Trump no es el inventor
de las teorías racistas que pregona, sino solo su difusor más eficiente. En
realidad, ellas han sido elaboradas por la ‘intelligentzia’ del sistema al que
representa, como parte de sus teorías de guerra.
Jorge Núñez Sánchez / El Telégrafo (Ecuador)
A comienzos del siglo
XIX, EE.UU. ocupó los territorios mexicanos del norte usando a su favor una
bomba demográfica importada: invitaron a venir de Europa a todos los pobres que
quisieran paz y tierra y los enfilaron hacia la ‘Conquista del Oeste’, para
volver irreversible lo que su ejército había tomado por la fuerza: Tennessee,
las Floridas, Texas, Nuevo México, Colorado, California, Nevada, Montaña, etc.
Y luego se prodigaron en invasiones, ocupaciones y despojos contra los países
latinoamericanos.
Pero los tiempos
cambian. Ahora los latinos del Sur tienen su propia bomba demográfica y, gracias
a ella, van recuperando los territorios perdidos. Es más: han ido ocupando
silenciosamente y sin armas otros territorios de importancia, como Nueva York,
Nueva Jersey, Illinois y hasta el mismo corazón político de EE.UU., el distrito
de Columbia, donde ya hay casi una mitad de hispanohablantes. Así han ido
hispanizando a EE.UU., al punto que se afirma que después de 50 años ese país
podrá ser considerado uno más de la América Latina.
Ese es el trasfondo
contra el que debe verse la emergencia del grotesco anglopopulismo de Donald
Trump, ese millonario prepotente que amenaza a México y que exalta entre la
gente ordinaria de su país, afectada por el desempleo, una política de miedo y
resentimiento contra los inmigrantes latinos. Pero Trump no es el inventor de
las teorías racistas que pregona, sino solo su difusor más eficiente. En
realidad, ellas han sido elaboradas por la ‘intelligentzia’ del sistema al que
representa, como parte de sus teorías de guerra. Y entre las mentes que las han
motivado o concebido ocupan un lugar destacado académicos como David M.
Kennedy, Mark Krikorian, Morris Janowitz, Robert Kaplan, Abraham Lowenthal y,
sobre todo, Samuel Huntington, sociólogo, profesor de Harvard y exmiembro del
Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos.
Conocido por sus
teorías sobre el ‘choque de civilizaciones’ entre el islam y el Occidente
cristiano, pasó luego a plantear otro choque entre ‘Occidente’ y América
Latina. En su ensayo El desafío hispano tomó los argumentos racistas usuales en
su país y los elevó a la categoría de teoría científica, alertando a sus
lectores blancos, anglosajones y protestantes (WASP) acerca de esos ‘bárbaros
latinos’ que se habían infiltrado en Estados Unidos y amenazaban con destruir
desde adentro la civilización estadounidense.
Con tono paranoico
afirmaba: “El desafío concreto más inmediato y más grave a la identidad
nacional viene de la inmensa y continua inmigración procedente de América
Latina, especialmente de México”, agregando que “la inmigración mexicana está provocando
la reconquista demográfica de zonas que los estadounidenses habían arrebatado
por la fuerza a México en los decenios de 1830 y 1840 y que están siendo ahora
mexicanizadas... La mexicanización está difuminando, además, la frontera entre
México y Estados Unidos y está introduciendo una cultura muy diferente, al
tiempo que está favoreciendo la aparición, en algunas zonas, de una sociedad y
una cultura combinadas, medio estadounidenses y medio mexicanas”.
En la culminación de su
teoría, afirmaba que era poco probable que los latinos se asimilaran a la
cultura norteamericana, dadas su falta de vocación democrática, su desapego al
trabajo y su desprecio por el inglés.
Así, pues, Trump no ha
hecho sino retomar esas ‘teorías académicas’ y ponerlas en versión grotesca y
fácil de asimilar por sus conciudadanos más ignorantes y pobres.
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