Revueltas
fue un militante, eso se sabe bien, pero sigue incomodando. La vasta obra que
legó incluye una serie de ensayos y reflexiones sobre la historia de México,
ninguno es leído en las academias, están satanizados, ¿y cómo no?, fueron escritos
bajo la óptica del compromiso, pecado tan caro de pagar frente a la pureza del
reino del saber.
Cristóbal León Campos /
Especial para Con Nuestra América
Desde
Yucatán, México
El escritor mexicano José Revueltas. |
Sabemos
que José Revueltas escribió poesía, pero pareciera que aún no sabemos porqué la
escribió y, es que aún hay quien duda que la poesía es sinónimo de vida. Revueltas
es el más vividor de todos, a pesar de su carácter “moridor”. Ser irredento que
incineró las prisiones con dignidad, vivió mientras moría y lo hizo entregado
al ideal. Soñador melancólico que revolucionó la literatura mexicana, innovó el
pensamiento en tiempos de ortodoxia y se reveló ante sus propios dioses.
Revueltas es poesía porque fue vida.
Hoy
en día, para muchos académicos es común hablar de la vida mientras evaden
enfrentarla, se niegan a sí mismos, hablan de historias y sucesos encerrados en
las burbujas de la comodidad, son irónicos ante el espejo y burdos frente al
cuestionamiento. ¿Cómo puede el poeta hablar de amor sin haber sentido? Escribir
con las reglas gramaticales sin el sentimiento, dista mucho del poema
requerido, la palabra es praxis, nombrar la vida es algo más que llenar cuartillas.
Revueltas
fue un militante, eso se sabe bien, pero sigue incomodando. La vasta obra que
legó incluye una serie de ensayos y reflexiones sobre la historia de México,
ninguno es leído en las academias, están satanizados, ¿y cómo no?, fueron escritos
bajo la óptica del compromiso, pecado tan caro de pagar frente a la pureza del
reino del saber. Los escritos más agudos y provocadores de Revueltas siguen
padeciendo la misma censura, únicamente cambia la forma: antes fueron
prohibidos por el Partido Comunista Mexicano, ahora se les ignora con la
delicadeza curricular, signos de un mismo padecer.
La
agitada vida que llevó, le permitió enfrentarse a múltiples formas de censura,
incluso la más terrible de todas: la autocensura. Revueltas ha cumplido cien
años de nacido (2014) y cuarenta de haber fallecido (2016), pero su lectura, su
análisis perspicaz y profundo, es un pendiente. Sus novelas comienzan a gozar
de mayor divulgación y sus más de treinta poemas conocidos circulan en nuevas
ediciones y, si bien la editorial Era ha reimpreso gran parte de sus escritos,
sigue postergada su inclusión y mayor difusión. No se trata de ponerlo en un
pedestal, él solito se bajaría y nos lo reprocharía, se propone simplemente
perderle el miedo a quien el mismo Octavio Paz llamara uno de los mejores
escritores de esa generación y “uno de los hombres más puros de México”, al
referirse en su Posdata al movimiento
estudiantil de 1968. Hay que perderle el miedo a la vida, hay que perdérselo a
Revueltas.
Comprometido
con la existencia humana, vivió entregado a la palabra, militó en sus filas, la
adoró incluso. No hay escrito carente de una parte autobiográfica, el deber de
Revueltas con la Revolución es permanente, no claudica ni en su propio sepelio
que fue convertido en un mitin por sus cercanos amigos, familiares y
estudiantes. Pero la Revolución para el autor de propuestas como la
“autogestión” y el “autogobierno” en los centros de enseñanza, no se limita a
la transformación de la sociedad, hay en su obra, un carácter tan íntimo, que
permite mirar la propia revolución interna que lo convulsionó durante su
estancia en Los días terrenales, como
los llamara. Crítico de sí mismo, se transforma para permanecer fiel a su
compromiso.
Realista
con realismo o sin él, murió viviendo, tal como únicamente pueden hacer quienes
vienen a este mundo envueltos en cenizas. Escribió para no llorar y lloró
alguna vez por lo que escribió, su carácter convulso generó estragos en su
físico tanto o más que en el mismo seno de las organizaciones a las que
perteneció. Sin pensarlo, la imagen del Hombre Nuevo ronda su figura, no la
reivindica, se sabe “impuro”, pero desapegado a la materialidad vive entregado
a los ideales, la utopía se refleja en sus actos.
Su
disposición de siempre defender la libertad (la personal como la social), lo
llevó a participar en donde nadie veía esperanza, al iniciar el movimiento del
68, no dudo en sumarse como el más humilde estudiante, postergó su vida
personal para convertirse en el fervoroso compañero de la juventud que hasta
hoy se recuerda y, ante la represión escribió convencido: “Nos
persiguen por eso; por ir, por amar, por desplazarnos sin órdenes ni cadenas.
Quieren capturar nuestras voces, que no quede nada de nuestras manos, de los
besos, de todo aquello que nuestro cuerpo ama. Está prohibido que nos vean.
Ellos persiguen toda dicha. Ellos están muertos y nos matan. Nos matan los
muertos. Por eso viviremos”. Revueltas vive a pesar de haber deseado la muerte.
Revive y milita cada vez que ejercemos el compromiso de sentir.
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