La verdad completa de
los ya amenazadores desastres que causa y tiende a causar el capitalismo es la
que incluye al propio capitalismo como causa principal de lo que ocurre, y que
en él incluye el colonialismo, como una de sus estructuraciones de relaciones
desiguales construidas para la apropiación del excedente.
Pablo González Casanova / ALAI
Hace menos de un año
“The Economist” –una prestigiada revista inglesa– sostuvo en su editorial, que
Trump representa “una nueva edad de lo que podría llamarse la post-verdad”.
Según la revista, en esta nueva edad sus voceros ya no se preocupan de las
evidencias ni de las ciencias. Esta afirmación es engañosa, pues si Trump
representa la época de la post verdad, al no ocuparse de las evidencias
científicas, tanto “The Economist” como la autollamada “ciencia normal” o
“corriente principal”, hasta en sus posiciones críticas, tampoco respetan la
verdad completa de las ciencias de la materia, de la vida y la humanidad con
una crítica en profundidad. Si los artículos de la revista incluyen al cambio
climático y demuestran que éste tiene un carácter antropogénico, y que es
necesario reconocer “Los acuerdos de París”, tanto Trump como los científicos
del sistema, dejan fuera de su programa y de sus conceptos y explicaciones
expresas otras amenazas a la vida, como el creciente peligro de la guerra
nuclear, y el de varias nuevas fuerzas de dominación y acumulación, capaces de
destruir a la Humanidad, y a la Vida en el Planeta e incluso a las
corporaciones y complejos empresariales-militares-políticos-y- mediáticos que
están haciendo de sí mismos las victimas, en su obstinada obsesión por aumentar
su poder, utilidades y riquezas.
Al mismo tiempo que eso
ocurre entre los que mandan y ganan, y entre sus apologistas, muchos
investigadores que son críticos a medias, como los herederos del “nacionalismo
revolucionario” o de “la teoría de la ‘dependencia’”, insertan el colonialismo
como una variante estructuralista, y al formular problemas y soluciones, no
incluyen al “capitalismo” como causante de la tragedia. Cardozo y Faletto, y no
pocos de sus sucesores, caen en esa “ausencia cognitiva” a la que el propio de
Souza Santos, recientemente se refirió y en la que incurrió.
La verdad completa sólo
se logra si al “colonialismo “y a “la dependencia”, se añade “el capitalismo”
en su situación actual.
Ciencias de la complejidad
La verdad completa de
los ya amenazadores desastres que causa y tiende a causar el capitalismo es la
que incluye al propio capitalismo como causa principal de lo que ocurre, y que
en él incluye el colonialismo, como una de sus estructuraciones de relaciones
desiguales construidas para la apropiación del excedente. Por supuesto los
“normales” tampoco abordan en sus conclusiones los distintos caminos de
emancipación frente a las causas del desastre.
Es más, la verdad
completa sólo se encuentra si entre los argumentos científicos se toman en
cuenta la situación realmente existente del capitalismo actual y los daños que
su atractor principal causa a la tierra, a la vida y a la inmensa mayoría de la
humanidad, todas ellas víctimas de tendencias a agravarse, plenamente
comprobadas.
De la situación
existente y creciente, y de su reconocimiento, derivarán las verdaderas
soluciones, que incluyen al capitalismo actual y la forma en que está empleando
las ciencias de la complejidad con 1º. Los “sistemas complejos en transición al
caos, o del caos”, 2º. Los “sistemas orientados a lograr fines” y 3º. Las
ciencias de la comunicación, de la información, de la semiótica y de la
organización, para diseñar y formalizar los modelos y escenarios con más
probabilidades de maximizar el logro de sus objetivos que son la ley de un
sistema de dominación y acumulación de poder, riquezas y utilidades, y que en
el capitalismo actual sólo se entienden si son objeto de un conocimiento científico
crítico y actualizado de la realidad económica actual y de la ley del valor.
Estas superan su comprensión, aunque deberían tomarse hoy, como punto de
partida de las ciencias de la complejidad.
