El próximo gobierno
panameño tiene que enfrentarse a los mismos problemas que no fueron resueltos
por sus predecesores. El hecho de que no encontraron soluciones no fue por
incapacidad gubernamental ni por obstáculos imposibles de remontar. Los
problemas más graves y que requieren medidas urgentes no fueron resueltos
porque no estaban en la agenda de los gobiernos de los últimos 25 años.
Marco A. Gandásegui, h. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
A pesar de los
discursos, los programas y las promesas, los gobiernos no tienen como objetivo
resolver los problemas del país y mucho menos los problemas de la gente. Desde
hace 25 años el problema que requiere la solución más urgente es la creciente
pérdida de fuentes de trabajo decentes. A falta de empleos, se deteriora el
tejido social del país, comenzando por la familia. Si la familia se desintegra,
lo mismo ocurre a nivel de la comunidad. Panamá, según las estadísticas, se
encuentra en una grave crisis como consecuencia de que el 50 por ciento de los
trabajadores del país son informales (desempleados de hecho).
El equipo que está
armando el presidente Juan C. Varela tiene una larga trayectoria como
funcionarios a todos los niveles en los distintos gobiernos del pasado
reciente. En 1990 los más veteranos participaron en la administración del
presidente Endara (1990-1994). Después, muchos se foguearon en el equipo de la
presidente Mireya Moscoso (1999-2004). Entre 2009 y 2012, durante los primeros
26 meses de la administración de Martinelli, formaban parte de su equipo los
funcionarios que ahora ostentarán los rangos más altos. El presidente electo
Varela ya nombró a Alemán Healy, quien fue vice-canciller del actual presidente
Martinelli. Igualmente, el futuro ministro de Economía y Finanzas, Dulcidio de
la Guardia, fue viceministro en el gabinete del presidente saliente. Todo
indica que la mayoría de los miembros del gabinete del presidente Varela serán
escogidos de ese sector.
Por un lado, es
saludable que los colaboradores del presidente entrante tengan experiencia. Por
el otro, sin embargo, despierta sospechas el hecho que sus contribuciones a la
buena administración de la res-pública dejara mucho que desear. Hay fuertes
indicios que el nuevo ocupante del Palacio de las Garzas estará rodeado de
políticos que responderán sólo a los intereses de los grandes emporios locales
e internacionales. Los anuncios preliminares realizados por los ministros
designados apuntan a que continuarán las políticas del presidente Martinelli.
Martinelli presidió el
traslado más monumental de riquezas en la historia del país de los sectores más
pobres del país (75 por ciento de la población) al 2 por ciento más rico.
Martinelli administró casi 80 mil millones de dólares (el presupuesto nacional
entre 2009 y 2014) y presidió un período que produjo 170 mil millones, sin
incluir las riquezas que entraron a la economía por la vía ilegal. El 2 por
ciento más rico del país se apropió del 90 por ciento de esa riqueza creada en
5 años.
Esta riqueza se puede
medir fácilmente cuando vemos (con nuestros propios ojos) el estado ruinoso en
que están las escuelas oficiales, los centros de salud, las viviendas en los
sectores populares y el estado de las calles y caminos en las comunidades donde
viven los trabajadores. En cambio, vemos cintas costeras, rascacielos,
hospitales (que dicen que son del ‘primer mundo’), academias, resort exclusivos
y carnes de Iowa para una población elite.
Los programas “120 para
los 65”, beca universal y otros que representan una subvención de 400 millones
de dólares al año continuarán. Las subvenciones para quienes compran yates y
aviones jet suman la misma cantidad. Cada empresario que invierte ilegalmente
en la construcción de represas en tierras de la comarca Ngobe-Buglé – como
Barro Blanco - recibe otra subvención de 400 millones de dólares. En total, las
subvenciones a los empresarios sumaron aproximadamente 5 mil millones de
dólares en cada presupuesto del último lustro.
El presidente entrante
tiene que enfrentar el problema de la educación nacional. La cuestión educativa
tiene 50 años de arrastre y no hay solución a la vista. Nuestra clase
gobernante quiere convertir la educación en un negocio. Aún no hay manera de
convencerlos que la educación es un servicio. Varela dice que hará un gobierno
al servicio del país. Afirma que no será un gobierno para hacer negocios. Si
aplica esta idea al sector educación, durante los cinco años de su gestión, el
país quizás retroceda un poco menos que el gobierno que presidió Martinelli.
22 de mayo de 2014.
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