Independientemente del nivel de radicalidad que tengan los cambios que se están llevando a cabo en cada uno de los países latinoamericanos, existen percepciones comunes que los han llevado a adelantar iniciativas históricas, que deben asociarse con la desiderata de encontrar caminos inéditos para construir sociedades más justas.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
Ollanta Humala está a un paso de ganar las elecciones en Perú. Algo similar le sucedió hace cinco años cuando, enfrentado en una segunda ronda con el candidato del APRA, Allan García, mordió el polvo de la derrota porque, según analistas con criterio, no supo deslindarse de la sombra que proyectaba sobre él el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Esta vez, precavido, desde el principio de su campaña bajó el tono de su discurso, cambió de ropas e hizo que sus propuestas programáticas se parecieran a las que impulsó Lula. A Chávez le mandó un recado público haciéndole saber que se mantuviera alejado y, para rematar, se hizo rodear de asesores del Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil.
Retrocediendo un poco en el tiempo, recordemos lo que sucedió en El Salvador. Centroamérica empezaba a mirar con buenos ojos al ALBA: Nicaragua formaba parte de él; Honduras se deslizaba rápidamente hacían ese espacio del espectro político con “Mel” Zelaya a la cabeza del gobierno; Costa Rica y Guatemala solicitaban el ingreso a Petrocaribe y en El Salvador los municipios en los que gobernaba el FMLN había proyectos energéticos con Venezuela y ese mismo partido amenazaba con ganar las elecciones. Hubo que arremangarse y poner manos a la obra: el golpe de estado en Honduras revirtió la tendencia y atemperó los posible ánimos revolucionarios en El Salvador. El candidato que salió electo, Mauricio Funes, propuesto por el FMLN, también se hizo rodear de asesores “lulistas”, es decir, moderados, aceptables a los ojos de aquellos que temen cambios más asociados a lo que la izquierda tradicional buscaba.
Analistas norteamericanos dicen que, en América Latina, tenemos hoy dos tendencias en el marco de los gobiernos que buscan deslindarse de las políticas neoliberales que prevalecieron durante más de 15 años: la de la izquierda “correcta” o buena (the right left) y la de la izquierda “equivocada” o mala (the wrong left). Cualquiera mínimamente enterado de lo que sucede en nuestro continente, no necesitará muchos datos para deducir que, los que caen bajo la incidencia de los malos equivocados son Chávez, Evo, Correa y Ortega, mientras que los aceptables, correctos y buenos son los procesos que se desarrollan en Chile, Argentina, Uruguay y Brasil.
La certificación fáctica de esta percepción del hermano mayor norteamericano nos lo dio el reciente periplo de Barak Obama por América Latina: Chile, Brasil y El Salvador fueron los países visitados. En Centroamérica, Costa Rica se sintió ofendida por no haber sido la elegida para ser hollada por los pies del presidente norteamericano. Pero, siendo como es, sempiterna aliada de los Estados Unidos, convenía más hacerse presente en donde la mesura era vista como un logro no necesariamente “natural”, como sí lo es en Costa Rica.
Viniendo de donde viene, los Estados Unidos de América, tal visión debe ser tomada con pinzas, es decir, con cuidado. Independientemente del nivel de radicalidad que tengan los cambios que se están llevando a cabo en cada uno de los países latinoamericanos mencionados, existen percepciones comunes que los han llevado a adelantar iniciativas históricas, que deben asociarse con la desiderata de encontrar caminos inéditos para construir sociedades más justas. Se ha podido avanzar, además, en la conformación de organismos que buscan respaldar el trabajo unido, partiendo de análisis que no tienen el entorpecimiento de la distorsionante presencia norteamericana.
Ante esta situación, la derecha continental, con los Estados Unidos de América vanguardizándola, busca encontrar los resquicios que le permitan romper y revertir esa tendencia latinoamericanista, con el fin de hacer prevalecer nuevamente las posiciones panamericanistas que tan de capa caída se encuentran. Véase, si no, la situación de la OEA. La división entre izquierdas buenas e izquierdas malas es uno de sus argumentos más llevados y traídos.
No hay que dejarse engatusar.
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