Para ganar las
elecciones de 2020, Trump tiene que sumar sectores más moderados en los estados
impredecibles (‘swing-states’) o sorprender a los demócratas en lugares que son
considerados bastiones del partido de Roosevelt y Kennedy. No le será fácil,
aunque no es imposible. Especialmente si el Partido Demócrata no logra definir
con claridad su propuesta.
Marco A. Gandásegui, h. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
El establishment de
EEUU está en un estado de caos con relación a las elecciones presidenciales de
2020. El objetivo urgente del poder económico centralizado de EEUU es – desde
2016 - corregir el error táctico de permitir que Donald Trump se convirtiera en
el candidato del Partido Republicano. Peor aún, permitir que ganara las
elecciones, convirtiéndose en el 45º presidente de EEUU. Entre 2016 y 2018 se
hablaba de un enjuiciamiento (impeachement) y separación de su cargo, otros
señalaban que había que derrotarlo en las elecciones de 2020. A fines de este
año ambas tendencias se unieron y llegaron a la conclusión de que cualquier
fórmula era aceptable.
El establishment está en
un estado de shock porque se dio cuenta que Trump está muy vivo políticamente.
Su destitución por parte del Congreso parece que no tendrá éxito y Trump
probablemente finalizará por lo menos su primer mandato (2017-2021). Lo peor,
sin embargo, son las elecciones. Todavía no se puede descartar un triunfo de
Trump en noviembre de 2020. Además, hay fuertes posibilidades que el candidato
preferido del establishment, Joe Biden, no logre consolidar su triunfo en las
primarias del Partido Demócrata. Estas se celebrarán a principios de 2020.
Biden se encuentra
acosado por dos lados. En primer lugar, su edad le resta energía para enfrentar
una larga campaña y, al mismo tiempo, a la rudeza de Trump en los próximos
debates. Segundo, su participación en oscuras maniobras corporativas en Ucrania
cuando era vice-presidente de Barack Obama han golpeado su credibilidad.
El establishment
tiembla ante la perspectiva de que aparezcan como alternativas a Biden los
‘izquierdistas’, Elizabeth Warren o Bernie Sanders. Si cualquiera de los dos
logra ganarle a Trump los problemas del establishment se agudizan.
La carta que el
establishment puede sacar en cualquier momento es Hillary Clinton, quien perdió
las elecciones presidenciales contra Trump en 2016. En un arranque de
desesperación, Hillary puede convertirse en una portaestandarte que reemplace a
Biden y bloquee el camino de Warren y Sanders. Hillary ya ha confirmado su
disposición a ser parte del proceso. Anunció que ‘uno hace lo que tiene que
hacer’. La última palabra la tiene el establishment en Wall Street cuyos largos
brazos se extienden a lo largo y ancho de EEUU a través de sus redes
financieras (Citi), comerciales (Walmart y asociados), mediáticas (Hollywood,
CNN) y gremiales (AFL-CIO). Además, camina de la mano del poderoso complejo
industrial militar.
La estrategia de
Hillary tiene que contemplar la consolidación de los demócratas en los estados
que ganaron en 2016, recuperar los tres estados tradicionalmente demócratas que
perdieron por márgenes ínfimos en las elecciones pasadas (Pensilvania, Michigan
y Wisconsin) y, para servir de colchón, los estados impredecibles (‘swing
states’) de Florida, Arizona y Carolina del Norte.
Hillary es un ‘halcón’
en la jerga política de EEUU. Cree en la globalización, el poder suave, las
guerras y el control migratorio. Trump, en cambio, se opone a la política de
globalización (fin de las fronteras), es partidario del poder duro, dice
oponerse a las guerras (hasta ahora no ha abierto nuevos frentes bélicos en sus
tres años en la Casa Blanca) y quiere poner fin a las migraciones de lo que
llama ‘razas’ indeseables. En pocas palabras, a Hillary no le entusiasma la
‘muralla’ y Trump está decidido a construirla, cueste lo que cueste.
Trump no es popular en
EEUU. Sin embargo, tiene una base social muy sólida entre los votantes de
origen europeo sin educación superior (‘rednecks’ o ‘white trash’) que se ha
ampliado con el desempleo e informalidad provocados por las políticas de
globalización que implican la ‘huida’ de las plantas industriales de EEUU a
países con mano de obra barata. De esa base popular emergen los partidarios de
la ‘supremacía blanca’ que tiene aterrorizada a la población norteamericana.
Hillary tampoco tiene
carisma. Tiene una ventaja entre las mujeres, los afro-americanos, ‘hispanos’ y
la población con educación superior. A pesar de ello, lo que aparenta ser una
mayoría no garantizaría su triunfo. Tendría que planear bien su campaña para
ganar en el Colegio Electoral.
Para ganar las
elecciones de 2020, Trump tiene que sumar sectores más moderados en los estados
impredecibles (‘swing-states’) o sorprender a los demócratas en lugares que son
considerados bastiones del partido de Roosevelt y Kennedy. No le será fácil,
aunque no es imposible. Especialmente si el Partido Demócrata no logra definir
con claridad su propuesta.
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