Nuevos aires cargados de
viejos hábitos soplan sobre los territorios de Latinoamérica y el Caribe.
La vocación hegemónica y su permanente necesidad de renovarse y reafirmarse
trae consigo una cartera de elementos de seducción, disuasión o represión que
pueden ser usados aislada o simultáneamente y que ofrecen la posibilidad de
combinaciones muy diversas, versátiles y siempre, eso sí, con el mismo
propósito: en ocasiones explícito y las más de las veces encubierto detrás de
velos insostenibles como el de la restauración
de la democracia.
Ana Esther Ceceña / ALAI
Durante el siglo XXI
hemos visto reaparecer las figuras autoritarias de tiempos pasados pero con una
esencia distinta. El capitalismo de este nuevo siglo llegó con ímpetus
renovados pero con características diferentes. Se modificaron sus
condiciones materiales tanto como sus modos y sentidos. Las materias
primas de ayer pierden hoy relevancia frente a nuevos materiales; las
tecnologías invaden nuevos espacios y usan otros caminos; las comunicaciones
ocupan todos los ámbitos y descubren formas y vehículos; los sentidos de
realidad en su conjunto se transforman y se enajenan a través de nuevos
mecanismos.
En términos de concepción
hay cambios muy notorios, correspondientes a las modalidades capitalistas del
siglo XXI, un momento en que los estados a la vez se refuerzan y se disuelven,
pero sobre todo se rediseñan; en que los territorios se redefinen de acuerdo
con los nuevos sentidos cohesionadores y con los nuevos imperativos materiales;
en que la sociedad transforma desde la ofensiva del poder ética y estética; en
que los valores materiales, sociales, culturales, políticos y simbólicos son
violentados por los mismos poderes que anteriormente los crearon, en su versión
dominante y dominadora.
El nuevo
campo de batalla
1. Quizá el elemento más
relevante ha sido el cambio en la idea de la guerra y sus propósitos. Si
hasta ahora hemos estado acostumbrados a medir las guerras por sus ganadores y
perdedores, hoy tendremos que adecuarnos a las guerras infinitas. Esas
guerras indefinidas que buscan mantener los territorios en situación de
guerra porque ya no son el medio sino el fin. Es la situación de
guerra la que proporciona los beneficios: da paso al saqueo, estimula una
variedad de negocios (armas, drogas, alimentos, trata de personas, mercenarismo
y muchos otros) y permite un control sobre las poblaciones no legitimado porque
se ejerce en condiciones de excepción.
2. Un segundo elemento
significativamente distinto se refiere a la concepción del enemigo. El
enemigo en verdad es, en este siglo XXI, la otredad bajo cualquiera de sus
formas. Y el otro, por virtud de la competencia y el
correspondiente imaginario de campo de batalla que la acompaña, debe ser
dominado o negado; convertido en –o tratado como- objeto. Pasible de ser
manipulado, usado, pero también deshechado. El otro que aparece por todos
y cualquier rincón como ocurrió en Vietnam, como ocurre dondequiera que hay un
pueblo en resistencia, es asimilable al estatus de virus. Un virus es
relativamente invisible, imperceptible e incomprensible, salvo cuando incomoda;
un virus es, como los humanos-masa, útil pero despreciable, dañino cuando
rebasa cierta dimensión o cuando la emprende por su cuenta. Debe ser
controlado “por el bien de la humanidad”, aunque en este caso justamente forme
parte de esa humanidad.
3. La idea central que
conduce a entender de una manera muy distinta el campo de batalla, que a la vez
es un equivalente del mercado, se refiere al problema de la incompletud, que
acompaña todos los procesos vitales, pero que debe ser superada, desde la
perspectiva del poder, para evitar porosidades que lo pongan en peligro.
Tarea imposible pero a la que se le dedican esfuerzos ingentes: tecnología
abrumadora y avasalladora; investigaciones de psicología y de comportamiento de
sistemas complejos; técnicas de convencimiento, envilecimiento, disuasión o
parálisis; cálculos de equilibrios asimétricos; investigaciones (y prácticas)
culturales, lingüísticas, antropológicas y similares que propicien el
sometimiento; fabricación unilateral y universalización de sentidos “comunes” a
través de los medios masivos de comunicación, de los contenidos de la
educación, de las orientaciones de la ciencia y otros vehículos del mismo
carácter.
