El precio de vivir como ciudadano estadounidense
integrado, consumiendo, disfrutando del confort que confiere ser uno más de la
cadena en esa sociedad “exitosa”, el precio de eso es el silencio. Y la verdad,
créanme, eso me desgarraría, me avergonzaría tanto que me sería una tortura
perpetua.
Marcelo Colussi / Para Con
Nuestra América
Desde Ciudad de Guatemala
Si yo fuese ciudadano estadounidense me sentiría
profundamente avergonzado. Me sentiría así porque hay muchos motivos que me
llevarían a ese estado. Me sentiría avergonzado porque mi país es despreciado
por el resto del mundo, es visto como el “malo de la película”, el matón que se
lleva por delante a todos, que atropella, que no respeta. Y claro, todo eso que
se dice sería rigurosamente cierto, por lo que no podría ocultarlo. ¿Cómo no
sentirse avergonzado ante todo eso? ¿Cómo no sentirse ofendido viendo que
queman banderas de mi país en todos lados como acto de repudio a nuestra
insolencia?
Si yo fuese ciudadano estadounidense podría cerrar
los ojos ante tal situación y dedicarme sólo a seguir la corriente, tal como
hace la gran mayoría de los habitantes de ese país. Cerrar los ojos y dedicarme
sólo a consumir locamente, irresponsablemente, evitando pensar con algún
sentido crítico lo que todo eso significa.
Si yo fuese ciudadano estadounidense me podría
dedicar sólo a aprovechar los beneficios que trae aparejado pertenecer al país
más poderoso del mundo. Podría consumir, despreciar a los que no son como yo o
los de mi país, sentirme poderoso, imbatible, eterno.
Pero por suerte no soy ciudadano estadounidense.
Digo “por suerte”, porque me doy cuenta que si fuese eso, me sería sumamente
difícil plantearme alguna de estas preguntas críticas. Si fuese ciudadano
estadounidense no me quedaría tiempo -ni ganas, ni energía- para buscar ir más
allá de lo que me diría la sacrosanta y todopoderosa religión de la televisión
o del internet. Si yo fuese ciudadano estadounidense, igual que todos los otros
ciudadanos estadounidenses, ignoraría al resto del mundo, lo despreciaría
incluso, y sería un tonto encerrado en mi mundillo.
Si yo fuese ciudadano estadounidense difícilmente
vería como un problema todo esto que ahora estoy planteando: ¿cómo iría a
preocuparme que mi país fue el único en la historia que usó armamento nuclear
contra un población indefensa no combatiente? ¿Cómo vería un problema consumir
recursos cien o más veces que los pobres de las regiones más pobres del mundo?
Si yo fuese ciudadano estadounidense lo único que querría sería seguir
manteniendo por siempre un nivel de comodidad que me gratifica y me importaría
un bledo cuál sería el costo para conseguir eso. Si me dicen que hay que
depredar el mundo para ello, o sacrificar poblaciones enteras con guerras
irracionales, simplemente alzaría los hombros con desdén. Pero les juro que eso
me daría, mucha, muchísima vergüenza.
Si yo fuese ciudadano estadounidense no me
interesaría un ápice en asuntos políticos. En todo caso -y no lo sé con
seguridad, quizá no lo haría necesariamente- iría a votar cada vez que hay
elecciones. O incluso quizá ni iría. En cuanto a preocuparme por aspectos
externos a mi país… no, no movería un dedo por saber qué pasa fuera de mi
lugar. Al fin y al cabo, si fuese ciudadano estadounidense tendría mi vida
bastante resuelta, con comodidad, con cierta seguridad en el futuro, así que no
me rompería la cabeza pensando en cosas que vería muy difíciles de solucionar.
Por otro lado, si yo fuese ciudadano
estadounidense, estaría tan, pero tan condicionado por el dios televisión y/o
internet a repetir frases hechas y a no interesarme por nada más allá de mi
metro cuadrado que, mientras tuviera asegurada la nevera llena de comida, el
carro estacionado en la puerta de mi casa y la posibilidad de seguir los juegos
de baseball con mi cerveza en la mano, el mundo no tendría ya más atractivo.
Confieso, entonces, que si yo fuese ciudadano
estadounidense me sentiría no sólo avergonzado por esa chatura, por esa
mediocridad sin límites, sino asqueado. Sí, sí: asqueado. Asqueado por sentirme
tan poco solidario, tan patán, tan energúmeno.
