Para liberarnos precisamos rescatar la herencia
cultural y a partir de ella inventar soluciones originales. No podemos utilizar
lo que no conocemos, ni aplicar lo conocido sin analizarlo y valorarlo.
Luis
Britto García * / ALAI
1. Al nacer sólo tenemos instintos; mediante el
aprendizaje o la invención pasamos a compartir el repertorio de creaciones que
llamamos cultura: el código que organiza nuestra conciencia y conforma
estructuras y acciones del organismo social. Es un código en perpetua formación
y desintegración: su primera tarea es determinar qué pertenece al organismo y
qué es extraño a él. Como el código genético, evoluciona mediante mutaciones
internas e intercambiando códigos fecundantes con otras culturas. Si estas
operaciones lo habilitan para definir su ser y funcionar dentro de su entorno,
perdura. Si destruyen su esencia y la inhabilitan, sucumbe. América Latina y el
Caribe es un concepto cultural. La cultura es la clave para destruirla o
liberarla.
2. Para liberar América Latina y el Caribe es
preciso reelaborar con sentido nuestroamericano los legados de la tradición
popular y de la religión. La tradición expresa los poderes creadores del
pueblo, pero a veces nos llega tendenciosamente influida por valores y
prejuicios de clases y culturas opresoras: librémosla de tales remanentes. La
Iglesia católica se aproxima al socialcristianismo europeo, las confesiones
protestantes a sus casas matrices estadounidenses. Nuestro cristianismo tuvo
curas obreros, mártires combatientes como Camilo Torres, víctimas indefensas
como monseñor Romero, o poetas cuya mística reside en la sencillez, como Cardenal.
Lo original de la cristiandad americana es la Teología de la Liberación, unión
de la comunidad antes que herramienta ideológica de dominación de oligarquías.
Si religión ha de haber, que no sea instrumento de Roma ni de Washington.
3. Para liberar América Latina y el Caribe,
renovar el vehículo de transmisión de la cultura que es la educación. A fin de
que sirva como herramienta para la liberación se debe reformar su alcance, su
desigual accesibilidad, la cuantía de su inversión, los aparatos culturales que
la transmiten, sus contenidos, su relación con las necesidades reales de la
sociedad y sus métodos. La educación privada sirve a los intereses y puntos de
vista de las clases privilegiadas. Tales transformaciones sólo pueden ser
logradas por el Estado Docente. El promedio de años de escolaridad y porcentaje
de educandos que culminan sus carreras en nuestra región está por debajo del
promedio del planeta y del Este asiático. Para el año 2000, en el mundo el
promedio de años de escolaridad era de 6,7; en África Subsahariana, de 4,5; en
América Latina y el Caribe, de 5,7; en el Este Asiático, de 6,5; en los países
desarrollados, de 8,8. Para 1995, en el mundo entero culmina la educación
secundaria un 35% de los habitantes; en el Este Asiático lo logra más del 43%;
en América Latina, poco más de un 20%. Para el mismo año, en el mundo entero
termina la educación superior más de un 19% de la población; en el Este
Asiático más de un 17%; en América Latina poco más de un 12% (Pineda, José G.:
“Educación y crecimiento económico: un enfoque multidimensional”. Revista BCV
vol XIX N°2, Caracas, julio-diciembre 2005, 124.-128).
4. Para liberar América Latina es preciso
reestructurar programas de enseñanza y de investigación científica
orientándolos hacia problemas y necesidades de la región. Con frecuencia el
pensum está cargado de contenidos ajenos a ella; lo mismo suele suceder con los
programas de las investigaciones científicas, que a veces simplemente replican
o corroboran lo ya logrado en el exterior. Por el contrario, hemos de promover
nuestra capacidad creativa, para sacudirnos el yugo foráneo de patentes y
propiedad intelectual.
5. Para liberarnos, multiplicar instituciones
dedicadas al estudio de América Latina y el Caribe y de nuestras
particularidades. Estados Unidos alberga cerca de medio millar de institutos y
centenares de tanques de pensamiento que nos escrutan: en nuestra región no
pasan de la docena los entes de relieve dedicados a tal fin. Mientras no
reflexionemos sistemáticamente sobre nosotros mismos, otros lo harán, en
nuestro perjuicio.
6. Para que la cultura cumpla su función
liberadora es preciso reorientar el aparato comunicacional hacia finalidades de
educación y servicio público. Los medios privados tienden a reciclar contenidos
meramente mercantiles y ajenos. La formación del ciudadano promedio depende
cada vez más de emisores que incesantemente le suministran contenidos
alienantes. Cuanto menor es el nivel socioeconómico del público, más tiempo
pasa ante el receptor de televisión. Para corregir tales situaciones urge
aumentar el número de medios de servicio público, alternativos y comunitarios;
regular legalmente el funcionamiento de los emisores, educar a los usuarios y
alentar y promover en estos la participación crítica en los medios.
7. Para liberarnos mediante la cultura es preciso
destinar apropiaciones significativas de los presupuestos para educación,
docencia, creación cultural, investigación y difusión. Todo esfuerzo en el área
requiere de la elevación del porcentaje del PIB que se dedica a Educación. En
Venezuela este índice, que era de 3% en 1999, fue progresivamente elevado hasta
situarse en 7,5% en 2003 y superar el 8% del PIB en 2005. Gracias a ello uno de
cada tres venezolanos estudia; uno de cada nueve cursa tercer nivel y ocupamos
un quinto nivel mundial en matrícula universitaria.
8. Para liberarnos precisamos rescatar la
herencia cultural y a partir de ella inventar soluciones originales. No podemos
utilizar lo que no conocemos, ni aplicar lo conocido sin analizarlo y
valorarlo. Ambas operaciones son indispensables para un rescate de la herencia
cultural, que nos permita forjar una adecuada visión de nosotros mismos desde
una perspectiva propia, juzgar nuestros desaciertos y virtudes, corregir los
unos y exaltar las otras. La cultura es la conciencia de una sociedad.
Revolución es cultura en acción.
* Ponencia ante el Foro de Sao Paulo, Caracas,
Venezuela, 25 al 28 de julio de 2019
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