Hoy no es la ciencia
económica el conocimiento fundamental. Si lo fue en los orígenes del desarrollo
industrial para la crítica del capitalismo clásico, hoy la crítica rigurosa de
las ciencias de la complejidad muestra como éstas esconden la dominación y la
acumulación por “desposesión” o despojo para la acumulación de poder, riquezas
y utilidades, y no inician su argumentación científica con la crítica de la
ciencia económica al servicio del capitalismo. El des-cubrimiento es aún más
exacto cuando a la crítica de las ciencias de la complejidad se añade la crítica
a las ciencias de la comunicación, de la información y la organización, y de
los teatros de lucha y guerra reales y virtuales, así como de las estrategias y
tácticas aplicadas para maximizar el logro del principal atractor del sistema,
mediante la comunicación, la información, la organización, el diseño y la
formalización de estrategias óptimas, para el logro de las metas del sistema y
la confusión sofisticada para que el enemigo o la víctima no distinga entre lo
real y lo virtual. El análisis puede parecer difícil de comprender pero eso se
logrará cada vez más conforme se integren las ciencias de la complejidad, de la
comunicación y de la organización, a la educación y la cultura general, y a
partir de ésta se aprenda a auxiliarse también de los conocimientos de los
“especialistas orgánicos”, y de la “praxis” de los revolucionarios y rebeldes,
en particular de los más originales y profundos, los que se expresan, pon
ejemplo, en escritos como los de Fidel, el sub-comandante Galeano, y Chávez, el
general bolivariano.
En las luchas que éstos
conocen a fondo surgen también los escenarios óptimos de la estructuración de
las fuerzas y relaciones emancipadoras, y las des-estructuraciones de las
opuestas, en que se reconocen las combinaciones varias de lo real y lo formal,
de lo abierto y lo encubierto, de lo legal y lo ilegal, de lo humanitario y lo
criminal, y otras que no sólo combinan, sino articulan, los centros y nodos de
luchas empresariales, militares, políticas, culturales, sociales, y mediáticas,
en espacios y tiempos varios de acumulación primitiva o por despojo, y de
acumulación ampliada del poder y riquezas por la vía del contrato y del
salario, todas variantes en los países metropolitanos y dependientes o
coloniales y en las poblaciones “participantes” o “marginadas”, según el peso
de los trabajadores y pueblos organizados, y en medio de una movilidad
ascendente o descendente que los hace mejorar o perder, según suban o bajen la
productividad tecnológica y la “renta colonial”, lo cual determinó y determina
una creciente diferenciación estructural –no esperada– de la clase obrera y el
pueblo trabajador.
El conocimiento y
reconocimiento de tamaña complejidad es tan necesario como esclarecedor, sobre
todo cuando se ve que, con toda su creciente eficiencia, el sistema no puede
escapar a la ley del valor y a las contradicciones de las relaciones de
explotación que derivan periódicamente en la sobreproducción o el subconsumo, y
que hoy dan al sistema un carácter terminal, con una opción: que los accionistas,
dirigentes e ideólogos de corporaciones y complejos reconocerán si se abren a
la verdad completa y aceptan –aunque sea entre remilgos y rechazos, entre
confrontaciones y negociaciones– la necesaria construcción de un sistema
postcapitalista.
Las nuevas ciencias de
la complejidad y la comunicación de que los expertos se sirven, modelan,
formalizan y escenifican el capitalismo para escoger sus mejores cursos, es
decir, los que con menores costos, alcanzan la mayor eficiencia y eficacia en
el logro de “sus atractores” de dominación y acumulación, todo eso, sin el
menor escrúpulo o reparo en los “efectos laterales”, “buscados” y “no buscados”
por el sistema en cuanto aumentan su poder, ganancias y riquezas, y su dominio
tanto en los mercados como en la explotación del suelo y el subsuelo, de la
tierra, el aire y el agua y de los reinos vegetales, animales y humanos.
El temor a la verdad
Hoy, complejos y
corporaciones, formales e informales, legales e ilegales se desentienden y
“niegan” los efectos producidos por las nuevas fuerzas de producción y por las
nuevas relaciones de producción, incluso las que dañan y amenazan a la
humanidad. Es más, los líderes y beneficiaros de corporaciones y complejos,
persistentemente sacan de su conciencia, si es que ésta llega a incluirlos, los
efectos adversos a la Humanidad de que el sistema es causante. Es más,
accionistas, ejecutivos e intelectuales de la corriente principal colocan los
daños que el sistema causa en un primer lugar de los “conocimientos prohibidos
¡en ‘la sociedad del conocimiento’”! Timor veritatem conturbat me, “El temor a
la verdad me inquieta”, como diría Terencio. Se trata de conocimientos
“negados” o “descalificados” desde el inconsciente, según Freud; o de
“conocimientos incómodos”, en la expresión de Al Gore, y corresponden al
lenguaje que no es “políticamente correcto”.
