La actual ofensiva
reaccionaria global, en la que se recurre a las prácticas terroristas propias
del fascismo no es, como muchos piensan, efecto de un poderío superior de las
huestes de la derecha mundial, por el contrario es expresión de su debilidad,
de su desesperación, de su necesidad de sobrevivencia.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
En medio del fragor de
los combates por intentar detener la ofensiva conservadora en el planeta y en
particular en América Latina y el Caribe, se hace necesario tomar un tiempo
para sistematizar la experiencia, estudiar los errores cometidos y sacar las
enseñanzas de cara al futuro. Las generaciones que tomarán el relevo
agradecerán tener los elementos de juicio que emanan del conocimiento de la
historia local, regional y global, a fin de aprehender formas y métodos de
lucha y entender de manera dialéctica que la batalla por la libertad y la
definitiva independencia es un proceso continuo en la historia.
La validez de esta
aseveración se constata, tras observar la actitud de la candidata presidencial
del Frente Amplio de Chile, Beatriz Sánchez, quien a pesar que su agrupación se
auto califica como de izquierda, tomó distancia de la figura de Salvador
Allende y en una entrevista para una revista de farándula, asumió la visión de
la derecha reaccionaria sobre los alcances que tuvo el gobierno de la Unidad
Popular para su pueblo. No se puede ser de izquierda en Chile ni en América
Latina al margen de la figura señera del Presidente Allende. Si el objetivo de
Sánchez era captar voto, debió saber que ello es imposible de esa manera, por
lo menos entre aquellos que fuimos partícipes agradecidos de la época más
hermosa de la historia de Chile. Tal vez haya sido esa, una de las causas de no
haber cumplido las expectativas de participación en las primarias que hizo su
agrupación. Una Bachelet pudiera ser admitida, pero dos, ya es demasiado. Hacer
gala de ignorancia no exime de ser portador de ella, por eso es importante
dejar constancia de los hechos vividos, de las epopeyas de los pueblos en el
camino de su liberación, donde a cada generación le toca jugar un papel acorde
las circunstancias de cada momento.
La actual ofensiva
reaccionaria global, en la que se recurre a las prácticas terroristas propias
del fascismo no es, como muchos piensan, efecto de un poderío superior de las
huestes de la derecha mundial, por el contrario es expresión de su debilidad,
de su desesperación, de su necesidad de sobrevivencia, de su afán superlativo
por mantener su riqueza y sostener sus niveles de vida, incluso al costo de la
depauperación, miseria y exterminio de parte importante de la humanidad.
Al observar los
acontecimientos actuales, vemos con preocupación que la política está siendo
superada por la irracionalidad, lo cual conduce a que la estabilidad del
planeta se encuentre en un momento extremadamente delicado. Los acontecimientos
en Siria y el Medio Oriente, en el mar del Sur de China, Ucrania y Venezuela,
por poner algunos ejemplos denotan una desembozada actitud injerencista en
algunos casos y de apoyo al terrorismo en otros, de parte de Estados Unidos y
otros países como Arabia Saudita, Israel, Colombia, México y España por
mencionar algunos de los más connotados, los que avalados por la mayor potencia
mundial no sienten obstáculos en su afán de brutal represión interna, mientras
cumplen el mandato imperial de sostener grupos que pretenden retrotraer la
historia.
La irracionalidad es hoy
la norma, una rápida mirada en un buscador de internet poniendo el apellido del
presidente estadounidense y/o de su secretario de estado, junto al nombre de
algunos países, arrojó que en referencia a Siria, el mandatario y su asesor se
han referido 13 veces a ese país dando opiniones distintas y en la mayoría de
las veces contradictorias. Otro tanto ocurrió con Rusia, 8 veces, Irán 5 y
Corea 6. Tras estas cifras se esconde una mezcla peligrosa de ignorancia,
estupidez, soberbia imperial y desprecio por la humanidad que no da certezas
respecto de cuál puede ser la actuación de Estados Unidos frente a uno u otro
hecho y que es posible esperar lo peor.
En un hecho insólito, que
da cuenta de la preocupación, incluso de los otros poderes mundiales por el
desatino con que el gobierno de Estados Unidos está manejando las relaciones
internacionales, en la reunión del Grupo de los 20 (G-20) que se celebra en
Hamburgo, Alemania, 19 países (menos Estados Unidos) decidieron prepararon un
borrador de declaración final en materia de defensa del clima planetario, que
recogerá la opinión contraria de éste, cuyo presidente decidió sacar a su país
del Acuerdo de Paris.
En ese marco de discursos
y actuaciones insensatos, en un acto realizado en Miami, el pasado 5 de julio,
Día de la Independencia de Venezuela el diputado opositor Juan Requesens, con
total desparpajo, afirmó que si se realiza la elección para los miembros de la
Asamblea Constituyente el próximo 30 de julio, eso sería el comienzo de una
guerra, pero que para llegar a ello en la forma de una intervención extranjera,
se debe pasar por la actual etapa de violencia.
Me preguntó que podría pasar en Colombia, España, México, Chile o en el propio
Estados Unidos si un diputado opositor, hace un claro llamado a la intervención
militar extranjera en su país, justificando las acciones violentas de
desestabilización como parte del proceso de creación de condiciones para un
evento fatídico con esas características, para cualquier país.
Casi simultáneamente,
Arabia Saudita después de recibir la visita del presidente Trump, acusó a Catar
de practicar el terrorismo, por lo que decidió romper relaciones con ese país,
además de imponerle férreas sanciones comerciales y económicas. Como dijera una
periodista británica, “…es como si McDonald´s acusara a Burger King de vender
comida chatarra, como si Coca-Cola acusara a Pepsi de exceso de azúcar…”. Con
la total venia de Occidente, la monarquía wahabita desata una criminal guerra
contra Yemen que ha producido miles de víctimas en la población civil y el
mayor desastre humanitario de la actualidad, al mismo tiempo que sigue armando
financiando y organizando al terrorismo en todo el planeta. Como premio, obtuvo
un puesto en el Consejo de derechos Humanos de la ONU.
¿Será que la humanidad no
puede ponerse de acuerdo para ponerle coto a estos demenciales actos de
destrucción y muerte? O, ¿la voracidad capitalista terminará imponiendo sus
códigos de destrucción y avasallamiento? Es evidente que la política en sus
formas tradicionales no ha podido frenar los peligros que acechan al planeta.
La diatriba entre izquierdas y derechas ha sido superada por amenazas de
dimensiones superiores, cuando Estados Unidos sin ambages advierte de la
posibilidad de usar armas nucleares en la península coreana, poniendo en riesgo
a todo el planeta
La contribución de cada
quien, tal vez se circunscriba a su ámbito local, a su entorno más inmediato, a
generar condiciones políticas y económicas que impidan el éxito de la barbarie
capitalista, impedir la guerra, evitar la intervención, a través de una intensa
movilización popular, pero también mediante la organización y la formación de
férreas estructuras de carácter social y popular, como forma de contener el
desenfreno de un modelo que ha hecho del lucro y el consumo sin control, su
razón de ser y su veneno maldito para comprar conciencias y pulverizar
voluntades.
Pero, sigo pensado que a
pesar de todo, “…se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre
para construir una sociedad mejor” como preconizara el Presidente Allende, en
el momento de su paso inmortal a la historia.
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