La
palabra nos hizo humanos, configuró la forma en que nos comunicamos, estableció
la posibilidad de entendernos, de expresar los sentimientos y de sobre todo de
hacer arte con las letras. El libro, compañero fiel de la palabra, es el
depositario de sueños, historias, romances, pasiones, aventuras y todo hecho
humano. El libro es el testigo fiel de nuestra evolución como sociedad.
Cristóbal
León Campos / Especial para Con Nuestra América
Desde Yucatán, México
¿Quién
no tiene un libro favorito? ¿Una historia que recuerda desde la infancia o que
conoció al crecer contenida en algún impreso? ¿Cómo olvidar los libros
resguardados con recelo en la familia o casa de algún amigo por su belleza
física o por su importante contenido? Todos tenemos recuerdos en torno a los
libros, no sólo los de texto que utilizamos en nuestro aprendizaje escolar,
hablo de los libros de literatura o de historia, esos que nos transportan a
lugares mágicos o que nos dan la posibilidad de conocer y reconocernos, que nos
abren la mente y nos hacen sentir todo tipo de emociones.
Hay
historias que han transcendido en el tiempo, que sin importar el año en que
fueron impresas como libro, logran permanecer vigentes, se convierten en
referentes de la literatura, de la palabra y desde luego de los libros. Estas
historias son escritas por hombres y mujeres que han sabido plasmar mundos
imaginarios con ese toque peculiar de humanidad, a ellos debemos la oportunidad
de soñar con las manos llenas al sostener un libro. El libro es el medio que
nos transporta a otros mundos.
Un
23 de abril de 1616, de hace cuatrocientos años, falleció uno de esos grandes
autores, generador de toda una revolución en la literatura universal, un hombre
que le dio a la palabra otro sentido, que no únicamente resinificó las reglas
lingüísticas de la lengua castellana, sino que además, dio al mundo la
posibilidad de soñar, de volverse utópicos, de ver en los sueños la esperanza y
de comprender que esos ideales son los que nos dan vida, hablo de Miguel de
Cervantes Saavedra.
Miguel
de Cervantes, el personaje real, suele quedar con frecuencia oculto por la
proyección de la figura quijotesca protagonista de su gran creación literaria:
Don Quijote de la Mancha. Es justo que reconozcamos su obra, pero también lo es
que conozcamos su vida. Debemos rendirle un homenaje al hombre y comprender el
devenir detrás de su obra. Con esa idea, la de homenajear a los hombres y
mujeres, la de honrar sus obras y reconocer su valor, es que el 23 de abril de
1926, la Conferencia General de la UNESCO decidió rendir un homenaje mundial al
libro y sus autores y, alentar así, a todos, en particular a los más jóvenes, a
descubrir el placer de la lectura y respetar la irreemplazable contribución de
los creadores al progreso social y cultural. Celebramos al libro, a los autores
y a la lectura. Y es precisamente la lectura de sus obras el mejor homenaje.
En
Yucatán, la circulación de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra, a
encontrado varios momentos relevantes, en particular Don Quijote de la Mancha.
Expresiones de su influencia y de su lectura las tenemos ejemplificadas en los
escritos de dos grandes pedagogos, que a finales del siglo XIX y principios del
siglo XX, le dedicaron el ejercicio de su pluma. Manuel Sales Cepeda y Eduardo
Urzaiz Rodríguez, cuya obra literaria resalta entre los intelectuales de su
época, dejaron testimonio de la relevancia que Cervantes alcanza, su influencia
y su presencia entre la literatura leída e influyente den Yucatán. Análisis estéticos
y psicológico, utópico y literario, ambos pedagogos hacen uso de sus
conocimientos y perspectivas, que dicho de paso, no necesariamente comulgan,
pero engrandecen las aportaciones que el magisterio ha hecho a la cultura en
Yucatán, algo que debe valorarse en su justa dimensión. El Quijote ha recorrido
el mayab como muchos otros grandes de la literatura universal.
En
Yucatán leemos, no como se desea pero leemos, los jóvenes, los niños en las
escuelas y hogares, los adultos y los enamorados, los maestros y todos quienes
reconocemos en el libro un aliado que siempre nos acompaña en los momentos más
alegres o en los de mayor angustia, todos leemos. El libro es fiel a la palabra
y a nosotros los seres humanos. Así como honramos a Miguel de Cervantes Saavedra,
también lo hacemos con nuestros escritores locales, Emilio Abreu Gómez y su
bellísimo Canek o Antonio Mediz Bolio y su obra La tierra del Faisán y el
Venado. Pero no únicamente a ellos, a todos, a los escritores comunitarios que
atestiguan las tradiciones e historias locales, a nuestros poetas que expresan
nuestros más profundos sentires, a los escritores en lengua maya, a ellos en
especial, pues mantienen viva la llama del fuego de nuestro origen, a todos, a
nosotros por reconocer el valor del libro, por disfrutar la lectura y por
difundirla como una herramienta pedagógica, pero también, como una necesidad
humana. Leamos, disfrutemos de los libros y conozcamos a sus autores.
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