La verdadera situación
y sus tendencias plantean constantes y crecientes ausencias cognitivas, sobre
las causas principales que las provocan, así como sobre las soluciones a las
mismas. Las verdades sobre las causas son aún más incómodas que la aceptación
de que los males y peligros del sistema amenazan la vida en la Tierra. Sólo
sostener que el cambio climático es “antropogénico”, es decir, consecuencia de
la acción humana, como sostuvo hace tiempo un grupo de científicos de la
Universidad de East Anglia, hizo objeto a los investigadores y a su director de
incontables acusaciones y descalificaciones. La gran prensa y numerosas
organizaciones, acusaron al director y a los investigadores de haber manipulado
los datos de sus computadoras borrando aquéllos que dis-confirmaban sus tesis.
El escándalo se dio en periódicos, gobiernos y universidades y fue tal que la
Academia Inglesa de Ciencias nombró una comisión de sus especialistas para que
aclararan si tenía base o no la acusación. La Comisión rindió un informe en el
que hizo ver que los datos borrados por el equipo correspondían a una práctica
de corrección y desecho de datos falsos, que es habitual en todo investigador,
y que nada de lo “borrado” “disconfirmaba” la tesis de que el cambio climático
es antropogénico. El escándalo siguió y fue tal que el Parlamento Británico
decidió designar otra comisión de científicos cuyas conclusiones fueron
exactamente las mismas de sus antecesores. Es más, dos connotadas revistas
científicas norteamericanas defendieron al grupo y sus tesis. La revista
“Nature” hizo una defensa abierta, y “Scientific American” publicó un número
entero sobre el tema, en que todos los artículos de los más distinguidos
especialitas confirmaban, una por una, las tesis del grupo de East Anglia, cuyo
director por cierto acabó renunciando...
Un ejemplo más reciente
sobre la negación del problema y sus verdaderas causas, es el del Presidente de
la Academia Norteamericana de Ciencias sobre “Los Acuerdos de París”, cuyas
resoluciones ni siquiera son “vinculantes”, es decir no son obligatorias para
quienes las suscriben. Cuando Trump decidió retirar a Estados Unidos de “Los
Acuerdos de París” –que unieron a todos los países del mundo–, y tomó esa
decisión bajo el pretexto de que las tesis de los “Acuerdos” no se sostenían y
eran inventadas, como una prueba de que no tenían ninguna validez y como prueba
de su personal coherencia, nada menos que echó a andar las industrias del carbón,
uno de los más agresivos causantes de la polución atmosférica, del
calentamiento global y de uno de los más amenazadores efectos de éste en la
biósfera, con repercusiones en el Polo Norte y el Polo Sur, como el
derretimiento de las zonas de los grandes hielos, a la que sigue el crecimiento
del nivel de los mares, y la intensificación de los huracanes, de las tormentas
y las inundaciones de campos y ciudades.
A tamaña
descalificación del Presidente de Estados Unidos, el Presidente de la Academia
Norteamericana de Ciencias decidió publicar una carta sobre la certezas de la
comunidad que representa, basadas en las investigaciones de los especialistas
en peligros climáticos; pero al referirse a los causantes de los males, salió
con una ingeniosa y lamentable afirmación en que se echó y les echó la culpa a
los científicos por haber abierto “la caja de Pandora”... Lejos de él estuvo
decir la verdad completa. Prefirió auto-flagelarse y flagelar a los suyos,
empleando una cierta ironía culta y un sentido del humor más o menos
indefinido. Lejos estuvo de él pensar y decir lo que Elmar Altvater, profesor
de la Universidad de Berlín, ha sostenido fundadamente, y es que el cambio
climático y sus peligros para la vida en la Tierra tienen como origen al
sistema capitalista, cuyo atractor principal, por cierto, –y lo decimos una vez
más– es la acumulación de poder, riquezas y utilidades.
El temor a la verdad
completa oculta que “Los Acuerdos de París” son mínimos en relación al costo de
los daños causados y por venir, y solamente se han cumplido en parte,
insuficiencias a las que se añaden nuevos problemas con las soluciones que se
han puesto en marcha –muchas de las cuales buscan sólo medidas técnicas dentro
del sistema vigente–. Esas técnicas en buena parte y para colmo se han
convertido en nuevos negocios de quienes venden “técnicas para protegerse del
calentamiento global y otras amenazas”, o para salvarse de ellas… sin que el
sistema tenga la menor posibilidad de llevar a los hechos, una verdadera
solución.
