El actor fundamental de la historia, los protagonistas principales de
los logros de la humanidad, de la resistencia, la lucha, la victoria y la paz
son siempre los pueblos. La única diferencia es que en Colombia es el tercero;
y en Cuba, el primero.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
La velocidad de los acontecimientos noticiosos y la posibilidad que
ofrecen los avances tecnológicos de darle seguimiento puntual y oportuno “en
vivo y en directo”, caen como una avalancha sobre los lectores y personas
interesadas en informarse. Ya no es solo la televisión, la radio o los medios
impresos, que hoy se consideran como “los tradicionales” o “los antiguos”,
también internet o las llamadas redes sociales copan el universo informativo,
generando angustia en muchas personas, porque es imposible seguir el ritmo de
todos los hechos que se producen. Ocurre entonces, la sensación opuesta, en vez
de considerarse informado, prima la idea de que siempre habrá algo que no sabes
y que siempre habrá alguien con motivos disimiles, encargado de recordártelo.
Ello también influye sobre los que escribimos, en particular aquellos
que lo hacemos con regularidad y en plazos definidos a partir de compromisos
adquiridos, la sensación de que somos incapaces de narrar, describir o dar
nuestra opinión sobre todo lo que quisiéramos, deja pasar vicisitudes
relevantes que con el correr de los días, pierden vigencia o han sido superados
por la vida misma.
Se puede escribir sobre muchas cosas: acontecimientos notables,
efemérides ilustres, personajes destacados, hechos culturales o políticos o,
sobre la vida o las acciones de individuos que marcan el acontecer del tiempo,
hacen conjeturas, que casi siempre resultan certeras y que solo ellos pueden
ver, además tienen el don de la palabra escrita u oral para decir aquellas
cosas que muchos piensan, pero que solo unos pocos tienen capacidad de
expresar. Son aquellos que denominamos personalidades.
Las personalidades, cuando actúan en política y son exitosas, tienden a
transformarse en líderes; en otro ámbito, el éxito de esas personalidades
cuando se desenvuelven en el plano de las artes, la cultura o las letras,
generan seguidores que están permanentemente atentos de su producción por los
placeres y sensaciones positivas que transmiten.
América Latina, por ser la única región del planeta que habla el mismo
idioma, tiene posibilidades de comunicación e identidad mucho más fuertes que
cualquier otra. La viabilidad de la interacción entre los ciudadanos es mucho
mayor, dada una historia común y una religión mayoritaria profesada por su
población. En esa medida, el influjo de sus personalidades rebasa con creces la
que pudiera haber en otras latitudes del globo.
Durante el mes de marzo que acaba de concluir, como es normal, diversos
acontecimientos removieron la faz de la región, pero hubo dos de ellos que
taladraron el prisma informativo: la visita del presidente estadounidense
Barack Obama a Cuba y el inicio de las conversaciones de paz entre el gobierno
de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de ese país. Miles de
horas de transmisiones televisivas, decenas de miles de notas de prensa, un
número indeterminado de análisis de especialistas y expertos dieron a conocer
opiniones, puntos de vista, pronósticos y conclusiones de ambos hechos.
Hoy, quiero hablar de dos personalidades, diferentes y distantes,
ubicados en dos polos del quehacer y de su vinculación con la noticia, pero con
sabiduría, certeza, belleza en el uso del idioma y capacidad superlativa de
interpretación del sentimiento popular, hablaron de cada uno de esos hechos,
dando muestras de esa característica que las distingue, cual es saber captar
como nadie el meollo del asunto y saber decir como ninguno lo que todos
piensan, pero no pueden decir con tanta sabiduría. Me refiero al líder de la
revolución cubana, Comandante Fidel Castro y el escritor y periodista
colombiano William Ospina.
