La continuidad del
diálogo entre el gobierno y la oposición política no significó el cese
automático de la violencia que, aunque reducida a pequeños ghettos en urbanizaciones de clase
media y alta, y a asesinatos selectivos de dirigentes chavistas, hechos
magnificados por la cartelizada prensa comercial, sirven de excusa para una
eventual intervención extranjera.
Aram Aharonian / ALAI
Mientras los empresarios
siguen cosechando prebendas en las mesas de diálogo económico (en especial en
lo referente al acceso y manejo de las divisas) y el gobierno decreta –como
todos los 1 de mayo- un aumento del salario mínimo, las células
paraco-terroristas siguen asesinando selectivamente a dirigentes chavistas,
urbanos y campesinos. El último caso, el del presidente del Concejo Municipal
capitalino, Eliezer Otaiza.
Estados Unidos aún
mastica su fracaso político y no pierde oportunidad para golpear al gobierno
bolivariano. En medio de la persistente crisis económica, fracasos diplomáticos
y militares, y las sempiternas situaciones que incita, financia y
provoca pero que en definitiva no controla (Ucrania, por ejemplo), no puede
darse el lujo de alejarse de una región que sigue considerando su patio trasero.
La Subsecretaria de
Estado para el hemisferio occidental, Roberta Jacobson, dijo la última semana
de abril que su gobierno quedó "muy decepcionado" sobre el debate que
la OEA hizo sobre el tema el pasado 21 de marzo y señaló que el "principal
organismo del hemisferio debió pronunciarse más directa y agresivamente sobre
Venezuela (…) Nos decepcionó la actitud de algunas naciones caribeñas”, afirmó.
Y amenazó: el presidente
Barack Obama, el canciller John Kerry "y yo misma, hemos dicho claramente
que no descartamos nada: revocación de visas u otras formas de sanciones, pero
eso sólo se haría si creemos que sería productivo”. Señaló que su gobierno ha
“estado muy activo con aliados en el hemisferio” para que el diálogo sea
productivo, “pero si no es así, no descartamos nada". Entre los cancilleres
que “median” en el diálogo promovido por Unasur, está la colombiana…
Asimismo, en vísperas de
una reunión del Consejo de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) en Mérida
(México), Kerry, “denunció” la presunta violación del acceso a internet en
Venezuela, en su retahíla de lamentables falsas opiniones acerca de la
situación Venezuela.
Sin duda, los cancilleres
de Unasur deben sentirse contentos, ya que el solo hecho de lograr reunir a las
partes fue un éxito. La campana de largada de un proceso de diálogo entre la
parte mayoritaria de la oposición venezolana y el gobierno del presidente
Nicolás Maduro, sectores fuertemente polarizados, ha despertado encontradas
expectativas y generado un interesante debate -nacional e internacional- sobre
su futuro, su viabilidad, su conveniencia y sus resultados.
La violencia ¿llegó para
quedarse?
Después de dos meses y
medio, la estrategia de disturbios de calle no ha logrado provocar la buscada
fractura en la Fuerza Armada que a su vez hubiese podido significar el
derrocamiento del gobierno de Nicolás Maduro.
Lo cierto es que las
acciones de las últimas semanas han apuntado en otra dirección, la de evitar la
normalización de la vida política, impedir la estabilización del modelo que
está vigente desde el proceso Constituyente de 1999, pero que pareciera
requerir, para afianzarse a largo plazo, de una dinámica funcional entre
Gobierno y oposición.
Este proceso se inauguró
a partir del encuentro de diciembre del Presidente con gobernadores y alcaldes
de oposición, pero el gobierno no supo aprovechar el momentum, se mostró
lento en la toma de decisiones, quizá apremiado por demasiadas presiones
internas y externas y malos asesoramientos.
Se postergó el nuevo
sistema cambiario (que aún no se sabe bien hacia dónde avanza o retrocede), los
temas institucionales como el de las comisiones de la Asamblea Nacional y la
renovación de los poderes públicos, lo que fue aprovechado por los factores
adversos al modelo económico, social y político, en una gran ofensiva de
restauración conservadora, en la que la cartelización de los medios de
comunicación locales y sobre todo internacionales jugaron papel protagónico.
