El martes 3 de diciembre de 2019, se presentó en la sala Efraín
Recinos del Centro Cultural Miguel Ángel
Asturias en Guatemala, “Tiempos Recios” de Mario Vargas Llosa.
Carlos
Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
Ante un auditorio repleto, el escritor mantuvo un conversatorio sobre su novela con el historiador Carlos Sabino y el
escritor Francisco Pérez de Antón. El
conversatorio fue un diálogo entre derechas. La derecha neoliberal representada
por Vargas Llosa, la ultraderecha en voz de Sabino, y una derecha (Pérez de
Antón) que no se quiso meter “en el lío que se traían” el autor de
“Conversación en La Catedral” y el
historiador revisionista que ha estado operando en Guatemala. Allí Vargas Llosa
expresó verbalmente la operación ideológica con la que abre su última novela:
la derecha le debe quitar Jacobo Arbenz a la izquierda.
Para hacerlo, Vargas Llosa tuvo que mandar un
dardo envenenado a la ultraderecha guatemalteca. Esa noche dijo que al escribir
“Tiempos Recios”, había llegado a admirar a Arbenz, que lo consideraba una
figura trágica, que por supuesto que no era comunista, que su proyecto era de
modernización y democracia, que si los
Estados Unidos de América no lo hubieran derrocado, Guatemala y Latinoamérica
se habrían evitado la tragedia que vivieron durante medio siglo. Lo mismo que
desde la izquierda hemos dicho siempre.
Con una ceguera impresionante expresó que era terrible que los EUA,
paladines de la democracia hubiesen destruido a un gobierno demócrata.
Parecería que Vargas Llosa se tragó el cuento del “Destino Manifiesto” (la
expansión estadounidense para fomentar la libertad y el autogobierno) y no sabe
que la Casa Blanca encabeza a un país imperialista cuya expansión la motiva el
afán de dominio mundial. Ante la incomodidad de Sabino, el “Marqués de Vargas
Losa” dijo que “nosotros los demócratas liberales” deberíamos quitarle a la
extrema izquierda, a los comunistas”, la reivindicación de Arbenz.
Un derechista perspicaz como Vargas Llosa sabe
que apoderarse de Arbenz dejaría a la izquierda sin una de sus figuras
icónicas. Esto no lo entiende la ultraderecha. Sabino deploró que Arbenz se hubiera dejado
controlar por los comunistas y expresó, contrariamente al escritor peruano, su
desagrado por la reforma agraria arbencista porque lo que hizo “fue polarizar
al país”. Como lo ha pregonado el
anticomunismo ramplón, Sabino parecería estar convencido que Arbenz seguía un
plan maestro comunista (soviético por tanto), lo cual lo revela como un pobre
historiador ideologizado. Lo que en realidad sucedió fue que los comunistas
dentro y fuera del PGT se plegaron al programa de Arbenz, porque realistamente
veían que lo que necesitaba y podía hacer Guatemala era una revolución democrática
y nacionalista. Por no propiciar una revolución socialista, durante mucho tiempo la ultraizquierda acusó
al PGT de ser reformista. Como si la política no fuera el arte de soñar lo
imposible para hacer lo posible.
En suma, Vargas Llosa dejó a la parte
fundamental de la derecha guatemalteca (la ultraderecha anticomunista) en una
situación embarazosa. No lo niego, disfruté el espectáculo. Solamente me
faltaron las palomitas de maíz.
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