Nuevamente el temor a
la verdad completa, de que mientras el capitalismo domine al mundo, ni va a
cubrir los daños que causan sus negocios con pérdidas que acabarían con ellos,
ni va a dejar de producir, deliberadamente, mercancías de caducidad calculada
con muchas de ellas “integradas como un todo compacto” en que si se decompone
una parte deja de funcionar todo y, por grande que sea éste, se convierte en
basura.
La verdad completa es
que los negocios han prosperado desde que el sistema impulsó la sociedad de
consumo y el consumo de masas con una exitosa publicidad de refrescos, comidas,
y varios artículos más de “primera necesidad” y de baja que están creando
también inmensos basureros en los mares, los campos y las ciudades, cuyos daños
se hallan lejos de ser resueltos por un sistema que los produce para hacer
inmensos negocios… con la basura…
Proyectos enmancipadores
Males y remedios tienen
mucho que cambia y mucho que persiste. Entre sus variaciones destacamos las dos
principales y que siguen siendo plenamente válidas en el mundo entero: la
democracia, y el que ésta sea efectiva, lo que sólo se dará si se logra que el
sistema sea poscapitalista. ¿Cómo lograrlo?, ese es el otro gran problema que
aquí sólo apuntamos.
Por lo que se refiere a
los remedios, la solución persistente es la que planteó, –en la Revolución
Francesa de 1789–, el ala izquierda de la Asamblea General. Cuando se discutía
en quien debía recaer la Soberanía, y unos sostuvieron que en la Monarquía,
mientras otros que en la República, la Izquierda sostuvo que el Soberano debía
ser el pueblo. Esa profunda solución no se aprobó y en medio de todas las
redefiniciones y aportaciones a la libertad humana que surgirían en los
movimientos emancipadores –como el respeto a toda religión, creencia humanista,
o diferencia de raza, edad, sexo y afinidades sexuales– y como el renovado peso
que se dio con el radicalismo liberal y la revolución cubana a la organización
moral y a la práctica del poder real del pueblo para que tome las decisiones
definitivas, con todo y eso, la palabra “Democracia” dentro del capitalismo se
vació de su contenido real y fue usada como disfraz de repúblicas y monarquías,
de oligarquías y burguesías, y de regímenes y clases dominantes que para nada
hacían efectiva la soberanía del pueblo, el poder real del pueblo y sólo usaban
el término para ocultar su verdadero autoritarismo.
La transformación de la
revolución popular en revolución burguesa, acompañada de los cambios que
produjo la Revolución Industrial, dio pie a la aparición de empresas con un
creciente capital fijo integrado en gran parte por maquinarias, y que sustituía
el trabajo servil por un trabajo asalariado, –correspondiente al llamado
capital variable, o que el capital empleaba para el pago de míseros salarios, quedándose
con la mayor parte de la riqueza producida. Fue una época aquélla en que el
capital empezó a exaltar una promesa de Progreso Generalizado que nunca cumplió
y así ocultó un despojo al que los grandes economistas como Adam Smith y
Ricardo no consideraron y del que a poco tiempo Marx y el Marxismo dieron
cuenta con un conocimiento a la vez crítico y científico, cuyo análisis de la
Sociedad y no sólo de la Naturaleza, aportaba a la ciencia el saber preciso de
una categoría hasta entonces ninguneada por filósofos y utopistas, y que no
sólo planteaba la necesaria lucha contra el poder de burguesías y aristocracias
sino contra la dominación para la explotación de unos hombres por otros –de
aquélla que los oprimidos y explotados, tendrían que liberarse mediante la
creación radical y revolucionaria de un sistema socialista–. Su planteamiento y
el de sus sucesores todavía no incluyó en un primer plano el gran peso que
requeriría del poder de las clases y pueblos dominados y explotados, que
necesitarían organizar su propio poder en una democracia, actual y moral,
respetuosa de la libertad y de las diferencias y valores de sus componentes.
El proyecto
emancipador, entre grandes tropiezos, se enriquecería como concepto liberador
con el liberalismo radical de José Martí en la segunda mitad del siglo XIX, con
los movimientos de la juventud del 68, con los de Cuba y los de La Lacandona
del Sureste Mexicano encabezado por los indios mayas y por algunos jóvenes
rebeldes que se integraron a ellos.
