses a 5.5 billones de pesos (308 mil millones de dólares) los cuales
tendrían que ser devueltos a los braceros que todavía viven o a sus
descendientes. En lugar de ello, el gobierno el gobierno ha creado un fideicomiso por 300 millones de
pesos (16. 7 millones de dólares) con los cuales les devolvería 38 mil pesos
(2,111 dólares) a cada uno de los sobrevivientes o sus familiares. Se estima a
éstos en un 0.17% del total de braceros que trabajaron.
Pude
encontrarme en la Placita Olvera de Los Ángeles a don Rubén Cerna con sus 80 años a cuestas. Hoy como miles de
braceros sobrevivientes, sigue luchando
por que le devuelvan lo que le robaron. Pese a que ganaron judicialmente, el gobierno les sigue
negando su derecho. Otra de las tragedias neoliberales.
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