Cada cambio
de humores o exhortación expresada por Macri intenta trasladar
responsabilidades a la oposición, ahora se habla de reperfilamiento de la deuda
que, dicho en criollo es reconocer el default y renegociar nuevos plazos con el
FMI, intentado compartir este artilugio con el Congreso de la Nación, cuando
todo lo ha hecho el Poder Ejecutivo en soledad.
Roberto Utrero Guerra / Especial para
Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
Los humores
del rey siempre han preocupado a la corte primero y al pueblo después. Unos
porque perdían privilegios y el resto, por los castigos a que podían ser
expuestos. Por eso siempre se ha requerido de personas especiales que
halagaran, entretuvieran, y captaran la atención regia, sirviendo de contención
a los excesos de ansiedad, ira o locura del soberano. He ahí la utilidad del
rol cumplido por los bufones desde el Medioevo en adelante. Los únicos que,
entre broma y broma, se animaban a la crítica irónica si era necesaria.
Si bien con
las democracias modernas desapareció la nobleza y sus bufones, jamás
desaparecieron consejeros intrigantes o personajes místicos que amortiguaran
los estados de ánimo de los mandatarios.
Después de
idas y venidas desde las PASO, el presidente Mauricio Macri volvió a culpar al
resultado adverso de las mismas a la actual situación económica. Su humor de estas
dos semanas ha sido cíclico: del enojo al perdón, del desencanto al renovado
entusiasmo conforme el estímulo externo recibido. No sabemos quién oficia de
bufón si es que existe; aunque la experiencia advierte algún íntimo consejero,
más allá de la almohada.
Fiel a su
estilo de echar culpa a los demás sobre su gestión de gobierno, el cambio de
Ministro y la misión del Fondo Monetario, volvieron a ponerlo contra la
oposición. Sin embargo, el sábado a la tarde una manifestación de partidarios
macristas convocada por el actor Luis Brandoni desde España, volvió a llenarlo
de optimismo frente a las próximas elecciones de octubre.
Lamentable lo
del celebrado actor, famoso por su personaje del Gallego Antonio Soto, líder en
el épico film La Patagonia rebelde, donde el Coronel Varela fusila a más de
1500 huelguistas o, el del viejo anarquista en la recientemente estrenada La
odisea de los giles que narra la epopeya de unos vecinos estafados por el
corralito en la crisis de 2001. Contradicciones entre su origen radical, su
trayectoria como diputado nacional de dicho partido y su adhesión al macrismo.
Lamentable
también lo del director Juan José Campanella, que en el 2001 hizo Luna de Avellaneda,
El hijo de la novia, luego El secreto de sus ojos y ahora, El cuento de las
comadrejas.
Entonces es
lícito creer que el espanto aglutina tanto como el odio gorila cultivado a
Cristina y lo que el pensamiento hegemónico identificara como K, más allá del
filomacrismo que pueden demostrar estos promotores de apoyo al presidente.
De allí que
conviene detenerse a ver pasar a esas señoras bien vestidas y perfumadas, a aquellos caballeros al volante de coches de
gama que se hicieron presentes para respaldar al mandatario, expresando su
repudio de volver al pasado, mirando con desdén a los desarrapados librados a
la calle que merodeaban por las veredas. Damas patricias que reclamaban el
espacio público mancillado reiterada y masivamente por obreros, desocupados,
agricultores repartiendo verduras gratis, diversas organizaciones sociales,
como otros grupos solidarios que confluyeron con ollas populares. En definitiva
la fealdad de la pobreza, el gusto chusco. La paquetería más elocuente y recoleta
se dio cita, citada por estos artistas a quienes la realidad social no les ha
golpeado el bolsillo ni el corazón. Una pena dado que el arte mostró más que
nada la crónica del saqueo de aquellos años, saqueo reiterado en estos días por
los mismos de siempre.
Vale la pena
mencionar el acontecimiento placero dado que es el único que le ha dado apoyo,
para el que fueron abiertas las rejas que protegen a la Casa Rosada y saludara
el presidente desde el balcón a la muchedumbre que lo vivaba desde abajo.
Como un
adolescente selfie se complicaba con
la cámara que lo filmaba, mientras que la primera dama, cual reina de corazones
le apoyaba la mano en el hombro, como si estuvieran en una fiesta de
cumpleaños. Él mirando la lente, de espaldas a la multitud de fondo, ella
sonriendo tras su marido, luego ambos con los brazos extendidos hacia la gente:
él con sus vivas y puños cerrados, ella con la bandera argentina sacudiéndola;
seguramente les devolvieron la ilusión. Los convencieron de un posible triunfo
próximo.
El Fondo ni
los mercados pensaban lo mismo, mucho menos la mayoría silenciosa que votó a la
oposición, la que en todo momento ha intentado recordarle al presidente su rol
de conductor. En ese sentido han corrido rumores sobre la frágil gobernabilidad
y el adelantamiento de la fecha eleccionaria, cuestión práctica y legalmente
imposible.
Cada cambio
de humores o exhortación expresada por Macri intenta trasladar
responsabilidades a la oposición, ahora se habla de reperfilamiento de la deuda
que, dicho en criollo es reconocer el default y renegociar nuevos plazos con el
FMI, intentado compartir este artilugio con el Congreso de la Nación, cuando
todo lo ha hecho el Poder Ejecutivo en soledad. Artilugio que ya desencadenó
una subida del dólar a más de 63 pesos, con un riesgo país de 2112 y una
estampida inflacionaria en los artículos de primera necesidad.
Fiel a la
sensibilidad de hielo imperante, la Administración Nacional de la Seguridad
Social ANSES, dejó que el Fondo de Garantía de Sustentabilidad fuera utilizado
para operaciones non sanctas y ahora, ha
modificado el pago de las asignaciones familiares, dejando desprotegidas a las
capas más vulnerables de la sociedad: niños, discapacitados y ancianos.
Este
miércoles marcharon miles de personas del movimiento Barrios de pie al obelisco
e instalaron cientos ollas populares, solicitando la emergencia alimentaria
nacional. Por su parte, el candidato a presidente Roberto Lavagna, propone
declararla por el término de siete meses.
Con este
clima de fondo, la cuenta regresiva hacia el 27 de octubre cobra gravedad ante
los humores presidenciales, los íntimos caprichos, caprichos compartidos entre
los chicos ricos incomprendidos que no comprendieron el mensaje de “la encuesta
más cara” como identificó Macri a las PASO, dado su negro resultado.
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