Con gastos estimados por
el propio Gobierno brasilero de casi 12 mil millones de dólares en obras de
construcción o reforma de los estadios y de infraestructura, la Copa del Mundo
de la FIFA exige una gran inversión de recursos públicos.
Celia Alldridge* y Sergio Ferrari / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Ginebra, Suiza
Hace parte del calendario del deporte competitivo a la escala planetaria que se integra en la lógica de un modelo que favorece y prioriza “mega-eventos”, grandes obras de infraestructura y producción de materia prima. Y que prioriza el capital trasnacional y promueve la mercantilización y privatización del espacio público, de la gente y del deporte. Es en ese contexto, dentro de esa lógica, que se da la “experiencia” del Mundial en Brasil, promovida y justificada por las exigencias propias del fútbol de alto nivel internacional y que tendrá consecuencias mucho más allá de los terrenos de juego.
El proceso
de preparación de la Copa evidenció y aceleró la violación de derechos humanos
en diferentes esferas. Una de ellas, la expulsión forzada de comunidades
urbanas en algunas de las 12 ciudades sedes, política que afectó en torno a 250
mil personas, según cálculos de las organizaciones sociales.
Así
también, la explotación de los trabajadores y trabajadoras en las obras de
construcción o remodelación de los estadios y de nuevas infraestructuras
urbanas con trabajos muy pesados y salarios bajos – hasta diciembre 2013 se
había contabilizado la muerte de siete trabajadores en esas actividades.
El aumento
significativo de la explotación sexual a niños-as y adolescentes en torno a
esos grandes trabajos, por ejemplo en la cercanía del Estadio Itaquerão de San
Pablo donde se jugará el partido de apertura y donde proxenetas venden
los servicios sexuales de niñas de entre 11 y 17 años a los obreros. O en el
Estadio Castelão, en Fortaleza, donde según fuentes fiables se han dado
casos de prestaciones sexuales de menores a cambio de un plato de comida o de
drogas diversas, entre ellas el crack.
Faltan
solamente unas pocas semanas para el partido de apertura de la Copa. Entre el
12 de junio y el 13 de julio del 2014, un espacio “protegido” será diseñado en
las ciudades sedes, con el objetivo de responder a las exigencias de la élite
de la sociedad y del fútbol nacional y mundial.
Para
quienes asistan a los partidos dentro de los estadios, el Mundial de la FIFA significará
consumo – de las marcas patrocinadoras como la Coca Cola y McDonald’s, etc.-;
fiesta; pasión; sentimientos nacionalistas y, sobre todo, privilegios, dados
los altos precios de las entradas. Se estima como precio promedio US$159 por
partido y hasta US$830 para la final en el sector VIP del estadio. Sin
contabilizar la propia especulación y el mercado negro que acompañan siempre
este tipo de eventos.
Para lo/as
turistas nacionales e internacionales, la “Experiencia del Mundial” ofrecerá
espacios urbanos con infraestructura y seguridad pública, “limpios” de la
población más vulnerable, libre de crimen, con trabajadores/as a su servicio
así como el cuerpo de mujeres y jóvenes a disposición. A un nivel tan
significativo que hay actualmente una iniciativa legislativa en el Congreso
Nacional tendiente a regular los prostíbulos y sus ganancias monumentales
provenientes del turismo sexual previsto durante el Mundial. Todo esto en lugar
de promoverse alternativas socioeconómicas a las mujeres en situación de
prostitución.
La
prostitución como el Campeonato Mundial, pertenecen a un modelo de sociedad
construido sobre relaciones de poder económico, raza, género, que trata de
legitimarse en Brasil en esta “coyuntura
deportiva”. El Mundial se proyecta como
un evento deportivo dominado por hombres blancos y de la élite de poder. La
mercantilización del deporte coincide con la compra y venta del cuerpo de las
mujeres empujadas a la prostitución. En esta concepción, el cuerpo de la mujer
es una herramienta más del marketing. Y la pobreza y precariedad social son los
motivos principales que llevan a las mujeres y a los y las jóvenes a someterse
a situaciones de extrema violencia y dominación.
En sus moldes actuales, el Mundial de la FIFA representa una “experiencia” de inclusión para pocos y exclusión de muchos. Y, por lo tanto, confronta a las organizaciones sociales a grandes desafíos de auto-organización y construcción de alternativas.
En sus moldes actuales, el Mundial de la FIFA representa una “experiencia” de inclusión para pocos y exclusión de muchos. Y, por lo tanto, confronta a las organizaciones sociales a grandes desafíos de auto-organización y construcción de alternativas.
Las
movilizaciones en las calles durante el campeonato test de la Copa de las
Confederaciones en junio pasado muy posiblemente se reproducirán en las sedes
durante el próximo Mundial. Con la participación activa de los movimientos y
organizaciones sociales con sus banderas a favor de un fútbol inclusivo y de un
modelo de sociedad al servicio de todos.
*Celia
Alldridge es co-responsable de la ONG helvética de cooperación solidaria
E-CHANGER en Brasil y militante de la Marcha Mundial de Mujeres. Animará junto
con Sergio Haddad la Campaña de sensibilización “Brasil 2014: Goles contra la
injusticia”, convocada en 8 ciudades de siete cantones suizos entre el 6 y el
15 de mayo del año en curso
No hay comentarios:
Publicar un comentario