Este fracaso de la COP25 hay que verlo con enorme
preocupación porque augura lo peor que podemos esperar. Ya que no hemos sido
capaces de hacerlo por una vía civilizada, hemos abierto las puertas a otro
tipo de acciones desesperadas en el futuro.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
En
el momento en que necesitamos de mayor lucidez y determinación, para acometer
las ingentes tareas que tenemos por delante para detener los efectos del
deterioro de nuestro medio ambiente, aparece en la escena política
internacional una cohorte de politicastros que parecen competir por el cetro
del más estúpido, que no tiene el más mínimo pudor en desvalorizar las
advertencias cada vez más severas de la ciencia, en burlarse de ellas y
proseguir en la loca carrera hacia el precipicio que se nos vaticina.
Si
algo queda cada vez más en evidencia en nuestros días, es que el paradigma
basado en la noción de progreso entendido como crecimiento económico continuo e
interminable, a costas de la extracción de recursos naturales, ha llegado a su
límite. El planeta Tierra es incapaz de seguir manteniendo las consecuencias de
esta forma de entender el desarrollo en el que, por demás, no solo se extraen
recursos de forma voraz, sino que se distribuyen inequitablemente y se
desperdicia más de un tercio.
El
ambiente de pesimismo y desesperanza que genera está situación permea a toda la
sociedad humana. Cada vez más se toma conciencia del secuestro que estamos
teniendo de nuestro futuro por un puñado de inescrupulosos que no dudan en
anteponer sus intereses particulares al de la humanidad en su conjunto.
Como
hace muchas décadas no se veía, se suceden explosiones sociales de descontento
en todo el mundo. Los principales protagonistas de estas manifestaciones son
principalmente las jóvenes generaciones, es decir, aquellos cuyo futuro es más
incierto, los que heredarán el desastre mayor de la historia humana.
Dado
lo visto en esta COP25, pareciera que el diálogo civilizado no prevalecerá como
forma para encontrar las soluciones pertinentes y necesarias, y cuando los
efectos de lo que se anuncia se dejen sentir en toda su potencia, será cuando
esas fuerzas que hoy anuncian su descontento y desasosiego un poco a tientas,
se manifestarán enfurecidas y se llevarán por delante a todas estas camarillas
de privilegiados.
Esa
será la revolución que cambiará al mundo. Ya que no se ha podido por las
buenas, será de esa forma porque no habrá opciones. El cambio climático
acentuará y agudizará todas las contradicciones y llevará al paroxismo. Se
tratará pura y simplemente de quitar de un manotazo desesperado a quienes
tercamente siguen obstaculizando las posibilidades de supervivencia de la
especie, para intentar frenar, quién sabe en qué nivel de degradación, la loca carrera hacia el holocausto.
Así
que este fracaso de la COP25 hay que verlo con enorme preocupación porque
augura lo peor que podemos esperar. Ya que no hemos sido capaces de hacerlo por
una vía civilizada, hemos abierto las puertas a otro tipo de acciones
desesperadas en el futuro.
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