Es incalculable el daño
que ocasionaría al país austral, el cumplimiento del diabólico fallo del juez
Griesa. Aunque se ha dicho mucho, conviene repetirlo: implicaría que Buenos Aires
tendría que entregar en cuestión de semanas 15 mil millones de dólares a los
buitres que rehusaron entrar en la reestructuración promovida por los gobiernos
de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner para cancelar la deuda resultante de
la debacle financiera de 2001.
Ángel Guerra Cabrera / LA JORNADA
Los fondos buitre
compran bonos devaluados de países en quiebra o con problemas financieros para
luego cobrarlos a precios exorbitantes usando recursos inconfesables.
Paul Elliot Singer y los
hermanos Charles y David Koch son personajes importantes de esta historia. El
primero, calificado por el canciller argentino Héctor Timmerman como “el
inventor de los fondos buitre” dirige Elliot Managemet Corporation, que
en no disimulada complicidad con el juez de Nueva York Thomas Griesa intenta
cobrar una millonada a Argentina por bonos chatarra comprados después de la
crisis de 2001.
Singer y los Koch son
multimillonarios y “filántropos”, sustanciales contribuyentes a los candidatos
de extrema derecha del Partido Republicano, especialmente a los del Partido del
Té, y camaradas de armas en la lucha por la libertad absoluta de los mercados,
contra la educación y la salud públicas, los impuestos y la redistribución de
la riqueza.
Los Koch aportan
generosamente a las campañas negacionistas del cambio climático, a las
fundaciones más reaccionarias del país y a las universidades que propagan su
agenda ultraliberal. Su compañía Koch Industries es la segunda más grande de
Estados Unidos(petróleo, gas, energía, finanzas y un largo etcétera). Gozan de
gran influencia en la Suprema Corte, la misma que se negó a considerar siquiera
la demanda argentina contra los fallos del juez Griesa y de un tribunal de
apelaciones a favor de la buitre Elliot Managemet Corporation. Y aquí entra la
contrarrevolución cubana (http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/07/01/quien-le-disparo-a-argentina/).
Acuso otra vez a Estados
Unidos por su guerra contra los gobiernos independientes de América Latina y el
Caribe, los que no aceptan los dictados del consenso de Washington y conducen
una política soberana. Una guerra con varios teatros de operaciones:
financieros, económicos, culturales, políticos pero que incluyen el uso de la
violencia pues allí están los golpes de Estado, fallidos o exitosos, contra
Venezuela (2002), Bolivia (2008), Honduras (2009), Ecuador (2010), Paraguay
(2012) y la sangrienta incursión yanqui-uribista en Ecuador (2008).
Procesos de
desestabilización terrorismo mediante como en Venezuela desde febrero de este año,
o de terrorismo mediático y guerra financiera contra Argentina, o la permanente
política de subversión contra Cuba en todos los terrenos. En este tipo de
nuevas guerras las armas utilizadas en muchos casos y fases del proceso no son
las comunes en las guerras convencionales. Aunque en etapas ulteriores se
empleen armas de destrucción masiva, como en Afganistán e Irak, las apoya un
barraje de fuego permanente disparado desde el oligopólico complejo de medios
de difusión imperialistas.
Nada de esto es nuevo en
la guerra pero desde que se inició la eufemísticamente llamada guerra contra el
terrorismo Estados Unidos hace más énfasis en los recursos aparentemente no
militares para disimular las intenciones de desestabilización y conquista. Y
cuando lo cree posible, lanza ataques directos de sus fuerzas militares o de
sus compinches.
Es incalculable el daño
que ocasionaría al país austral, el cumplimiento del diabólico fallo del juez
Griesa. Aunque se ha dicho mucho, conviene repetirlo: implicaría que Buenos Aires
tendría que entregar en cuestión de semanas 15 mil millones de dólares a los
buitres que rehusaron entrar en la reestructuración promovida por los gobiernos
de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner para cancelar la deuda resultante de
la debacle financiera de 2001. Cantidad equivalente a la mitad de las reservas
internacionales de Argentina y que tendería a aumentar exponencialmente pues el
93 por ciento de los bonistas que aceptaron las condiciones de Argentina en la
reestructuración demandaría el mismo trato que exige Griesa para los buitres.
El objetivo es arrasar con el país y la obra de redistribución de la riqueza y
solidaridad latino-caribeña realizada por los gobiernos Kirchner, postrarlo por
hambre y desesperación, devolverlo al entreguismo de los gobiernos anteriores.
Argentina ha contado con
creciente solidaridad del Alba, Unasur, la Celac, el G77 más China, el
Movimiento de los No Alineados y seguramente recibirá el apoyo de todos los
cancilleres latino-caribeños en la OEA. Ni a Washington le conviene que Griesa
siente un precedente que puede desacreditar más aún al putrefacto sistema
financiero internacional. Argentina ganará esta pelea porque su gobierno es
digno y no se va a arrodillar.
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