Más allá de los
intercambios comerciales y la búsqueda de aliados políticos en el escenario
mayor de las tensiones globales, Rusia tiene hoy una mirada mucho más amplia,
comprensiva y plural sobre América Latina y sus singulares procesos políticos.
¿Podremos aprovechar las oportunidades que se abren con este acercamiento?
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Los presidentes Vladimir Putin y Cristina Fernández sostuvieron reuniones en la Casa Rosada de Argentina. |
Un primer balance de la
reciente gira latinoamericana del presidente Vladimir Putin, con escalas en
Cuba, Nicaragua, Argentina y Brasil, confirma el interés de Rusia por elevar el
nivel de la relaciones con nuestra América en todos los niveles. Con decenas de
acuerdos bilaterales firmados, en ámbitos como la explotación petrolera y
electricidad, el desarrollo de infraestructura portuaria y aeroporturia, salud
y cultura con Cuba; comercio, cooperación tecnológica en materia de energía atómica,
comunicación, televisión digital e industria cultural, asistencia legal y
derecho internacional, investigación espacial, seguridad, con
Argentina; cooperación económica y comercio,
intercambio tecnológico, defensa, explotación de gas, salud y educación, con
Brasil; pocos podrían dudar del interés de Moscú por afianzar su
presencia y cooperación con una región a la que considera estratégica en el
desarrollo de su política exterior.
Antes de emprender su
viaje con rumbo a La Habana, el presidente Putin concedió una entrevista a las
agencias de noticias Prensa Latina e Itar-Tass, cuya lectura nos parece
imprescindible para entender las nuevas tendencias del sistema internacional y
el lugar que nuestra América ese complejo ajedrez geopolítico.
El mandatario no solo
se mostró como un conocedor de la historia y de la cultura latinoamericana, con
referencias que iban desde las artes plásticas a la música, o de la literatura
a la política y las luchas independistas; sino que además expuso ampliamente su
visión sobre nuestra región, a la que reconoció, por un lado, como “una fuente riquísima de recursos naturales, los cuales
son el petróleo y la bauxita, el agua dulce y los alimentos”, y en esa medida, destino de las inversiones rusas; y por otro lado,
destacó como un ejemplo a seguir la experiencia reciente de varios países “en la creación de un modelo sostenible de
desarrollo democrático y crecimiento económico, un modelo con un componente
social significativo”.
Además, Putin resaltó los avances en materia de integración, y en
particular, celebró la buena disposición de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que actualmente preside Costa Rica, para
establecer vínculos con países fuera de la región, como China y Rusia. La
CELAC, un organismo que expresa la nueva correlación de fuerzas políticas en el
continente, y que tiene como fundamentos las visiones martianas y bolivarianas
sobre el futuro posible de América Latina, atrae el interés del mandatario
ruso, quien destacó su importancia como “una
asociación de todos los países del continente diseñada para ser el foro de
consulta sobre asuntos regionales, sin participaciones ni impertinentes
intervenciones del exterior”.
Putin también se
refirió al potencial de las relaciones ruso-latinoamericanas y lo que estas
pueden aportar a la construcción del mundo multipolar que se configura en las
primeras dos décadas del siglo XXI: “Estamos interesados en una
América Latina unida, fuerte, económicamente sostenible y políticamente
independiente, que se está convirtiendo en una parte importante de un mundo
policéntrico y emergente”, dijo a las agencias de
noticias. Un mundo al que el presidente ruso
caracteriza como “global
e interdependiente”, en el que “ningún Estado o grupo de Estados puede
resolver los principales problemas internacionales por su cuenta”, y donde
–aseguró- “los diversos desafíos y
amenazas de los tiempos modernos exigen negarse a los intentos de imponer a
otras naciones los modelos de desarrollo ajenos. Esa actitud ya había
demostrado su impotencia”.
Sin obviar el hecho de
que estos acercamientos entre Estados siempre tienen un fuerte contenido
económico (por ejemplo, el comercio ruso-argentino de la última década alcanzó
los 1800 millones, con una tasa de crecimiento del 16% el año pasado), lo que
por sí mismo debería llevar a un análisis minucioso y un debate sobre sus
beneficios y riesgos en cada uno de nuestros países, lo cierto es que tanto las
declaraciones como los gestos diplomáticos expresados en esta visita evidencian
que, más allá de los intercambios comerciales y la búsqueda de aliados
políticos en el escenario mayor de las tensiones globales, Rusia tiene hoy una
mirada mucho más amplia, comprensiva y plural sobre América Latina y sus
singulares procesos políticos. ¿Podremos aprovechar las oportunidades que se abren con este acercamiento?
En un mundo que cambia
y crea nuevos desafíos para los Estados, los gobiernos y los pueblos, y en el
que los viejos paradigmas van siendo relegados por las nuevas realidades
emergentes, para nosotros, como latinoamericanos, en la tarea de pensar y
analizar nuestro futuro parece más vigente que nunca aquella exhortación que
nos legara José Martí en aquellas palabras de 1891: “El
pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse,
vende a más de uno. (…) El pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios.
Distribuya sus negocios entre países igualmente fuertes. Si ha de preferir a
alguno, prefiera al que lo necesite menos, al que lo desdeñe menos…”
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