La derrota del chavismo se sustenta en
una amplia mezcla de factores. Uno de ellos, muy importante, pero no el
único, es lo que el gobierno llama
"guerra económica", pero también influyó la soberbia, el sectarismo,
la incapacidad administrativa y la ineficiencia del gobierno para tomar medidas
contra la corrupción y para ampliar la base social de apoyo.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Hasta hace unos años, para mi familia el 6 de diciembre era una fecha
de fiesta y celebración. Es el día del cumpleaños de mi hermana Valentina. Hace
seis años, organizándonos para conmemorar el suceso, mientras culminaban los
preparativos, mi padre se acostó a
reposar y se quedó dormido para siempre. Ahora, esa efeméride es de
sabor agridulce para nosotros, de
festejo por un lado, y de evocación, recapitulación y recuerdo emocionado
y agradecido, por otro.
Algo parecido comenzará a sentir desde ahora, el pueblo chavista en
Venezuela. Festejarán el 6 de diciembre de 1998 como el día del triunfo
electoral inicial del Comandante Chávez, transformando la voluntad expresada en
los comicios en sentimiento de esperanza e ilusión por un futuro mejor,
obligatoriamente tendrán que evocar, recapitular y reflexionar sobre la derrota
del mismo día, 17 años después. Así, la historia recogerá que este es el día de
la primera victoria chavista y, si no se acepta que es el de la primera
derrota, al asumir como tal el fracaso de 2007 durante el referéndum para
reformar la constitución, tendrá que admitir como el momento fatídico en que el
proceso chavista ha tenido su revés más contundente, poniendo en juego ese
futuro de esperanza que se comenzó a soñar en fecha similar del penúltimo año
del siglo pasado.
Los resultados electorales han motivado una serie de opiniones,
análisis e interpretaciones, respecto de lo que ha sucedido, sus causas y sobre
todo sus posibles consecuencias. Si bien es necesario, que el gobierno y las autoridades
políticas y gubernamentales estudien las segundas, si no se produce un análisis
de las primeras, no se saldrá del marasmo que se ha producido.
Por mi parte, aunque los números finales me causaron sorpresa, lo
ocurrido no significó ninguna extrañeza ni asombro. El 14 de diciembre de 2011
escribí un artículo que en su párrafo inicial decía: “El declive del chavismo
en términos políticos comenzó en el año 2007 cuando perdió el referendo para la reforma de la
Constitución en diciembre de ese año”. Agregaba más adelante “En general, el
chavismo siempre ha pecado por sobrestimar lo cuantitativo y desechar lo
cualitativo. Eso lo ha llevado a sobrevalorar lo electoral y subestimar el
papel del trabajo político como instrumento necesario para la transformación de
la conciencia colectiva. Me atrevo a hablar de que ha habido derrotas políticas
porque a pesar de la extraordinaria obra del proceso bolivariano en casi todos
los ámbitos del quehacer gubernamental, esto no se ha traducido en conciencia
que motive a los ciudadanos a mantener y/o incrementar su apoyo a los partidos
que sostienen al gobierno del país. Es evidente que, -números más, números
menos- desde 2006 se ha marcado un aumento de la votación de la derecha y una
disminución de la del gobierno. Se puede querer ver o no, y buscar todas las
explicaciones posibles, pero esa es una evidencia constatable”. Por esto, no me
ha sorprendido el resultado, toda vez que es la concreción de una tendencia que
se venía manifestado desde hace 8 años.
Sin haber hecho un estudio profundo de lo ocurrido, mis primeras
reflexiones me llevan a afirmar lo
siguiente:
1. El sistema democrático en Venezuela demostró que sí funciona y las
instituciones, en particular el Consejo Nacional Electoral, confirmaron su
confiabilidad, poniendo en evidencia que todo lo que se dijo previamente era
parte de un operativo de amedrentamiento y desprestigio que apuntaban a desatar
nuevamente la violencia. Como es habitual, cuando no gana el candidato de
Estados Unidos, los medios transnacionales de comunicación vociferan respecto
de una práctica fraudulenta y cuando la victoria es de sus adláteres confirman
que los comicios fueron “limpios”. Es la
verdad imperial. Al respecto vale decir que oficialmente, Estados Unidos no ha
reconocido a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela, a pesar que fue
elegido en 2013. Obtenidos los resultados deseados por el imperio, sin importar
los desmanes cometidos ni las víctimas provocadas, al igual que Tony Blair,
piden disculpas y asunto resuelto. En ese caso, el más de un millón de
ciudadanos iraquíes muertos no tiene mayor importancia.
2. Las elecciones fueron tranquilas y muy limpias. Los únicos que
violaron la ley fueron la manada de ex presidentes que hicieron declaraciones
aún cuando había votantes en las filas, lo cual está prohibido por ley para los
venezolanos, mucho más para los extranjeros. Entre estos demócratas que
vinieron a “observarnos” estaba un ex secretario general de la OEA que fue
destituido por corrupción cuando llevaba 2 meses en el cargo, la presidenta que
se confabuló para permitir el escape del terrorista Luis Posada Carriles a cambio de una importante cantidad de dinero
que pagaron las bandas mafiosas de los cubanos de Miami, y otro que fue
destituido por el pueblo en las calles por los graves escándalos de corrupción
durante su gobierno otros con un prontuario “democrático” similar.