4. El concepto de dominación
de espectro completo ha sido la clave de transformación en el arte de la guerra
y orienta sus modalidades prácticas. Es un concepto complejo que se
actualiza mediante la experiencia cotidiana de la guerra en todos sus distintos
escenarios y mediante el estudio del comportamiento humano, e incluso del de
todas las formas de vida que concurren en cada uno de ellos.
Uno de sus aprendizajes,
muy evidente en las disputas por la territorialidad en la actualidad, es el de
la aplicación simultánea y sin tregua de mecanismos variados que tiendan a
confundir y a la vez a producir resultados combinados mientras agotan, en
principio, las fuerzas físicas y morales del enemigo (Ver, a este respecto, el
acoso a Venezuela desde febrero de 2014).
Con la idea orientadora
de “no dejar resquicio al enemigo”, ningún espacio de resguardo, ni un momento
para tomar aliento, se han puesto en práctica un conjunto de elementos de los
que yo distingo tres que combinados tienen un efecto explosivo: avasallamiento,
simultaneidad, impunidad.
Avasallamiento. Cuando el enemigo
es concebido como una fuerza invisible o difícil de reconocer porque se pierde
en esa masa de seres a los que nunca se les había puesto casi atención porque
se les consideraba demasiado pequeños e irrelevantes, el procedimiento se
inclina por lo que podría considerarse una purga general, relacionada con las
tareas de prevención y disuación pero con propósitos de más larga
duración. Este mecanismo consiste en evitar que la asimetría se convierta
en vulnerabilidad aplicando una fuerza sobredimensionada, desproporcionada, con
carácter arrasador.
Simultaneidad. El mejor medio
para desgastar al enemigo es atacarlo sin tregua por todos lados al mismo
tiempo; como un ataque de un enjambre de avispas. Con esta idea, se
aplican simultáneamente mecanismos desestabilizadores o directamente de ataque
en todos los ámbitos de la vida social. Desde casos como el mexicano en
que se aprobaron en cascada reformas antipopulares (laboral, fiscal, de control
de comunicaciones, educativa y energética) que generaron confusión y respuestas
fraccionadas y que transformaron sustancialmente y de golpe las relaciones
laborales, las pautas educativas, el patrimonio de la nación (del pueblo de
México), los niveles salariales y de imposición, la vigilancia o intromisión en
la vida privada y los márgenes de maniobra de la sociedad; hasta procesos
directamente de propiciamiento de golpes de estado como el venezolano en que se
manejan los imaginarios y sentidos de realidad, se genera violencia y
confusión, se introducen operativos de descomposición social, corrupción y
soborno, al mismo tiempo que se genera desabasto de bienes básicos, se ataca al
gobierno y también a la sociedad.
Es decir, la
simultaneidad es el elemento que más claramente permite entender la estrategia
de dominación de espectro completo, siempre combinado con la idea de eliminar
la porosidad que permita resquicios de recuperación de fuerzas y de
sentidos. Es un modo de proceder que puede aplicarse en cualquier ámbito,
en ámbitos combinados, en todos a la vez y en cualquier nivel.
Impunidad. El dislocamiento
de sentidos y la confusión que de esta manera se crea es potenciada al máximo
posible cuando a los referentes formales de justicia y moralidad social se les
invalida en la práctica con la ostentación de comportamientos ilegales.
La pérdida de referentes sociales garantizadores, de lo que se entiende por
estado de derecho, equivale a la construcción de un contexto en el que aparecen
como dupla indisoluble el estado de excepción y una tierra de nadie.
Crimen, extorsión, corrupción, violaciones al orden establecido, atropello,
autoritarismo, vaciamiento de la justicia, del derecho y del respeto social son
los componentes del nuevo escenario impuesto unilateralmente. En mayor o
en menor escala, la complicidad entre crimen y aparatos de justicia genera
condiciones de pérdida de sentidos y de indefensión de la sociedad que entonces
es sometida a una dinámica pantanosa en la que se mueve con dificultad y sin
tener clara la ruta.
El México del siglo XXI
quizá sea uno de los más elocuentes casos de dislocamiento de las reglas del
juego y de imposición de una política general de impunidad en el sentido que la
hemos referido.
La dominación de espectro
completo y los elementos de intervención que hemos destacado, podemos
observarlos lo mismo en una escala planetaria, es decir, en calidad de
macropolítica, que en escalas locales, con todas las gradaciones y diferencias
correspondientes a las especificidades del caso y al momento o grado de
intervención que se busca.