En sendos artículos divulgados uno antes del hecho, y el otro con
posterioridad al mismo, se recogen en pocas palabras y de manera cabal el
resumen más extraordinario del entorno del acontecimiento. Si bien es cierto
que Ospina, quien publicó el artículo “El Tercero” el día 12 de marzo en el periódico
colombiano El Espectador no se refirió específicamente al eventual anuncio del
inicio de las conversaciones de paz entre el gobierno y el ELN, el sentir de su
opinión, entrega todas las pautas para entender el marco de las negociaciones
cuando afirmó que: “Cada vez es más evidente que ni Santos ni Uribe pueden
hacer la paz de Colombia. Ello se debe a que los sectores y poderes que ambos
representan han sido los causantes de la guerra y los que más se han
beneficiado con ella. Cada vez es más necesario que un tercer actor entre en el
debate y en el diálogo, y se encargue de dirimir, para hacer posible el futuro,
lo que estos dos sectores de la dirigencia colombiana presienten y anhelan,
pero no están en condiciones de alcanzar. No es que Santos no quiera la paz: es
que la quiere sólo para ciertos sectores, y sobre todo para el empresariado
comprometido con el proyecto neoliberal. No es que Uribe no quiera la paz: es
que la quiere sólo para ciertos sectores, y sobre todo para el minúsculo grupo
de los dueños de la tierra. Ambos sólo quieren la paz para los 2.300 nombres
que son dueños del 53% de las tierras aprovechables del país, y para los 2.681
que son dueños del 58% de los depósitos que hay en los bancos”.
Ospina concluye diciendo que ese tercer actor necesario es Colombia,
“…es la sociedad, la que no cabe ni en los discursos furibundos de Uribe ni en
los cálculos sinuosos de Santos. Y es que la pequeña paz que ellos quieren,
ellos mismos se encargan de hacerla imposible. Tal vez porque en el fondo saben
que esa pequeña paz no cambiará nada, y que más benéfico les resulta prometerla
que alcanzarla. ¿Llegará a tiempo el tercer personaje? Ambos, de verdad, lo
necesitan. Y lo único que yo sé es que no habrá paz si no llega”.
Por su parte, Fidel, en su artículo titulado “El hermano Obama”, escrito
el 27 de marzo, unos días después que Obama había abandonado Cuba para visitar
su nueva semicolonia americana, le hacía al ilustre visitante un breve, pero
contundente recordatorio de esa historia, tan necesaria de olvidar según Obama.
. El Comandante esbozó una semblanza del pasado de Cuba (cuyo pueblo no olvida
su devenir), para desenmascarar a continuación párrafo a párrafo el engañoso
discurso humanitario del más falso y tenebroso presidente que ha tenido Estados
Unidos en años recientes. Los otros, eran abiertamente imperialistas y no
ocultaban sus intenciones. Éste, aupado en sus doctas enseñanzas de Harvard y
en un color de piel, cuyos poseedores, no habían tenido la posibilidad de
sentarse a dirigir el mundo desde la Oficina Oval de la Casa Blanca, falsifica
la historia y sonríe macabramente como las hienas, para mantener unida su manada.
Recordaba Fidel: “Hay una cuestión importante: Obama pronunció un
discurso en el que utiliza las palabras más almibaradas para expresar: ´Es hora
ya de olvidarnos del pasado, dejemos el pasado, miremos el futuro, mirémoslo
juntos, un futuro de esperanza. Y no va a ser fácil, va a haber retos, y a esos
vamos a darle tiempo; pero mi estadía aquí me da más esperanzas de lo que
podemos hacer juntos como amigos, como familia, como vecinos, juntos`”.
Continúa el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana: “Se supone que
cada uno de nosotros corría el riesgo de un infarto al escuchar estas palabras
del Presidente de Estados Unidos. Tras un bloqueo despiadado que ha durado ya
casi 60 años, ¿y los que han muerto en los ataques mercenarios a barcos y
puertos cubanos, un avión de línea repleto de pasajeros hecho estallar en pleno
vuelo, invasiones mercenarias, múltiples actos de violencia y de fuerza? Nadie
se haga la ilusión de que el pueblo de este noble y abnegado país renunciará a
la gloria y los derechos, y a la riqueza espiritual que ha ganado con el
desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura. Advierto además que somos
capaces de producir los alimentos y las riquezas materiales que necesitamos con
el esfuerzo y la inteligencia de nuestro pueblo. No necesitamos que el imperio
nos regale nada. Nuestros esfuerzos serán legales y pacíficos, porque es
nuestro compromiso con la paz y la fraternidad de todos los seres humanos que
vivimos en este planeta”.
Alguien podría decir que es un exabrupto poner a Ospina y a Fidel en el
mismo plano, pero ahí están las palabras para afirmar que más allá de
diferencias, coinciden en un punto supremo: el actor fundamental de la
historia, los protagonistas principales de los logros de la humanidad, de la
resistencia, la lucha, la victoria y la paz son siempre los pueblos. La única
diferencia es que en Colombia es el tercero; y en Cuba, el primero.
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