Aunque es evidente que la
presencia de Lavrov en la región responde a los intereses geoestratégicos de
Rusia en el momento político que vive hoy el mundo, desde una perspectiva
latinoamericana y, si se nos permite decirlo, martiana, no deberíamos desdeñar
la posibilidad de equilibrar nuestra presencia en la escena política mundial
aprovechando estas coyunturas y los intereses que saca a flote.
Rafael
Cuevas Molina/ Presidente AUNA-Costa Rica
En Nicaragua, el canciller ruso Lavrov se reunió con el presidente Daniel Ortega. |
Cuando aún existían los dos
grandes bloques geopolíticos del mundo, comandado uno por los Estados Unidos de
América y por la Unión Soviética el otro, Centroamérica se encontró en vórtice
de las disputas entre ellos.
Inmersos los centroamericanos en
una guerra que duró casi cuarenta años, los postulados ideológico-políticos que
servían de sustento a cada uno de estos bloques, se expresaron tanto como lucha
por la liberación nacional, como por el mantenimiento de status quo, entendido
este como defensa del “mundo libre”.
En Centroamérica, los Estados
Unidos de América lucharon denodadamente porque no se repitiera lo acaecido en
Cuba, que posibilitó que existiera un bastión del campo socialista a escasas 90
millas de sus costas.
Aunque habían colaborado y
apuntalado a los regímenes centroamericanos que les eran afines desde los años
50, cuando derrocaron al gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán en Guatemala e impusieron
el Estado Contrainsurgente, fue en la década de los 80, cuando triunfa la
Revolución Sandinista en Nicaragua, que su participación se torna más agresiva.
Por su parte, la Unión Soviética y
Cuba apoyaron a Nicaragua y a las guerrillas de El Salvador y Guatemala que,
dado el triunfo sandinista, amenazaban con poner en entredicho la hegemonía
norteamericana en la zona.
El derrumbe de la Unión Soviética
y el campo socialista europeo dejó sin sus apoyos externos fundamentales al
movimiento revolucionario centroamericano, lo que dio pie a la apertura de un
nuevo período de recomposición de fuerzas que se vive hasta hoy día.
En Guatemala, la URNG fue incapaz
de traducir electoralmente la ascendencia política que tenía en el país antes
de los acuerdo de paz de 1996. Hoy, la URGN, como partido político, concita
escaso apoyo y ve muy lejana la posibilidad de acceder al poder.
En El Salvador, el Frente
Farabundo Martí inicia su segundo período en el gobierno, en un contexto que le
ha llevado a un aggiornamento de los
postulados originales que sostenía cuando era expresión armada del descontento
popular, y en Nicaragua se ha pasado a proclamar la lucha por una sociedad cristiana,
solidaria y socialista, inscribiéndose en el circuito de los países de la ALBA
sin que esto signifique, sin embargo, deterioro en sus relaciones con los
Estados Unidos, antaño enemigos acérrimos.
Es a esta Nicaragua a la que ha
llegado en estos días Serguei Lavrov, canciller de la Federación Rusa. Lo hace
en el contexto de la ofensiva que Occidente, es decir, los Estados Unidos y la
Unión Europea, han lanzado sobre Ucrania, tratando de inscribirla en el
circuito de la OTAN y, por lo tanto, alejándola de Rusia, de la que hasta ahora
ha sido aliada y baluarte de su concepto geopolítico del orden mundial. Lo
hace, también, en momentos en el que Rusia logró contener los avances de ese
mismo Occidente en Siria, pieza fundamental en la geopolítica del Medio
Oriente.
Y llega Lavrov a esta zona que los
Estados Unidos consideran parte de su espacio vital, ubicado en el primero
círculo de su defensa estratégica y en la que, como hemos visto en el pasado,
está dispuesto a intervenir de la manera más brutal con tal de mantenerla bajo
su control.
Antes de Nicaragua, el canciller
ruso estuvo en Cuba, en donde hubo declaraciones amistosas y reafirmación de
los vínculos que unen a las dos naciones. Es decir, Lavrov se paseó por el Mare Nostrum norteamericano que es el
Caribe, haciéndole ver a la potencia del Norte que, así como ellos intervienen
en lo que consideran su espacio vital en Europa, Rusia también tiene apoyos en
las mismísimas barbas del Tío Sam.
En el contexto de la Conferencia
Panamericana de 1889, José Martí, que participó en ella como representante
oficial de varios países latinoamericanos, proclamó su postura para América
Latina de lograr una política de equilibrio. “El equilibrio del mundo”, le
llamó, y en ella abogó porque nuestros países, ante la avasalladora presencia
norteamericana, establecieran relaciones con otras naciones de fuera de la
región, de tal manera que pudieran contrabalancear la influencia
norteamericana.
Aunque es evidente que la
presencia de Lavrov responde a los intereses geoestratégicos de Rusia en el
momento político que vive hoy el mundo, desde una perspectiva latinoamericana
y, si se nos permite decirlo, martiana, no deberíamos desdeñar la posibilidad
de equilibrar nuestra presencia en la escena política mundial aprovechando
estas coyunturas y los intereses que saca a flote.
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