Los
mecanismos de intervención
5. En el terreno de los
modos y las formas, o de la espacialidad material de la ocupación, también
podemos observar cambios significativos.
La primera década del
siglo XXI estuvo marcada por un nuevo despliegue de instalaciones militares
estadounidenses en algunos puntos estratégicos del territorio latinoamericano y
caribeño. El efecto fue doble. Por un lado, siguiendo con la pauta
del avasallamiento, la excesiva presencia militar con altas tecnologías y capacidades
de respuesta tuvo un impacto intimidante y disuasivo; por otro lado realmente
mostraba la dimensión del potencial enfrentamiento y el margen de irradiación
casi instantánea de la fuerza estadounidense y sus aliados. El despliegue
y reposicionamiento de las fuerzas estadounidenses en la zona durante estos
años, que en principio las tenían distraidas en Medio Oriente y Asia Central,
es impresionante (ver mapa).
El estilo de
instalaciones que se han promovido a partir de 2013 ya es distinto; tiene un
perfil más discreto (ver artículo de Sandy Ramírez). El propósito no es
tanto intimidatorio sino totalmente funcional; se busca el entrenamiento y
homogeneización de códigos en la lucha contra “contingencias” de estilos
variados como las de posibles sublevaciones urbanas (particularmente para Chile
pero con alcance general), trastornos ambientales, y situaciones de
“ingobernabilidad” entre las que está el rechazo de la minería a cielo abierto,
a la construcción de una carretera en medio de la selva, de una hidroeléctrica
o simplemente la disputa por el sentido y posesión de un territorio. Es
decir, prepara el terreno para acciones “especiales” y puntuales forjando los
cuerpos de élite.
6. La presencia militar
directa, o incluso la policiaco-militar, generan suspicacias y rechazo entre
las poblaciones. Por ello son acompañadas por múltiples mecanismos de
entrelazamiento con la población que aparecen como ajenos a la esfera militar,
entre los que destacan los programas de la USAID. Aportando dinero, asesoría,
apoyo tecnológico, capacitación o cuestiones similares, USAID, nacida en el
marco de las políticas anticomunistas de la Alianza para el Progreso en 1961,
que buscaban eliminar la influencia de la revolución cubana en otros países del
continente (cuyo correlato fue el bloqueo económico a Cuba), ha tenido una
historia muy claramente vinculada a los golpes militares de las décadas de los
60 y 70 del siglo XX. En los años posteriores a las dictaduras militares
su presencia se hizo más notoria en la región centroamericana, marcada por las
guerras, y en la actualidad se extiende visiblemente en países que desde la
visión hegemónica resultan estratégicos como Haití, Colombia, México, Guatemala
y Honduras, a quienes se les ha otorgado un financiamiento de 1,224; 582; 290;
217; y 212 millones de dólares respectivamente en sólo 3 años, de 2010 a
2012.
De 1990 a 2003 Perú,
Bolivia y Colombia (2,753; 2,333; y 2,190 millones de dólares respectivamente),
considerados el brazo sur del plan Colombia, fueron los países que mayores
financiamientos recibieron. Les siguieron de cerca El Salvador, Nicaragua
y Honduras (con 1,923; 1,414; 1,116), relacionados con el control del área del
Gran Caribe y con las rutas de narcóticos y de migrantes. En la década de
los 80, marcada por las guerras en Centroamérica, solo El Salvador recibió
4.047 millones de dólares.[1]
Lo mismo sucede con
agencias como la DEA, que no sólo tienen paso por todo el continente sino que
también son portadoras de políticas de ocupación en países o sitios
estratégicos. Durante 2008-2014 el presupuesto destinado al CARSI
(Iniciativa de Seguridad de la Región Centroamericana) es de 665 millones de
dólares, cuando el de Colombia (279 en 2013) y el de México (154 en 2013),
países centrales en la estrategia de seguridad del continente, resulta ser
moderado frente a este monto que se justifica por la “…transferencia de 1,388
mil millones de dólares en equipo electrónico de uso exclusivamente militar,
parte del cual es expresamente para uso del propio personal estadounidense en
Honduras. Se tendrá ahí posiblemente uno de los mayores centros de
información y telecomunicaciones del Continente.”[2]
El avance discreto a
través de estos mecanismos puede ser considerado de alto riesgo -combinado con
el avance explícito de la década anterior obviamente-, pues permite una
penetración más sutil, más profunda, más inadvertida y más consistente, creando
complicidades a la vez que condiciones de disciplinamiento o de
intervención.