Hoy, cuando comenzamos
mayo, parece factible un entendimiento sobre los poderes públicos, dado el aumento
de postulantes opositores al Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo
de Justicia, mientras se buscan modalidades de acuerdo sobre la Contraloría y
la Fiscalía, sobre candidatos con un perfil poco beligerante.
La oposición comenzó a
jugar, simultáneamente, en distinto escenarios, recurriendo a acciones ciegas
cuya meta no era la de generar simpatías populares sino la de desestabilizar el
gobierno, socavando la base elemental de la gobernabilidad: orden público, paz,
libre circulación.
Para el opositor Leopoldo
Puchi, la estrategia de violencia apunta hacia el gobierno, «pero
también hacia los sectores de la oposición que tímidamente habían venido
internalizando la idea de considerarse parte del sistema, con posiciones
críticas frente a los déficits institucionales y las perversiones de la
burocracia, pero sin propiciar una ruptura con los fundamentos del modelo.(…)
Si realmente el gobierno quiere avanzar en el diálogo tiene que aliviar las
tensiones y conceder peticiones a la oposición”.
En los últimos dos meses,
el gobierno se ha comprometido a hacer públicas varias informaciones, como
el caso de los veinte mil millones de dólares desaparecidos, denunciados por la
expresidenta del Banco Central, Eglée Betancour, o quienes querían asesinar al
todavía preso Leopoldo López. Tampoco se sabe qué pasó con los terroristas que
venían del Medio Oriente, ni de los ocho ciudadanos trinitobagueños detenidos,
supuestamente vinculados a Al-Qaeda, ni del capturado “cerebro” de las
guarimbas. Pasa el tiempo, y la ausencia de información incide en la pérdida de
credibilidad.
La oposición juega en
todos los escenarios. En uno, María Corina Machado, Leopoldo López y Antonio
Ledezma exigen que Maduro renuncie ya a la presidencia, en una postura
maximalista. No participan en el diálogo y seguramente estarán en desacuerdo
con cualquier conclusión a la que se llegue, pues allí difícilmente se aprobará
la renuncia de Maduro».
El comienzo del diálogo
Después de tantos años
sin acceso a una cadena de radio y TV, y sin ni siquiera acercarse al palacio
de gobierno tras el frustrado golpe de hace justo 12 años, la oposición dividió
en más de una decena de trozos su táctica discursiva, tras elegir
minuciosamente quienes podían tener más impacto en una millonaria audiencia
pocas veces registrada en la era poschavista.
El encuentro –llámese
diálogo, foro o catarsis colectiva- duró más de cinco horas, con la
participación de 19 oradores: 11 representantes de la Mesa de Unidad
Democrática (MUD) y ocho oficialistas. Hubo verdades, medias verdades, y
también en falsedades. El público estuvo dividido entre firmes chavistas y no
menos firmes opositores, pero sobre todo una masa crítica mayor, a la que unos
y otros quisieron seducir. No se puede hablar de vencidos ni vencedores, pero
sí se puede afirmar que la mayoría del país lo consideró un hecho positivo.
Unasur planteó el diálogo
como una necesidad, luego de dos meses de violencia urbana convocada y activada
por un sector de la oposición conducida por Leopoldo López, Antonio Ledezma y
María Corina Machado.
Ricardo Patiño, canciller
ecuatoriano, destacó que la situación en Venezuela se diferencia mucho de la de
otros lugares del mundo, como en Libia y Siria, “donde se han producido
diferencias internas y otros gobiernos en vez de contribuir a la paz del
diálogo, contribuyeron con armas, financiamiento a grupos para incendiar estos
países (…) “No hemos traído armas. Hemos traído paz, diálogo, como hermanos,
acompañando el respeto a la democracia del Estado de derecho”.
Pero la necesidad
responde también a una condición de debilidad del gobierno de Maduro al no
poder seguir desarrollando un proyecto hegemónico tal como lo venía
construyendo Hugo Chávez en su última etapa de gobierno, basado en una mayoría
electoral indudable e incuestionable que permita evadir cualquier negociación
para la subsistencia del proceso revolucionario.
