En la actualidad, en el
mercado mediático brasilero se da un predominio del “no law”, es decir, la
ausencia de regulación. ¿Por qué? Por lo obsoleto –y desactualizado en términos
prácticos- del Código Brasileño de Telecomunicaciones, que data de 1962.
Además, los principales grupos de comunicación hoy en Brasil pertenecen a seis
familias.
Juan Manuel Karg / Rebelion
El expresidente de Brasil criticó a los medios hegemónicos durante un foro con blogueros. |
Brasil no sólo vive de la
previa a la Copa del Mundo: si bien no competirá en las elecciones
presidenciales de octubre próximo, donde su compañera del PT Dilma Rousseuff
intentará obtener un nuevo período de gobierno, Lula da Silva siempre es
noticia y marca agenda política en el país. En los últimos días, manifestó su
opinión sobre la necesidad de avanzar una nueva ley para regular la actividad
de los medios en Brasil, dando cuenta de lo obsoleto del actual marco
normativo, que data de 1962. ¿Qué dijo el ex presidente sobre los medios
masivos privados? ¿Qué debates se abrirán en Brasil a partir de sus
intervenciones?
Hasta el momento, Brasil
no había sido parte de los gobiernos posneoliberales que impulsaron un cambio
en la normativa mediática, legislación mediante. ¿Podrá sumarse el gigante
latinoamericano al grupo de países que hasta el momento comprende a Venezuela
–Ley Resorte-, Argentina y Uruguay –ambas con la Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual, en cada caso-, y Ecuador –con la reciente
implementación de la Ley Orgánica de Comunicación-? Al parecer, sí, de acuerdo
a las recientes declaraciones de Luiz Inácio Lula da Silva.
El ex presidente habló
días atrás en un foro de blogueros en San Pablo. Allí afirmó que “todas las
sociedades democráticas del mundo cuentan con mecanismos de regulación de los
medios de comunicación”. Y no sólo citó ejemplos del continente, sino que
se dedicó a demostrar que en Estados Unidos, España, Portugal, Francia e Italia
también hay legislaciones que regulan la actividad. ¿Cuál fue la intención de
Lula? Demostrar la doble vara que sobre el tema hay, tanto en el ámbito
político en nuestros países –donde en reiteradas ocasiones se denostan estas
regulaciones que afectan la concentración mediática sólo por el carácter
ideológico de los gobiernos- como en los propios medios de comunicación
privados –algunos de los cuales, regidos por una lógica netamente empresarial,
temen perder privilegios frente a estas nuevas herramientas-.
Ocurre que, en la
actualidad, en el mercado mediático brasilero se da un predominio del “no law”,
es decir, la ausencia de regulación. ¿Por qué? Por lo obsoleto –y
desactualizado en términos prácticos- del Código Brasileño de Telecomunicaciones,
que data de 1962. Además, los principales grupos de comunicación hoy en Brasil
pertenecen a seis familias: Marinho –Grupo Globo-; Civita –Grupo Abril-; Frias
–Grupo Folha-; Sirotsky –Grupo RBS-; Mesquita –Grupo Estado-; Bandeira de Melo
-Grupo Associados-. Entre todos ellos controlan más de 500 medios -entre
gráficos, radiales y audiovisuales- que a su vez son nacionales o estaduales.
Contra este tipo de concentración es que, desde la sociedad civil, se vienen
dando interesantes aportes, como el Foro Nacional por la Democratización de la
Comunicación, iniciativa encabezada por la Central Única de los Trabajadores
(CUT) y diversas organizaciones sociales, gremiales y políticas.
Otra interesante
reflexión del ex presidente en su encuentro con blogueros tuvo que ver con que,
según su punto de vista, muchas veces los grandes medios privados “se dan el
lujo de burlarse de la política” como herramienta de transformación de las
sociedades, algo que considera poco beneficioso para nuestras democracias. Tras
ello, afirmó con claridad que “la negación de la política no mejoró a ningún
país del mundo”, algo que, en nuestro continente toma mayor consideración
si estudiamos los cambios producidos a partir de la emergencia de gobiernos
posneoliberales en la última década. Aquí hay una conclusión posible: tras un
velo de “neutralidad” y una condena a “la política” en términos generales,
estos medios efectivamente hacen política día a día –en beneficio, claro, de
sus intereses, diferentes a los de las grandes mayorías-.
Sin dudas, a partir de
estas elocuentes palabras, los conglomerados mediáticos intentarán condenar un
supuesto “avance de Lula contra la prensa”, una idea y leiv motiv que ya
ha circulado antes en Venezuela, Argentina, Ecuador y Uruguay, ayudado por
parte de los sectores políticos más conservadores en cada uno de estos países.
Esta será, además, la deducción lógica de grandes grupos empresariales –de
Brasil y del continente- que intentarán jugar con un sentido común determinado
(y, paradójicamente, producido por estos grandes medios privados, constructores
de una potente instalación de temas).
Sin embargo, la puesta en
discusión del tema seguramente influya en el debate político de cara a las
próximas elecciones presidenciales, convirtiéndose en punto de referencia –a
favor y en contra- de los diversos candidatos. La discusión ya está sobre la
mesa, algo no menor para un país gigante cuyo marco normativo sobre el tema se
encuentra profundamente distanciado de los avances que se han producido en
otros países de la región.
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