¿Cómo está ahora la
Cajamarca donde murió Atahualpa y donde la Newmont Mining se adueñó del oro en
los neoliberales años noventa? La respuesta se escuchó esta semana en Lima,
donde se lleva a cabo la reunión bianual de la Cepal y, por supuesto, lastima a
cualquiera que albergue un mínimo sentimiento de igualdad: Cajamarca está entre
las cinco regiones más pobres de Perú.
Eduardo Anguita / Miradas al Sur
La desigualdad social: herida abierta de nuestra América. |
Un mes atrás, Eduardo
Galeano fue el invitado de honor para inaugurar la Bienal del libro de
Brasilia. En el auditorio del Museo Nacional, una obra diseñada por el
arquitecto comunista Oscar Niemeyer, el gran escritor eligió compartir con los
asistentes “Treinta de agosto”, un poema suyo dedicado a los detenidos
desaparecidos.
“Desaparecidos: los
muertos sin tumba, las tumbas sin nombre./
Y también:
/los bosques nativos,/
las estrellas en la noche de las ciudades,/ el aroma de las flores,/ el sabor
de las frutas,/ las cartas escritas a mano,/ los viejos cafés donde había
tiempo para perder el tiempo,/ el fútbol en la calle,/ el derecho a caminar,/
el derecho a respirar,/ los empleos seguros, las jubilaciones seguras,/ las
casas sin rejas,/ las puertas sin cerradura,/ el sentido comunitario/ y el
sentido común.”
Aplausos, lágrimas. La
Bienal se hacía a medio siglo del golpe militar en Brasil. El mismo año 1964 en
que una Dilma Rousseff de 17 años se incorporaba a una organización
revolucionaria marxista, como muchos que luego forjaron el Partido de los
Trabajadores que está en el gobierno desde hace 12 años y que en octubre
próximo pondrá en juego esa continuidad en una nueva elección libre.
Galeano habló, como
siempre, con humor y franqueza. Y tuvo la ocurrencia de decir que en la
actualidad sería incapaz de leer Las venas abiertas de América latina,
su obra cumbre, publicada en 1971 cuando apenas tenía 31 años y era habitué del
Café Brasilero en la Ciudad Vieja de Montevideo, el mismo donde todavía recibe
a periodistas o escritores con el mismo aplomo de siempre. Porque Galeano es el
de siempre y no se espanta al decir que esa prosa de izquierda –la de Las
venas abiertas– es aburridísima. Estos días, un mes después, esa frase y
otras, todas entrecomilladas, para dar más verosimilitud, recorrieron portadas
y portales: que tendrían que meterlo en un hospital porque su cuerpo no
aguantaría ese texto. Mucho puede aprenderse de la sinceridad del poeta. De su
necesidad de ser auténtico y de, si se acepta el convite, a dialogar con
aquellos años revolucionarios desde un presente al menos incierto para soñar
con cambios o para profundizar los que se hicieron.
En Las venas abiertas
está narrado el genocidio de los incas y los aztecas. Está contado, entre otras
tristes historias, cómo Francisco Pizarro mandó capturar al inca Atahualpa en
Cajamarca y cómo los conquistadores le prometieron paz si previamente entregaba
toneladas de oro y de plata. El inca cumplió. Pero luego lo condenaron a morir.
Eso sí, la propia historia confesional y monárquica española registra que el
Atahualpa aceptó el bautismo cristiano y también cambiar su nombre por el de
Francisco, el mismo del jefe de los invasores. Tras la ceremonia bautismal, en
1533, al inca lo acogotaron con el garrote vil. El mismo método criminal con
que Francisco Franco mandó ejecutar a quienes sometía, no ya en las indias
occidentales de los reyes católicos sino en la propia península. Por el garrote
vil era ejecutado Puig Antich en 1974, cuando el tirano balbuceaba, no le
quedaba mucho tiempo de vida, pero quería perpetuarse a través de su obra. Así
eran los setenta, así eran los tiempos en que Galeano paría Las venas
abiertas. Unos años antes, otro poeta, Héctor Roberto Chavero, decidía
cambiar de nombre por voluntad propia, y se bautizó como Atahualpa Yupanqui:
“Me galopaban en la sangre 300 años de América”.
Cinco
siglos igual
Cajamarca, donde fue
tomado prisionero el inca Atahualpa, la Minera Yanacocha explota desde 1992 la
mina de oro más grande de América latina. El capital mayoritario es de la
Newmont Mining Corporation, con sede en Colorado, Estados Unidos. Así como los
golpes de Estado militares se desparramaban como el viento en los sesenta y
setenta por el continente, a principios de los noventa, los andes se inundaron
de códigos mineros diseñados en América del norte. Casi calcados los textos.