Y a la necesidad hay que
agregarle las presiones, no solo de los esperables sectores ultraconservadores,
que intentan la restauración neoliberal, sino de la socialdemocracia europea y
latinoamericana, para abandonar “la locura” del camino hacia el socialismo.
Maduro aseguró estar “de acuerdo totalmente” con la recomendación del
exmandatario brasileño Lula da Silva de formar un gobierno de coalición, pero
descartó negociar los principios socialistas de su administración con sus
opositores.
Lula propuso “establecer
una política de coalición, construir un programa mínimo y disminuir la
tensión”, tras semanas de protestas que dejaron 39 muertos y centenares de
heridos y detenidos. El exmandatario presionó por “una solución negociada (…)
un pacto político de cinco años para trabajar contra los cortes de energía,
luchar contra la inflación y ser autosuficiente en la producción de alimentos,
pero esto no se logró porque Maduro, después de asumir el gobierno, no hizo
otra cosa que ir a la calle a responder las protestas de la oposición”,
reflexionó Lula.
Entre el optimismo y el
escepticismo
La aceptación del diálogo
por parte del gobierno es considerado por algunos sectores bolivarianos como un
síntoma de debilidad y como el adelanto de un “pacto” de gobernabilidad y
alterabilidad del poder con el sector menos retrógrado de la oposición.
El ex vicepresidente José
Vicente Rangel, no es optimista. “Resulta muy cuesta arriba sentarse en torno a
una mesa cuando frente a uno está alguien que tiene un puñal en la manga o está
listo para patear la mesa en cualquier momento. Repito, el dialogo no puede
comenzar y marchar con semejante ambiente de incertidumbre y de dudas”, señaló.
“Son estas consideraciones las que me impulsan a mostrarme en este momento
escéptico en torno al resultado de la iniciativa”, agregó.
Aseguró que el diálogo
acelera las divisiones puertas dentro de la coalición opositora, donde una decena
de integrantes muestran su desacuerdo con cualquier intento de diálogo, y
“están dispuestos a desmarcarse” de la MUD para “continuar con el intento de
golpe de Estado”.
Por su parte, el
columnista Toby Valderrama señala que si la oligarquía asesinó a Chávez, como
lo insinúan desde el Presidente hasta los ministros para abajo, la pregunta es
¿qué sigue, para qué lo asesinaron? La señal clara, indica, viene del diálogo
entre la MUD y el gobierno, y todos los análisis apuntan hacia la restauración
conservadora, al regreso del capitalismo, a un nuevo asesinato del Comandante,
que es el asesinato del Socialismo. Es asombrosa la rapidez con la que se
produce la entrega”, sostiene.
Dentro de la oposición,
la aceptación al diálogo es reconocida por quienes, si bien no han cuestionado
las acciones violentas en las calles, tampoco las han convocado. El sector
extremista ausente en el diálogo (Voluntad Popular, Proyecto Venezuela y
Alianza Bravo Pueblo) lo rechaza y chantajea a los otros grupos para que solo se
hable de una rendición del gobierno, acusándolos de “entreguistas que se han
doblegado al régimen castro-comunista”.
Ahora que los dirigentes
opositores pudieron hacer catarsis por cadena de radio y televisión, comenzaron
nuevas reuniones, algunas privadas, donde se analizan proposiciones concretas
para hacer posible lo que la ciudadanía espera, que comiencen a percibirse
algunos resultados. Y si posteriormente, como es de esperarse, se empieza a
observar el resurgimiento de la economía, el aumento de la producción, y se
rompen los niveles del desabastecimiento de hoy, todo habrá valido la pena,
señala Eleazar Díaz Rangel, director del diario Últimas Noticias.
Se registraron algunos
pasos hacia adelante. Se realizó un segundo diálogo, con presencia de cancilleres
de Unasur y el representante del Vaticano, y la Asamblea Nacional aprobó la
designación de siete diputados principales y cuatro suplentes de la bancada de
la MUD en los comités para renovar a 10 magistrados del Tribunal Supremo de
Justicia y tres rectores del Consejo Nacional Electoral.
