Si Varela quiere hacer un gobierno que logre movilizar a
la población panameña, tiene que enfocar su atención en el problema clave del
país: la falta de empleo decente y productivo disponible para la juventud. Para
ello tiene que modificar sustancialmente los programas neoliberales aplicados
por los últimos cuatro gobiernos (20 años).
Marco A. Gandásegui, h.
/ Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
La victoria electoral del panameñista Juan C. Varela fue, sin duda, el
hecho más importante del torneo celebrado en Panamá. La derrota del candidato
oficial, José Domingo Arias, fue recibida con alivio, especialmente por
sectores del gran capital panameño. No tanto por lo que representaba el
aspirante sino por lo que consideraban un intento del presidente saliente, Ricardo
Martinelli, para quedarse en el poder. A su vez, Juan C. Navarro llevó su nave
partidista – el Partido Revolucionario Democrático (PRD) - a una estrepitosa
derrota, inesperada por los observadores políticos.
Los resultados, en otras palabras, no cuadraban con los análisis
realizados con anterioridad a las elecciones. ¿A qué podría deberse esta
confusión generalizada? En primer lugar, los analistas depositaron su ‘fe’ en
las encuestas. Todas fallaron en sus pronósticos. Este fracaso puede deberse a
dos causas. Por un lado, las muestras con las cuales trabajaban las empresas
encuestadoras se desdibujaron y se alejaron de una distribución correcta de la
población. Por el otro, el instrumento estadístico podría haber sufrido
alteraciones para que arrojara resultados favorables para algún candidato en
particular.
Otra explicación para entender los sorpresivos resultados de la elección
presidencial puede asociarse con la idea de que los electores panameños siempre
pasan factura a sus gobernantes y emiten el ‘voto castigo’. En este caso, el
desfavorecido fue el abanderado oficialista. El presidente Martinelli arremetió
contra el pueblo panameño por ser “desagradecido”. Agregó que espera que ‘dios
los coja confesados’ cuando su sucesor tome posesión. Pero, ¿por qué votó el
pueblo por un candidato de un partido político relativamente débil? ¿Por qué no
voto por el Partido Revolucionario Democrático (PRD), fundado por el general
Torrijos hace 35 años? El PRD tiene casi 600 mil adherentes y sólo sacó 510 mil
votos en esta contienda. ¿Por qué votaron los perredistas por el candidato del
Partido Panameñista, Juan C. Varela? Todo indica que el ‘voto castigo’ fue
dirigido tanto al presidente Martinelli como al candidato del PRD, Juan C.
Navarro.
Antes de continuar con el análisis del ganador y de los grandes
perdedores, hay que señalar que la campaña electoral de 2014 presenció por
primera vez en 30 años (desde 1984) la postulación de candidatos de la
izquierda panameña. El candidato independiente, Juan Jované, quien logró
introducir los problemas del país en los debates presidenciales, obtuvo algo
menos del uno por ciento de los votos. A su vez, el candidato del Frente Amplio
por la Democracia (FAD), Genaro López, no obtuvo los votos esperados.
Jované desarrolló su campaña sin apoyo financiero, pero logró calar en
sectores importantes de la sociedad panameña. Su discurso se dirigió a las
causas de los problemas que tiene el país y que el pueblo está sufriendo.
Denunció el saqueo de las arcas fiscales por la oligarquía financiera, que
apoya económicamente a los tres partidos mayoritarios del país. Prometió poner
fin a la corrupción que está llevando al país al borde del colapso tanto moral
como material. También señaló que la única manera de rescatar de la bancarrota
a los sectores productivos de la economía – el agro y la industria – era
denunciando y saliéndose del Tratado de Libre Comercio con EEUU. Su campaña
hizo énfasis en el estado ruinoso en que se encuentran los programas educativos
y de salud del país. Las escuelas están literalmente colapsadas y los centros
de salud no cuentan con equipos o materiales de trabajo.
Genaro López, dirigente obrero de la construcción, obtuvo muchos menos
votos de los esperados. Se calculaba que capturaría por lo menos el 4 por ciento
del electorado, para poder consolidar el partido FAD y elegir por lo menos un
diputado a la Asamblea Nacional. Es probable que el discurso que buscó un
equilibrio en sus propuestas terminó perjudicando las aspiraciones electorales
de López. Siguiendo los ejemplos de Lula, Sánchez Cerén y Mujica no se
pronunció abiertamente de izquierda y partidario de cambios radicales. Quienes
podrían haber votado por una alternativa, prefirieron inclinarse a favor del
‘voto castigo’. Había que asegurar que Martinelli no regresara a la
Presidencia, sobre las espaldas de su pupilo o de la mano de su señora,
candidata a la Vicepresidencia.
El presidente electo Varela, tiene una política muy parecida si no
idéntica a la de Martinelli. Contrasta, sin embargo, el estilo que hasta ahora
ha presentado al país. Pero Varela está sujeto a las políticas que emanan de
EEUU en materia económica, social y militar. Incluso, su militancia en el Opus
Dei, una orden conservadora de la Iglesia católica, es bien vista por
Washington.
En su primera conferencia de prensa la noche de su elección, no perdió el
tiempo para entrometerse en los asuntos internos de Venezuela repitiendo la
propaganda de la Casa Blanca contra el gobierno del presidente Maduro. Durante
su campaña no se refirió a los problemas del Canal de Panamá, a la creciente
militarización extranjera del país, ni a la crisis del agro. En cambio, destacó
su compromiso de reducir el costo de la canasta básica, poner fin a la
corrupción y desarrollar proyectos de vivienda social.
Jované declaró –en la noche en que se anunció la victoria de Varela- que
el Movimiento Independiente por la Refundación Nacional (MIREN) se convertirá
en la ‘conciencia social’ del país para exigir que el nuevo presidente
(2014-2019) cumpla con todas sus promesas.