Tanto en Perú, como en Ecuador, en Bolivia, en Argentina y en Chile. Grandes
beneficios fiscales y toda la logística para que los metales salgan hacia los
países centrales. En 1992, la onza de oro valía alrededor de 100 dólares.
Veinte años después vale tres veces más.
La pregunta es: ¿cómo
está ahora la Cajamarca donde murió Atahualpa y donde la Newmont Mining se
adueñó del oro en los neoliberales años noventa? La respuesta se escuchó esta
semana en Lima, donde se lleva a cabo la reunión bianual de la Cepal y, por
supuesto, lastima a cualquiera que albergue un mínimo sentimiento de igualdad:
Cajamarca está entre las cinco regiones más pobres de Perú. El 55% del millón y
medio de habitantes es pobre. Desde ya la minería no es la principal ocupación,
pero de esa riqueza no queda nada. Según la prensa del sistema, la pobreza
arreció porque los “antimineros” sabotearon a la Newport Mining y su proyecto
Conga, resistido por la comunidad de Cajamarca. Las autoridades del gobierno de
Ollanta Humala dicen que por culpa de las protestas ya no va el turismo a
Cajamarca. Es posible que Las venas abiertas sean de una pesadez
insondable. Más cruel es la colonización cultural.
La
desigualdad
También es pesado el
documento “Pactos para la igualdad – Hacia un futuro sustentable” con el cual
Alicia Bárcenas abrió en la capital del Perú el pasado lunes 5 el encuentro que
duró hasta el viernes 9 y que contó con la presencia de representantes de 40
países. El 27,9% de los habitantes de América latina y el Caribe son pobres
según las mediciones de la Cepal, un organismo que sigue definiendo a esta
región como la más desigual del planeta aunque la más pobre sea el continente
africano.
Pese a que los precios de
los productos primarios se mantienen favorables en el mercado internacional, el
crecimiento del PBI de la región está estancado desde 2011.
La mexicana Bárcenas advirtió
que hay un “escenario externo mucho más problemático: hoy América latina no es
la misma de 2010 y 2012, está enfrentando una encrucijada muy compleja, ante un
escenario externo mucho más problemático, de cara a la fase menos dinámica del
ciclo y con problemas de sustentabilidad ambiental”. Las crisis financieras que
se desataron en Estados Unidos y en Europa en 2008 y 2009 acentuaron los
procesos de desregulación, de debilitamiento de los Estados de los países
centrales. A la par, crecieron los llamados refugios fiscales donde las grandes
multinacionales derivan parte creciente de sus transacciones comerciales y
financieras para pagar menos impuestos y atemperar la menor actividad
económica. Aunque China aumentó sus vínculos con América latina, no plantea una
matriz diferente a la que vincula al continente con las multinacionales
norteamericanas y europeas. El crecimiento fue extraordinario en la última
década, en la actualidad llega al billón de dólares. Casi el 70% de esa
relación comercial queda en manos de México y Brasil, que tienen un equilibrio
entre exportaciones e importaciones. Ambos países les venden a China algo de
productos industrializados. Muy de lejos, en tercer lugar, está Venezuela, que
vende petróleo y compra productos industrializados. El cuarto lugar es de
Argentina, que vende a China oleaginosas en granos y una parte en aceites de
soja y girasol. Contra los productos primarios o levemente industrializados,
Argentina compra a China productos industrializados, desde leds –o partes, para
las armadurías de Tierra del Fuego– hasta material ferroviario. China hace
inversiones directas en la región y tiene planteado firmar un tratado de libre
comercio para profundizar los vínculos. Está claro que con la actual ecuación
un convenio de ese tipo dejaría a gran parte de América latina sin perspectivas
de salir de una economía primaria que deja buenos saldos comerciales, con
capacidad de financiar al Estado sin entrar en la espiral de dependencia
financiera de la banca privada y pública internacionales. La contraparte es que
posterga la industrialización, ergo, la soberanía.
Propuestas
La Cepal, en este
documento, subraya que no todo se debe a factores externos. La economista
mexicana explicó que “a pesar del esfuerzo por hacer políticas sociales muy
activas se requiere otras para reducir la informalidad en el empleo. Hay
emergentes clases medias que demandan seguridad, transporte, educación y salud,
han tenido más ingresos puertas adentro –de sus casas–, pero puertas afuera
está el desafío del Estado para dar mejores bienes públicos”.