Mientras, el politólogo
Nícmer Evans señala que cualquier asomo de un gobierno de conciliación
activaría al sector radical del chavismo, colocando a Venezuela en un abismo
que generaría satisfacción sólo a aquellos sectores que responden a intereses
trasnacionales. “Pero, aún sin un gobierno de conciliación, la pérdida de las
conquistas sociales logradas en el gobierno de Chávez, basadas en una más justa
distribución de la renta petrolera, sería otro detonante pero ahora de un
conflicto social”.
Pero en el momento justo,
llegó la Semana Santa y las diatribas se postergaron hasta después de la
festividad…
Un poco de historia
reciente
El partido minoritario
Voluntad Popular, con apoyo de otros sectores de la ultraderecha y
financiamiento externo, con una cartelizada guerra mediática en el país, la
región y el mundo, pretendió sustituir al presidente legítimamente electo con
“la salida” hacia un “gobierno de transición” no elegido por nadie, apenas dos
meses después de que el bolivarianismo ganara en las elecciones el 76,42% de
las alcaldías, 256 municipios de 335. Ninguna otra propuesta, ningún proyecto.
“La salida” es promovida
después de que el gobierno otorgara a los empresarios 60.000 millones de
dólares a tasa preferencial para importaciones indispensables, que éstos
supieron disipar en importaciones ficticias, después de acaparamientos masivos
por comerciantes que crearon desabastecimientos estratégicos. La ofensiva fue
lanzada, después de que el gobierno de Maduro debió enfrentar la guerra
económica con una Ley de Precios Justos que prohíbe las acostumbradas ganancias
empresariales de “apenas” 200%, 300%, 1.500% y hasta 15.000%.
Estados fronterizos,
cundidos por la infiltración paramilitar, son escenarios de un proyecto
secesionista. Los medios internacionales los presentan como estudiantes.
El intelectual Luis
Britto señala que algunos hay, enviados en primera fila para proporcionar las
víctimas. Pero pocos están entre ellos del 79% de los jóvenes entre 14 y 24
años que estudia; del 67% que lo hace en instituciones gratuitas, del 90% que
considera que los estudios le aportan muchas o bastantes oportunidades, del 73%
que aprecia que el mejor sistema es la bolivariana democracia participativa;
del 60% que piensa que el mejor sistema económico es el socialista (GisXXI).
Sólo un tercio de los violentos arrestados son estudiantes.
Los terroristas
venezolanos han pasado de la manifestación “pacífica” al secuestro masivo de
vecinos, el saqueo, el cobro de peaje, el incendio, la destrucción de 15 sedes
universitarias gratuitas, el envenenamiento de aguas con gasoil y el asesinato.
Alquilando sicarios, paramilitares y azotes de barrio que tras su captura
confesaron haber sido pagados a mil bolívares por día.
El terrorismo mediático
se ha internacionalizado, coligando 87 periódicos de la Sociedad Interamericana
de Prensa y los cinco megamonopolios mediáticos del mundo contra Venezuela, con
su “verdad única” de manipulación y falsedades, añade Britto. Para aclarar: en
Venezuela operan hoy 2.896 medios, de los cuales 2.332 (65,18%) son privados, y
apenas el 3,22% del sector oficiales.
Una de las cosas que más
entusiasmó de la Revolución Bolivariana en sus comienzos fue su vigor creativo,
su optimismo silvestre, su alegría, virtudes que tal vez permanezcan
relativamente, pero lo cierto es que se han venido apagando, señala el analista
Néstor Francia. «No es que se haya perdido el apoyo popular. Ese apoyo se
mantiene, aunque inconstante. Sufre permanentemente de vaivenes. Hace mucho
tiempo, hay que decirlo, que no coquetea con el 60% en las elecciones».
Hoy Maduro habla del
sueño de convertir a Venezuela en un país productivo, que no solo haya mejorado
su capacidad de compra, sino que también pueda adquirir los productos que el
mismo pueblo produzca, que se profundice también la independencia con la
autosuficiencia económica. Eso está muy bien, porque si algo necesita el pueblo
venezolano en este momento, una vez más, es un sueño.
- Aram Aharonian
es periodista y docente uruguayo-venezolano, director de la revista Question, fundador
de Telesur, director del Observatorio Latinoamericano en Comunicación y
Democracia (ULAC).
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