Convertir la red de redes
en una vía para la construcción de alternativas, es sólo posible con la acción
colectiva organizada y la inclusión de los excluidos, como participantes
activos, no como consumidores, en el mundo real que es el que, en definitiva,
debe ser transformado.
Iroel Sánchez / ALAI
Texto leído
en el IV Encuentro Nacional de Blogueros y Activitas Digitales de Brasil, Sao
Paulo, 16 de mayo de 2014.
Ilustración del artista Pawła Kuczyńskiego |
Viniendo hacia este foro,
en el aeropuerto de Tocumen, en Panamá, vi una escena que me llamó
poderosamente la atención. Un grupo de pasajeros estaban cercados por las
mismas cintas que se utilizan para organizar las colas en las terminales
aéreas, varias guardias de seguridad los vigilaban y quienes entraban al
espacio aislado debían volver a atravesar el control de rayos X por el que ya
habían pasado todos los pasajeros al terminar de chequear su boleto o al
abordar un vuelo anterior.
Preocupado por el destino
de los habitantes temporales de aquel establecimiento, vi las cinco letras que
hicieron para mí claro y divertido a la vez aquel performance. “Miami”, decía
en el monitor colocado junto a la puerta cuasi celestial que debían atravesar
los elegidos. Para confirmar mis sospechas pregunté a una de las personas que
vigilaba si, como yo pensaba, esos pasajeros eran tratados así porque viajaban
a Estados Unidos, y ante la respuesta afirmativa, yo reí, reí sonora y
retadoramente, con una risa tal vez comprensible sólo para un cubano.
Es que es desde Miami de
donde procedían cuatro personas
que hace apenas dos semanas fueron detenidos en Cuba mientras preparaban actos
terroristas, en la continuación de una saga que ha costado miles de vidas pero
que los medios suelen ignorar cuando anuncian que es el gobierno de Estados
Unidos el que declara al de La Habana patrocinador del terrorismo.
Pero eso no existe ni
como información ni como ficción. Cuando, ya en vuelo, el estabulamiento sea
convertido en adoctrinamiento, las películas serán como Jack Ryan: Operación
sombra que nos cuenta cómo la CIA salva al mundo de una conspiración terrorista
para destruir el dólar, orquestrada por rusos tan torpes y alcohólicos que
hasta se dejan robar la billetera, u Operación monumento, donde el ejército que
hace pocos años destruyó el Museo de Bagdad protagoniza el rescate de joyas del
arte universal en manos de los nazis.
Con propaganda,
vigilancia redoblada y guerras de cuarta generación el imperio quiere tener a
los bárbaros controlados y lejos de sus fronteras. Lo que hemos visto suceder
en Ucrania, lo que es buscado insistentemente en Venezuela, ha sido y es
intentado en Cuba por el gobierno de Estados Unidos, con el despilfarro de
miles de millones de dólares, desde hace más de cincuenta y cinco años. El
entrenamiento y financiamiento de terroristas, las transmisiones ilegales de
radio y televisión, y la construcción con dinero de una “oposición” interna ha
antecedido al uso de Internet con el mismo objetivo y a recientes operaciones
-dadas a conocer por la prensa estadounidense- que utilizan las Tecnologías de
la Información y las Comunicaciones en su estrategia de “cambio de régimen”
para Cuba.
Para un cubano pudiera
parecer demasiado insistir en ello pero el desconocimiento y asombro que he
encontrado aquí sobre el tema me obligan a narrar las últimas noticias de una
guerra aparentemente interminable.
Justo cuando las
revelaciones del ex analista de inteligencia Edward Snowden
siguen desenmascarando el uso que hace Estados Unidos de las comunicaciones
globales con fines de espionaje y control, la agencia de noticias Associated
Press (AP) sacó a la luz un programa conocido como ZunZuneo
y financiado por la Agencia de Estados Unidos para la Ayuda al
Desarrollo (USAID), que creó una red de usuarios en Cuba a través de telefonía
móvil con el objetivo de provocar una situación similar a las llamadas
“primaveras árabes” Aunque tanto los portavoces de la Casa Blanca como del
Departamento de Estado y el director de la USAID han negado el carácter ilegal,
secreto y político de ZunZuneo, sucesivas revelaciones de AP han dado a conocer
la creación de empresas pantallas en terceros países para gestionar ZunZuneo,
el robo de la base de datos de usuarios de la operadora de telecomunicaciones
cubana ETECSA, la clasificación de los usuarios por sus actitudes políticas y
una reunión del Vice Presidente Joe Biden con varias personas vinculadas al
programa.
A raíz de estas
revelaciones, salieron a la luz otros programas similares contra Cuba como
Piramideo y Commotion –este último revelado por The New York Times- que la
USAID ensayó en Túnez. El escándalo ha sido grande, pero con la excepción de
TeleSUR, el diario mexicano La Jornada y el argentino Página 12, pocos medios
de prensa latinoamericanos han profundizado o publicado análisis sobre el tema.
Lo que sí abunda en los
grandes medios del continente son textos atacando a Cuba, en consonancia con
otra revelación del periodista estadounidense Tracey Eaton, probando que
entre el 2012 y el 2014 EE.UU. destinó más de medio millón de dólares a pagar
periodistas en América Latina y España con ese fin.