El partido del presidente electo también ganó, por un estrecho margen, la
Alcaldía de la ciudad de Panamá. Es el segundo cargo de elección popular más
importante del país. Sin embargo, Varela contará con una bancada legislativa
minoritaria de sólo 12 diputados de un total de 71. Además, estará en minoría
en los consejos municipales del país. La figura de Varela ganó las elecciones
presidenciales pero su partido quedó relegado a un papel secundario en el resto
de las instancias gubernamentales.
En la Asamblea de Diputados el partido de Martinelli, Cambio Democrático,
ganó una mayoría relativa con casi 30 diputados. El PRD obtuvo 23 curules. Se
especula que el PRD hará una alianza con el Partido Panameñista (Varela) para
impulsar una agenda legislativa en el período 2014-2019. Tampoco se puede
descartar que el próximo gobierno negocie con Martinelli y sus 30 diputados.
El PRD mostró su fortaleza en los 75 municipios del país donde ganó la
gran mayoría de los concejos municipales. El partido fundado por el general
Torrijos cuenta con una amplia base, bien estructurada y con capacidad de
movilización. Esa organización, sin embargo, rechazó a los candidatos a
diputado y a Presidente de la República de su propio partido. A pesar de tener
570 mil miembros inscritos en todo el país, el candidato a presidente sólo saco
510 mil votos.
El triunfo de Varela es el resultado de la simpatía que su figura
despertó en los sectores menos organizados de la clase trabajadora, así como en
las provincias agropecuarias. El 50 por ciento de la población trabajadora
panameña es informal. Martinelli hizo una campaña basada en promesas, regalos y
efectivo para ese sector, el menos protegido de la población. El pueblo
panameño lo rechazó y respondió con el “voto castigo”. El PRD también fue
castigado por ser el arquitecto de las políticas neoliberales (durante la
gestión de Pérez Balladares, 1994-1999) que han causado una crisis en la
mayoría de las familias panameñas cuyos jefes han perdido sus empleos y
sobreviven en la informalidad. Los jóvenes panameños que no encuentran un
empleo decente también castigaron con su voto a Martinelli y al PRD.
Si Varela quiere hacer un gobierno que logre movilizar a la población
panameña, tiene que enfocar su atención en el problema clave del país: la falta
de empleo decente y productivo disponible para la juventud. Para ello tiene que
modificar sustancialmente los programas neoliberales aplicados por los últimos
cuatro gobiernos (20 años). Los programas de dádivas son concebidos para emergencias
coyunturales. Sin embargo, Varela ve estos programas como los pilares de su
gobierno. Tendrá que modificar esa visión y desarrollar una política nueva en
que los jóvenes panameños, trabajando, produciendo y estudiando, se conviertan
en los pilares de su gestión gubernamental.
No es un secreto que los tres candidatos que presentaron los partidos
tradicionales para la Presidencia responden a los intereses de los grandes
capitales del país y de EEUU. Varela no fue la excepción. Ya insinuó que
nombrará como director de la Caja de Seguro Social (con un presupuesto que se
acerca a los dos mil millones de dólares) a un empresario quien afirmó
recientemente que la institución tiene que adoptar el programa de cuentas
individuales. Cualquier alternativa, agregó, sería ‘inmoral’. Como ministro de
la Presidencia y coordinador de la transición de la administración
gubernamental, nombró a un abogado conservador con fuertes vínculos con
empresas monopolistas de EEUU. El gran capital panameño fue el que celebró más la
derrota electoral de Martinelli y el triunfo de un candidato de la oposición
tradicional. Ahora les tocará negociar con Varela. Entre los presidentes
saliente y electo hay grandes diferencias de personalidad y de estilo. Pero
ambos son empresarios y responden, básicamente, a los mismos intereses de la
clase que ha gobernado a Panamá en los últimos dos siglos, con algunas pocas
excepciones.
Los gobiernos que ha tenido Panamá desde que comenzó el ciclo posterior a
la invasión militar norteamericana de 1989 han tenido una política social
represiva. Esta política se destaca, sobre todo, en las políticas laborales.
Por un lado, ha deprimido los salarios para favorecer las ganancias de los
empresarios. Por el otro, ha desarticulado sistemáticamente las organizaciones
sindicales de los trabajadores. En el campo, ha destruido los asentamientos
campesinos, las cooperativas y a los pequeños y medianos productores. En los
centros educativos acabó con las organizaciones estudiantiles e, incluso,
modificó los textos escolares de historia y ciencias sociales para favorecer a
las figuras individuales de la clase dominante.
La política represiva de los últimos gobiernos no será alterada por
Varela. Sólo queda por ver con qué fuerza pretende suprimir los movimientos sociales
que luchan por los de derechos de los trabajadores, campesinos, indígenas,
jóvenes y mujeres del país. Los trabajadores exigen mejores condiciones de
trabajo y salarios más justos. Varela parece no tener un plan para enfrentar
estas demandas.
Igualmente, en el campo, Varela ha señalado que no pretende introducir
cambios a las actuales políticas que están arrasando con los productores. Los
pueblos indígenas que están luchando para conservar sus tierras, tampoco han
recibido señales del próximo gobernante.
En las alianzas políticas que se avecinan, Varela buscará la forma de
sumar a su gobierno a los sectores empresariales. Todo indica que no tiene en
sus planes incorporar figuras de la oposición tradicional que promuevan
programas sociales y económicos que puedan beneficiar a los sectores populares.
Varela llegó a la Presidencia tras un triunfo sorpresivo en las urnas. Es
improbable que su trayectoria política se altere y le dé otra sorpresa al país
impulsando políticas que beneficien al pueblo panameño.
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