Venezuela es una olla de presión
en vísperas de las elecciones, las primeras sin Chávez después de la elección
de Nicolás Maduro a la presidencia. Un país ya de por sí altamente
politizado y expresivo, pareciera llegar
al límite antes de los comicios del domingo.
Rafael
Cuevas Molina/ Presidente AUNA- Costa Rica
La Avenida Bolívar en Caracas: cierre de campaña del Gran Polo Patriótico. |
No hay resquicio en ninguna pared
para una pinta o grafiti más, y por doquier carteles, mantas, banderas de
partidos, sindicatos, asociaciones o candidatos y candidatas.
Si algo tiene la democracia
venezolana es vigor, y no hay venezolano que se separe de ella. Todos tienen
opinión y todos opinan; nadie puede sentirse ajeno en medio del ruido, la
algarabía y el ímpetu que se pone, en las últimas horas que quedan, a convencer.
El chavismo está consciente que
estas son, seguramente, las elecciones más difíciles que ha tenido por delante.
Hay descontento y preocupación porque la guerra económica a la que se ha
sometido al país ha sido dura y larga. Hay cansancio y, en algunos, desilusión
o, cuando menos, un escepticismo que lleva a establecer distancias.
La oposición tiene para sí el voto
protesta, un voto negativo de quienes quieren, como en Argentina, cambio, sin
saber muy bien hacia dónde. La oposición es dispersa, se pelean entre sí y,
dada la popularidad de las políticas sociales del chavismo, no se atreven a
oponérseles frontalmente y aseguran que las mantendrán. Por este arte del
camuflaje político, algunos la llaman “izquierda inteligente”.
Los medios de comunicación tradicionales,
los más poderosos, los que lloriquean porque dicen que les han quitado poder
aunque no sea cierto, toman partido sin ningún rubor y aplican estrategias
sucias: inventan, mienten, omiten, sesgan.
Habiendo recién pasado las
elecciones argentinas, viendo lo que pasa hoy en Venezuela, no cabe más la
duda: hay una estrategia continental que tiene por objetivo la restauración de
la derecha en el poder, retomar el camino de la vía neoliberal, acabar con las
pretensiones de autonomía latinoamericana.
Es importante América Latina en el
concierto mundial actual. Ha sido el continente en donde se han armado los más
ambiciosos proyectos políticos nacionales distintos a los del rumbo de la etapa
actual de desarrollo del capitalismo. En Europa, por ejemplo, los intentos
similares han sido acallados a bofetadas. Estamos pensando en Grecia, que hoy
hace la tarea calladita y humilde.
América Latina, sin embargo, se
mantiene enhiesta y es muy mal ejemplo. Los españoles de PODEMOS han dado
testimonio de lo importante que ha sido para ellos las experiencias
latinoamericanas. La izquierda francesa también se ha manifestado en el mismo
sentido.
La arremetida contra los proyectos
nacional populares no es nueva y sigue teniendo la agresividad y virulencia que
la ha caracterizado. Recuérdese lo que fue Bolivia y el conflicto con las
provincias de la media luna, cuando la Bolivia “camba” bregó incluso por la
partición del país. O el intento de golpe de Estado contra el gobierno de
Rafael Correa, con un presidente cercado en la habitación de un hospital de
Quito, mientras el tiroteo se escenificaba en las afueras del edificio. O en la
misma Venezuela, el llamado paro
petrolero, que dejó varado al país por meses.
Donde pudieron, dieron el zarpazo
y así cayeron Honduras y Paraguay. Ya saben que, luego de un tiempo, los
grandes poderes con los Estados Unidos a la cabeza, les dirán que han hecho la
tarea democrática y todo mundo verá para otro lado.
Con el antecedente argentino,
Venezuela es una trinchera crucial. Como trinchera hay que verla y como en
trinchera hay que pelearla.
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