Un dinero que se suma al
que la gran prensa dedica a pagar columnistas o blogueros que, desde dentro de
Cuba, sean coherentes con la campaña que interesa a Washington. Estos tienen la
misión de dar color, con su testimonio interesado, a la realidad que el bloqueo
económico, la persecución y multas a los bancos y empresas que negocian con la Isla
buscan crear, siempre presentada en sus efectos pero jamás en sus causas.
Así, ninguno de los
informadores asesinados en el último medio siglo en América Latina es cubano
pero es a muy selectos nacidos en la Isla, a quienes medios del continente dan
el privilegio -muy bien pagado- de explicar lo que ocurre a su alrededor. Y
para que no haya casualidad un ex oficial de la CIA, nombrado Dan Gabriel, con
experiencia en Iraq y Afganistán, fue contratado para organizar periodistas en
Cuba que le deben suministrar cinco noticias semanales que coincidan con la
visión que Washington necesita imponer.
Gleen Greewald -poseedor
de los materiales obtenidos por Snowden- denunció, a raíz de conocerse ZunZuneo
cómo Estados Unidos y sus aliados están utilizando Internet para la
“elaboración de campañas de mensajes para convertirlos en virales”. Greenwald
reveló -a raíz del escándalo desatado por lo que los medios han denominado
“Twitter cubano”- documentos top secret del Cuartel General de Comunicaciones
del Gobierno británico que muestran su trabajo conjunto con otros gobiernos del
Norte que “amenazan la integridad de la propia Internet, utilizada como espacio
para la propaganda difundida por Estados que disfrazan su voz en línea, y la
presentan como libre expresión y organización”. Aun conociendo esto, o tal vez
por eso mismo, la corporación británica BBC no ha vacilado
en sacar adelante un blog destinado exclusivamente a Cuba.
Una mirada a nuestro
continente muestra una contraofensiva contra los procesos de cambio en el
continente, la gran prensa concerta acciones ya no solo para imponer sus
candidatos, como hizo O Globo con Collor de Melo en Brasil, o Televisa con Enrique
Peña Nieto en México, sino para derrocar a aquellos que han logrado sostenerse
e impulsar beneficios para la mayorías.
Cuando por primera vez se
legisla en el continente para modificar el control oligárquico sobre la prensa,
y especialmente la televisión, la Sociedad Interamericana de Prensa, Reporteros
Sin Fronteras y Freedom House, se rasgan las vestiduras porque se abren grietas
en el cumplimiento de la misión que a estas organizaciones le han asignado los
poderosos intereses que las crearon décadas atrás. Los preocupados porque
existan medios progubernamentales, no ocultan su deseo de tener gobiernos
promediáticos, aspiración ya realizada en algunos de nuestros países y que
encuentra su non plus ultra en un personaje como Silvio Berlusconi. El ciclo
termodinámico cerrado con que funciona la política en la llamada democracia
representativa (corporación–dinero–campaña mediática–gobierno para los ricos)
empieza a ser quebrado en algunos escenarios y la alarma cunde entre los que
hasta hace poco decidían quién debe gobernar.
“…yo voy a terminar mi
mandato sin haber comido con el dueño de un diario, el dueño de una televisora,
el dueño de una revista”, decía el presidente
Lula en una entrevista. ¿Cuántos pueden decir lo mismo cuando
hay no solo presidentes, sino hasta blogueros y escritores, “alternativos” e
“independientes”, devenidos voceros de las grandes corporaciones mediáticas?
Sólo la información sobre
terremotos y huracanes es espontánea, todo lo demás nace de una agenda. Como en
el corral del aeropuerto, unos ponen las reglas y otros las cumplen. En los
medios, unos pocos colocan la agenda, algunos son contratados para reproducirla
y muchos la consumen o incluso la critican sin ver lo esencial: el ordenamiento
económico que decide quién puede ser dueño e invitar a comer y quién debe
dormir en la calle sin saber leer ni escribir la palabra Internet.
El problema no son los
medios ni Internet sino la desigualdad económica y social que estos pueden
contribuir a amplificar o a reducir como parte de un sistema donde sólo la
acción colectiva organizada de los que hasta ahora han sido excluidos -los
“bárbaros” de siempre- hará que se avance en el sentido de la justicia y la
libertad, y en eso es un ejemplo el empeño de los blogueros brasileños y sus
Encuentros BlogPro, de su gobierno que ha acogido un foro mundial sobre la
necesidad de democratizar la gobernanza de Internet y ha denunciado ante las
Naciones Unidas el uso de la tecnología como instrumento de espionaje e
injerencia.
Denunciar siempre es más
fácil que construir. Como en el poema de Cavafis y la novela de Coetzee el
imperio está esperando a los bárbaros y quiere mover sus fronteras. Internet
-donde las fronteras parecen desaparecer- puede ser un instrumento de
liberación o de domesticación, pudiera servir para avanzar hacia más justicia o
como ampliación de las desigualdades y dominaciones preexistentes.
Convertir la red de redes
en una vía para la construcción de alternativas, es sólo posible con la acción
colectiva organizada y la inclusión de los excluidos, como participantes
activos, no como consumidores, en el mundo real que es el que, en definitiva,
debe ser transformado.
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