Pero, tal como decía antes, por suerte no soy
ciudadano estadounidense. Y lo reitero: ¡por suerte no lo soy!, porque de
serlo, dado que tengo algún criterio crítico y no dejo pasar las injusticias,
me vería en un enorme problema. Me sentiría avergonzado y entre dos fuegos: o
silenciando lo que no podría tolerar, o viéndome condenado a ser el “raro”, el
asocial, justamente por denunciar ese mundo injusto en que tendría que moverme.
Porque el precio de vivir como ciudadano
estadounidense integrado, consumiendo, disfrutando del confort que confiere ser
uno más de la cadena en esa sociedad “exitosa”, el precio de eso es el
silencio. Y la verdad, créanme, eso me desgarraría, me avergonzaría tanto que
me sería una tortura perpetua.
Si yo fuese ciudadano estadounidense creo que
terminaría siendo hippie, o perteneciendo a los movimientos de protesta -los pocos
movimientos de protesta- que ese sistema permite. Insisto mil veces en lo que
ya dije: me sentiría avergonzado de ser uno más, porque al pensar diferente a
lo que me impondría la norma dominante, chocaría siempre. Estoy seguro que si
yo fuese ciudadano estadounidense sería desertor de las fuerzas armadas, porque
tarde o temprano, si me llevaran a una guerra a combatir por todas esas
estupideces con que me querrían lavar la cabeza (la libertad, la democracia y
no sé cuántas palabras pomposas) abandonaría mi puesto. La población del país
ya tuvo un Vietnam, y ahora, aunque los medios lo oculten, tiene un
terriblemente sangriento Afganistán: esas lecciones deberían enseñar. Los
jovencitos (muchos negros y latinos entre ellos) pusieron el cuerpo -y la vida-
mientras las grandes corporaciones de la guerra siguieron haciendo su negocio.
Profunda repugnancia me daría todo eso de tener que afrontarlo.
Si yo fuese ciudadano estadounidense me sentiría
triste, porque sabría que me odian. Y sin dudas que es feo sentirse
despreciado, no amado. Aunque entendiera que no soy yo el culpable de ese odio
que por todos lados encontraría, sería feo tener que cargar con esa cruz. Si yo
nunca maté a nadie, si no odio a los negros, ni a los indios, ni a los rusos,
ni a los chinos, ni a los comunistas, ni a los musulmanes…, si yo no tengo
enemigos ¿cómo podría soportar que todo el mundo me odiara, que quemaran la
bandera de mi país, que despreciaran a mi presidente por cada país que vaya?
Por supuesto que entendería que no sería contra mí esa reacción, pero de todos
modos no me gustaría tener que sufrirla.
También me avergonzaría la historia que debería
cargar a mis espaldas: robo de tierras y masacre de los pueblos indígenas
cuando el origen de la nación, esclavitud contra los africanos traídos siglos
atrás que da como resultado el actual racismo, fanfarronería sin igual contra
otros pueblos… Detesto todo eso, por lo que, si yo fuese ciudadano
estadounidense, me sentiría profundamente asqueado al saberme heredero de toda
esa carga. ¡Poblaciones originarias encerradas en reservas, como animales en un
zoológico! Y ahora, manipuladas nuestras cabezas, nos deberíamos sentir los
originarios de esas tierras, maldiciendo a ls “inmigrantes ilegales” que
llegan por cantidades industriales a “robarnos puestos de trabajo”, como una
repulsiva prensa nos enseña. Creo que no lo soportaría.
Si yo fuese ciudadano estadounidense sentiría una
profunda desazón por los íconos culturales que me definirían: las películas de
Hollywood, el ratón Mickey, la Coca-Cola, Rambo. Me sentiría descorazonado por
eso, por la superficialidad de esa cultura que sería la mía, por esa banalidad
tan ramplona con la que tendría que convivir cotidianamente. Pero más aún me
sentiría avergonzado porque sabría que mi país impuso esos valores al resto del
mundo despreciando sabidurías milenarias y muchísimo más profundas. Me moriría
de vergüenza sabiendo que me define, como imagen de país, un personaje como
Homero Simpson. Y lo peor de todos, me avergonzaría, pero creo que más aún, me
encolerizaría en grado sumo saber que mis compatriotas… están contentos con el
pato Donald y se sienten orgullosos de las películas de vaqueros. Lo que es lo
mismo: tendría que convivir con connacionales que se creen realmente portadores
de un “destino manifiesto”, y que ser blancos y angloparlantes los transforma
en “mejores”.
Si yo fuese ciudadano estadounidense creo que haría
lo imposible por cambiar ese estado de cosas. O, si no, creo que renunciaría a
mi nacionalidad.
Pero me puedo quedar tranquilo: no soy ciudadano
estadounidense.
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