Imperialismo, gas y petróleo: así quieren que funcione la
democracia usamericana en Ucrania, tal y como se impuso antes por la fuerza en
Irak, en Afganistán o en Libia.
Andrés
Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
El hijo y el padre: Hunter y Joe Biden. |
Más allá de los discursos a favor del gobierno de facto de
Kiev y de las sanciones económicas contra Rusia; más allá de ese ejercicio grandilocuente de
la Casa Blanca de pretender trazar las líneas divisorias entre el lado correcto y el lado incorrecto de la historia; más allá de la inoculación
diaria de la opinión pública que realizan los grandes consorcios mediáticos,
con sus dosis recargadas de “occidente”, “mundo libre”, o “bárbaros y
civilizados”, en las pantallas de la televisión, en la prensa escrita o la
internet; más allá de todo esto, la voracidad civilizadora del imperio
finalmente salió a la luz en la crisis de Europa del Este: el abogado Hunter
Biden, hijo del vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, acaba de ser
nombrado como director de la mayor empresa privada ucraniana de petróleo y gas:
la compañía Burisma Holdings.
¿Este comportamiento tan propio, tan típico de las tiranías
caribeñas que retrata Mario Vargas Llosa en sus novelas, no merecería algunas
páginas de condena del flamante Nobel de Literatura? Hasta ahora, no hemos
visto ni una sola palabrita del marqués: solo silencio de su parte y del resto
del coro de la prensa libre de las
Américas, que tan solícita se muestra siempre para atacar a los gobiernos
latinoamericanos por todo aquello que hacen o dejan de hacer, pero que no ve
mayor conflicto en el envío de un procónsul a la vanguardia de la guerra
económica, que bien puede ser el preludio de la guerra militar.
Cuestionado hace algunos años por sus relaciones con los
polémicos lobbies a favor de las
compañía de tarjetas de crédito en el Congreso de los Estados Unidos, y sus
vínculos con aparentes fraudes en fondos de inversión, Hunter Biden no ha
tenido reparos en afirmar que “como un nuevo miembro de la junta, creo que mi
asistencia en consultas a la empresa sobre temas de transparencia, gobierno
corporativo y responsabilidad, expansión internacional y otras prioridades
contribuirán a la economía y beneficiará al pueblo de Ucrania” (Correo
del Orinoco, 13/05/2014). Es
que, además de voraz, el imperialismo es cínico.
Y para comprobarlo, bastaría hacer un poco de memoria: hace
cinco años, el vicepresidente Biden culminaba en San José de Costa Rica una
gira latinoamericana en la que, todavía, el brillo de las candilejas de la obamanía hacía pensar a algunos en un
posible cambio de rumbo en la política imperial de Washington. Una expectativa
desmesurada que el tiempo se encargó de poner en su sitio. En aquella visita,
Biden prácticamente fue desbordado por las solicitudes de ayuda de gobiernos y
empresarios para recapitalizar los bancos del istmo, en especial al Banco
Centroamericano de Integración Económica, y además, por la demanda de soluciones conjuntas al
problema de la violencia y el crimen organizado en la que ya era conocida como
la región más violenta del mundo. Frente a tales pedidos, que los gobiernos centroamericanos
presentaban –con mucha ingenuidad- ante el país que la cultura política de la
sumisión ha posicionado como el aliado
natural de la región (cuando no el gendarme), la respuesta que en aquel
momento dio el vicepresidente fue lacónica: se limitó a pedir paciencia…
¿Por qué el emisario del presidente Barack Obama, su mano
derecha, simplemente no consideró que Centroamérica fuese una prioridad ni un
desafío para la política exterior norteamericana? Ahora lo sabemos bien: en esta
delgada cintura del continente no hay petróleo ni gas natural para ser
explotado por compañías norteamericanas. Pero en Ucrania sí. Y también en
Venezuela: y hacia allá, hacia el corazón de nuestra América, ya está preparando
su próxima carga el imperio, mientras las guarimbas
de la calle y de los medios van allanándole el camino.
Necesario será resistir, y vencer.
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