La explicación de tan
complejo proceso debe buscarse en la verdadera historia que sucedió a la
revolución de 1789 y a la revolución industrial, en aquélla con sus
ofrecimientos profundos largamente olvidados tras la contrarrevolución que
llevaron a cabo burguesías, aristocracias y ejércitos, y ésta con la verdadera
historia de lo que sucedió, en que con la industrialización la contradicción
creciente entre explotadores y explotados, primero llevó a una gran ola
revolucionaria que estalló en l848 y que tras ser derrotada, inició todo un
largo período histórico en que se combinaron las políticas revolucionaras y las
reformistas, con las de poderosos dominios monopólicos en las metrópolis y su
expansión en las colonias, bajo procesos que, durante un tiempo, permitían el
reparto del mundo y que al llegar sus crisis de producción y consumo, de
recursos naturales y de mercados derivaban en guerras “mundiales” entre las
grandes potencias. En todos esos procesos que se repiten en su secuencia hasta
nuestros días, la solución al problema no sólo se volvió esencial para los
trabajadores formales e informales, ni sólo para los países coloniales y
dependientes, o para los imperialistas sino para toda la Humanidad.
Seguir hoy el camino de
las viejas soluciones lleva siempre, por un lado, a disminuir lo poco de
derechos que pueblos y trabajadores tienen, y dadas las armas de que hoy
disponen las grandes potencias, y otras naciones más o menos aliadas, a privar
de todo sentido una guerra mundial, pues no sólo por la cantidad de países que disponen
de armas nucleares, sino porque éstas son más poderosas y efectivas que nunca,
todo hace también más válida que nunca la teoría de una “guerra de destrucción
mutua” (“Mutual Assured Destruction”), que acabaría con la vida en el Planeta.
Y el problema no es
sólo ese, sino el de una nueva Revolución Industrial, que está robotizando el
trabajo, y dejando sin capacidad de consumo a miles de millones de habitantes y
a no pocos de los que hoy tienen capacidad de compra. Es más, el tipo de
socialismo conocido como socialdemócrata o keynesiano, o el que se conoce como
socialismo marxista-leninista de Estado, han perdido sentido con las políticas
neoliberales, y con las de una nueva “nomenclatura burguesa” que realizó la
mayor “acumulación primitiva” conocida en la historia, en que sus
beneficiarios, ya como capitalistas, usan la lógica del capitalismo de Estado
tras la abierta restauración del capitalismo. La solución y freno a tan trágico
desenlace está en la Revolución Cubana, que organizó la democracia, armada de
moral y fusiles, de todo el pueblo con un espíritu que cada vez adquirió más un
carácter defensivo frente a una ofensiva integral contra la sociedad, el
mercado formal y el estado-pueblo.
La solución aparece
también entre los indios y las comunidades campesinas y los sectores y zonas
marginados de México que con los mayas y otras etnias practican la rica cultura
del “nosotros” que tanto estudió Carlos Lenkersdorf, profesor de la UNAM, y que
enfrenta tanto en las palabras como en los actos a la cultura debilitante del
“yo” que el enemigo fomenta con el “individualismo”. Hoy, a la creatividad de
esos caminos de transición a otra democracia y otro socialismo se añade la
lucha heroica de Venezuela contra el imperialismo y sus oligarquías, en que se ha
organizado un frente del bajo pueblo, de los trabajadores del campo, las
ciudades y el petróleo, fuertemente apoyado por amplios grupos de los sectores
medios, y nada menos que por el ejército bolivariano que encabezó Chávez
–brillante ideólogo de la soberanía del pueblo y de la necesaria unión de
Latinoamérica en la lucha por la democracia y el socialismo–.
Todos los movimientos
señalados, en la junta de proyectos ancestrales y contemporáneos intentan un
camino que, en lo que se pueda sea pacífico, y esté preparado para defender los
intereses comunes, la libertad, y la justicia personal y social, en un proceso
que se dará –entre conflictos y consensos– procurando en todo caso sostener la
solución política que más los aleje de la vía armada, y construyendo la
soberanía de los pueblos, que no se toma sino se construye desde abajo y con
los de abajo, ideal que se originó en la Revolución Francesa y que tanto se
enriqueció con las experiencias posteriores.
- Pablo González Casanova
es Ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Miembro
honorario de ALAI.
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