Socavar para intervenir desde el fondo.
7. Lo que resulta
significativo es que la intervención con vestido de economía no cesa de ocurrir
y extenderse mientras las otras tienen comportamientos más erráticos. Las
relaciones entre los estados pueden deteriorarse mientras calladamente las
inversiones mineras, petroleras o similares siguen encontrando recovecos por donde
extraer hasta el último gramo de los ricos yacimientos latinoamericanos.
La economía de rapiña, en connivencia con las oligarquías locales, recuerda
permanentemente la época de la (primera) Conquista. La voracidad del
capital es hoy, tanto como los mecanismos de disciplinamiento y control,
avasalladora, simultánea e impune. Al menor descuido ocupa espacios y
vacía y transforma territorios.
Chevron, Anglo Gold,
Repsol, Halliburton, Barrick Gold, Monsanto, Cargill y algunas otras, son tan
dañinas como las bases militares y los dispositivos de disciplinamiento.
Son tan depredadoras como las acciones militares. Son también fuerzas de
ocupación, saqueo y desolación.
Es por eso que las luchas
crecen y revientan por todos los rincones. Es por eso que los operativos
de desestabilización se multiplican. Es por eso que el proceso de
militarización no puede detenerse, como no logren detenerlo los pueblos.
Las
geografías del poder
8. La geografía del área de
seguridad de Estados Unidos en el continente también se ha transformado.
De la primera década del siglo XXI con un centro asegurado en Colombia, hoy se
ha extendido, a manera de derrame, hacia Perú y Paraguay en el sur y hacia
Centroamérica y México en el norte, formando auténticamente un corredor geográfico
de aseguramiento y garantía hegemónica. Las políticas y métodos aplicados
en Colombia; los procesos de desestructuración comunitaria y arrasamiento
físico; las imposiciones de lógicas económicas saqueadoras y devastadoras como
las del monocultivo, ya sea de palma, caña, café, soya o cualquier otro cultivo
de rentabilidad garantizada en el mercado mundial; la minería a cielo abierto,
con mercados inmediatos en el exterior; los desplazamientos de población; la
violencia a la vez selectiva e inespecífica; todos estos elementos, acompañados
de cambios en la normatividad nacional e internacional, los códigos penales y
civiles y en general los usos y costumbres, han transitado territorialmente
hasta crear un corredor securitizado y productor de commodities que atraviesa
América a lo largo desde una punta hasta la otra. Corredor que marca una
línea divisoria entre los países agrupados en el ALBA o las organizaciones
regionales en resistencia frente a las políticas hegemónicas, y marca la ruta
de la Alianza del Pacífico o del Tratado Transpacífico que hace recordar al
legendario ALCA pero reforzado con una coraza militarizada. Como dijera
Colin Powell, no tiene caso hacer acuerdos de libre comercio si no se garantiza
y se acoraza antes la ruta con acuerdos de seguridad.
Hoy, sin embargo, aun en
estas circunstancias, los pueblos se aferran a la vida y encuentran formas de
restablecer los resquicios, los enjambres y las urdimbres comunitarias. A
pesar del miedo; a pesar del dolor; o justamente por eso.
- Ana Esther
Ceceña es coordinadora del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica, Instituto de
Investigaciones Económicas, Universidad Nacional Autónoma de México.
* Artículo publicado en la revista América Latina en Movimiento,
No. 495 (mayo 2014) con el título “Reordenando el continente”. http://www.alainet.org/publica/495.phtml
NOTAS
[1]
La presencia de la USAID ha sido fuertemente cuestionada. Ecuador ha
resuelto a inicios de mayo 2014 cortar toda relación con esta agencia, por
considerarla injerencista y dañina para la estabilidad y soberanía nacional.
[2]
Ceceña, Ana Esther 2014 “La dominación de espectro completo sobre América” en Patria
(Ecuador: Ministerio de Defensa), con información de Isacson, Adam et al 2014 Time
to listen: trends in U.S. security assistence to Latin America and the
Caribbean (USA: Latin America working group education fund, CIP, WOLA).
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