3. La derrota del chavismo se sustenta en una amplia mezcla de factores. Uno de ellos,
muy importante, pero no el único, es lo
que el gobierno llama "guerra económica", pero también influyó la
soberbia, el sectarismo, la incapacidad administrativa y la ineficiencia del
gobierno para tomar medidas contra la corrupción y para ampliar la base social
de apoyo. Lo que ocurrió es el voto de
castigo de una amplia gama de ciudadanos
que con Chávez se transformaron en
consumidores, y que hoy están molestos.
Por eso, no hubo un importante
trasvase de votos, sino casi 2 millones de chavistas que esta vez no se
hicieron presentes. Como le dijo Fidel a Chávez hace algunos años: "En
Venezuela no hay cuatro millones de oligarcas".
4. Queda claro que la democracia representativa no funciona en
condiciones de fuerte injerencia y agresión externa. La embestida no
necesariamente tiene que ser militar, puede tener características económicas,
políticas, diplomáticas y/o mediáticas o una mezcla de ellas. En Gran Bretaña
se suspendieron las elecciones de 1940 y se volvieron a realizar en 1945 y en
Estados Unidos se optó por re elegir tres veces a Roosevelt durante la guerra.
En la Nicaragua de 1989, el pueblo sandinista votó contra el FSLN a fin de
detener la guerra y la sangría del pueblo, como se demostró posteriormente, la
sabiduría del pueblo le permitió comprender que esa era la única manera que
había para que Estados Unidos cesara la agresión. La democracia representativa
es intrínsecamente asistémica cuando se pone en juego el poder de los que
siempre han mandado.
5. El PSUV nunca ha actuado como partido político, sino como
maquinaria que se activa, de manera exclusiva, en tiempos electorales, el resto
del tiempo es pasiva y se limita a la acción parlamentaria. Esto es posible
para países donde no se está sufriendo una situación de “guerra económica” o de
otro tipo, pero para aquellos en los que, en condiciones de inferioridad
respecto del imperio, pretenden construir un modelo de desarrollo y sociedad
diferente, es fundamental el trabajo político, toda vez que nunca se va a poder
competir contra un enemigo de esas dimensiones en términos de las finanzas, la
economía o las capacidades bélicas. Sólo se vence con una ética y una moral
superior, una gestión diferente, y un pueblo participando, con alta conciencia
a partir de procesos de formación y organización política superior.
6. En el mundo de hoy, y en particular en América Latina, las
funciones tradicionales de los partidos políticos han sido asumidas por los
medios de comunicación. Ellos fijan la pauta, imponen la agenda y organizan el
"show de la democracia". El combate sustancial tiene que ser contra
ellos, sobre todo porque han hecho que la "verdad" ya no tenga valor
alguno. Se puede hacer cualquier afirmación como argumenté en mi artículo
anterior, mintiendo impunemente sin posibilidades de denuncia y sin que la
sociedad tenga mecanismos para su control. Cualquier decisión en ese sentido
es considerada “un ataque a la libertad
de expresión". Hoy, los medios de comunicación y las llamadas redes
sociales son los soldados imperiales más importantes y sobre los que se
construye el ejército necesario de los poderosos para lograr sus objetivos
cuando las condiciones de desarrollo del componente bélico de la guerra no
están presentes.
Hasta ahí, algunas reflexiones iniciales. El debate está lanzado.
Ojalá no llegue nuevamente a oídos sordos. Los resultados electorales en
Argentina y Venezuela parecieran confirmar que ha comenzado el “fin de ciclo
progresista”. En un artículo anterior expuse mi opinión al respecto. Me parece
más acertado hablar de momentos de flujo y reflujo del movimiento popular. En
algunos de los primeros, tal situación coincide con el surgimiento de
liderazgos individuales o colectivos que los potencian. Así fue el iniciado en
Perú en 1968 con el general Velasco Alvarado y continuado en 1969 en
Panamá por el general Torrijos, en Chile 1970 con Salvador Allende, en
Bolivia con la llegada al poder del general Juan José Torres en 1970, con la
fundación del Frente Amplio en Uruguay en 1971 y la victoria de Héctor Cámpora
y del general Perón en Argentina en 1973. Ese período duró alrededor de 7 años
y fue aplastado a sangre y fuego, sobreviniendo feroces dictaduras militares
que ilegalizaron los partidos políticos,
los sindicatos, cerraron los parlamentos, persiguieron a la prensa libre y
asesinaron, torturaron, desaparecieron y exiliaron a centenares de miles de
ciudadanos.
Pasaron seis años antes que la revolución sandinista en Nicaragua y la
de la Nueva Joya en Granada detuviera el período de reflujo, y alrededor de 25
años para que comenzara esta nueva etapa de flujo popular a partir de la victoria
electoral de Hugo Chávez en Venezuela en 1998. Si nos atuviéramos al enunciado
de que en este 2015 se ha iniciado un nuevo momento de retroceso, tendremos que
aceptar que esta vez, el avance de las fuerzas populares duró 17 años, mucho
más que en los 60 y 70 del siglo pasado y que las condiciones en que finaliza
son totalmente distintas. Las muestras más claras: la despedida de la
presidente Cristina Fernández en un multitudinario acto en Plaza de Mayo el
pasado miércoles y la auto convocatoria de las organizaciones populares y
sociales en Caracas que marcharon al palacio de gobierno ese mismo día. No eran
pueblos derrotados los que se reunieron, por el contrario, se observaban caras
altivas y en resistencia que miraban el futuro. Tengo la certeza de que no
habrá que esperar 25 años, ni siquiera 6 para que los pueblos retomen la
ofensiva que los conducirá a nuevas victorias.
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