El texto completo
presentado por Bárcenas es algo más corto que Las venas abiertas. Tiene
400 páginas con material de diagnóstico y, como suele hacer la Cepal, con un
final propositivo, tan abierto como difícil de concretar. Basa la propuesta en
la realización de pactos al interior de cada nación y también en los ámbitos
supranacionales. De los siete pactos enumerados, el primero es “el pacto para
una fiscalidad con vocación de igualdad” destinado a asegurar la estabilización
macroeconómica contracíclica, apoyar el crecimiento y contribuir a la
redistribución del ingreso disponible: “El pacto fiscal no es un pacto más,
sino el pacto a partir del cual los demás pactos se hacen financieramente
viables y que vincula del modo más fuerte las obligaciones y los beneficios de
la sociedad. Además, el pacto fiscal es una de las claves para construir una
institucionalidad estatal más robusta y con mayor capacidad de incidir para
transformar las estructuras productivas y sociales de la sociedad”. Este
enunciado pone en aprietos a buena parte de la dirigencia política y
empresarial de la región, incluyendo a la Argentina, claramente. Aunque hayan
mejorado la recaudación y el fondeo de programas de inclusión social desde 2003
hasta la actualidad, Argentina lleva tres décadas de democracia sin un debate
profundo ni en el Congreso ni en el Ejecutivo sobre cómo hacer impuestos
progresivos –que paguen más los que más ganan– ni cómo hacer bajar el
coeficiente de impuestos directos (el IVA a nivel nacional, los ingresos brutos
a escala de las provincias) y aumentar los indirectos (ganancias y bienes
personales), centrando en las personas y no en las sociedades para evitar las
maniobras de elusión y evasión. A su vez, es imposible optimizar la recaudación
de impuestos y retenciones derivadas del comercio exterior sin cambios
drásticos en los organismos de impuestos y la Aduana, así como un control de
los puertos, la gran mayoría concesionados a actores privados.
El segundo pacto planteado
por Cepal es para la inversión, la política industrial y el financiamiento
inclusivo. Subraya los bajos niveles de inversión en la región que limitan el
crecimiento sustentable en el mediano y largo plazo. La reducción de la
inversión pública adoptada para enfrentar la crisis de la deuda durante los
ochenta y noventa, provocó un gran déficit de infraestructura.
Luego, aborda el desafío
de la igualdad en el mundo del trabajo. Persiste una alta heterogeneidad
salarial. Informalidad, brechas de género y de etnia en el acceso al empleo son
parte del mapa laboral latinoamericano. Conviven trabajadores de empresas con
alto coeficiente tecnológico, generalmente filiales de multinacionales, con
sectores excluidos de todos los derechos.
En cuarto lugar, plantea
el desafío de los servicios públicos. Los pactos enunciados en quinto y sexto
lugares son los de sustentabilidad ambiental y la gobernanza de los recursos
naturales. Llevados a fondo, ambos temas ponen a la minería a cielo abierto y
las técnicas de fracking en el tapete. Las multinacionales mineras y petroleras
no parecen dispuestas a realizar inversiones si los gobiernos de la región
asumen este desafío con compromiso.
El texto, en esto, es
medular. Sólo un párrafo como para graficar la magnitud del desafío:
“En la competencia entre
países por captar mayor inversión en la explotación de los recursos naturales,
se implementaron políticas que a veces reforzaron el poder de los
inversionistas y de las grandes corporaciones mediante la desregulación, la liberalización
comercial y financiera y la reducción de impuestos y exenciones fiscales, y
debilitaron el rol del Estado y su capacidad para promover la gobernanza de los
recursos naturales. Estas reglas del juego llevaron a resultados poco
deseables, como la apropiación de tierras sin tener en cuenta los ecosistemas,
la extracción intensiva de minerales y la explotación de los mares y otros
recursos naturales con un consiguiente aumento de la concentración de recursos
naturales en grandes corporaciones transnacionales, especialmente en los
sectores mineros, petroleros, madereros y pesqueros. Ningún otro sector de la
sociedad ganó más privilegios a nivel global y local que las grandes empresas,
sean nacionales o transnacionales. Pese a los incipientes intentos de
autorregulaciones voluntarias y la responsabilidad social empresarial, la
concentración y el ejercicio de poder de las corporaciones juega un papel
perjudicial para el medio ambiente y la preservación de recursos estratégicos
en muchas zonas del planeta”.
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