En el año que falta para
las elecciones de gobernadores y Asambleas Legislativas estadales, la derecha
puede ahuyentar todos los votos que ha obtenido con engaño aplicando de nuevo
las medidas neoliberales que le quitaron el poder y que no puede dejar de
aplicar.
Luis Britto García / ALAI
No hubo derrota popular
más dura que el 27 de febrero de 1989. Al rebelarse contra el Paquete Económico
del Fondo Monetario Internacional, millares fueron asesinados en las calles,
sin que izquierda ni oficialidad patriótica pudieran coordinar esfuerzos para
defenderlos.
Casi tan grave como la
precedente fue la derrota del 4 de febrero de 1992. Ni masas ni izquierda lograron
organizar movilizaciones en su apoyo; decenas de militares patrióticos
perdieron vidas o carreras; el triunfo de la derecha parecía definitivo.
Por ahora.
No nos engañemos. La
disputa por el poder político en Venezuela es sólo un medio para el control de
la quinta parte de los hidrocarburos del planeta.
En esa lucha la oposición
acaba de obtener 112 de 167 escaños en la Asamblea Nacional. Tres de ellos
corresponden a representantes indígenas, a quienes el bolivarianismo concedió
más derechos que cualquier otro gobierno. Son más de las 2/3 y las 3/5 partes
que la Constitución exige para medidas de gravedad extrema. No corresponden a
un crecimiento de la derecha, que en la elección presidencial de 2013 obtuvo
7.363.980 sufragios y ahora junta 7.707.322, apenas un 4,22% más. Se trata
de una abstención del voto bolivariano ante la inacción del gobierno contra
corruptos, acaparadores y especuladores.
En Los cuentos del
Arañero narra Hugo Rafael Chávez que Fidel le dijo: “Mira, una conclusión
que he sacado, tú dijiste en el discurso...”. Y peló por el discurso, el
discurso mío lo tenía completico, y un resumen, y analizado por su propia
letra, notas y números. Me dijo: “Tú dijiste en tu discurso una frase, una
cifra, que hace diez años había en Venezuela seiscientos mil estudiantes
universitarios, hoy hay dos millones cuatrocientos mil”. Eso es cierto, un
crecimiento de cuatrocientos por ciento. Pero él tenía una lista larga de
avances en educación, de salud, todo lo que hemos logrado, los avances sociales
en estos diez años. Y me dijo: “He sacado una conclusión, Chávez. Ninguna
Revolución que yo conozca, ni la cubana, logró tanto por su pueblo en lo
social, sobre todo en tan poco tiempo como la Revolución Bolivariana”. ¿Saben
cuál es la segunda? Así me lo dijo: “He concluido que ustedes no quieren
sacarle provecho político a estos avances sociales”.
Como en tantas otras
cosas, Fidel tenía razón. En Venezuela arrastramos una tremenda carencia de
formación ideológica. No ha habido experiencias consistentes de escuelas de
formación de cuadros. Se ha entregado al pueblo todo: atención médica gratuita,
alimentos, medicinas y combustible subsidiados y 900.000 viviendas equipadas en
los últimos años, 350.000 pensiones, millares de taxis nuevos, computadoras para
los cursantes de educación Primaria y tablets para los estudiantes de Educación
Superior, la cual es casi toda gratuita. Por falta de una campaña educativa,
una parte del pueblo ha llegado a creer que todo eso cae del cielo, que no
presupone un arduo trabajo ni hay que defenderlo, que podrá superarlo el primer
demagogo neoliberal que cambie promesas por votos.
A la abstención del
gobierno de combatir corruptos, especuladores y acaparadores correspondió la
abstención del pueblo de votar.
Pero la ultraderecha
trabaja incesantemente con sus errores a favor de la izquierda. Falta un año
para las elecciones de gobernadores y Asambleas Legislativas de los estados.
Durante ese año escaso la
derecha proseguirá su ininterrumpida acción de 17 años para la destrucción del
poder bolivariano. Alegará que la derrota de los bolivarianos es plebiscito que
debe obligar a la renuncia del Presidente; convocará contra éste un referendo
revocatorio; destituirá vicepresidentes y ministros mediante votos de censura;
negará la sanción para la Ley de Presupuesto y créditos adicionales; derogará
la Ley habilitante y todas las que consagren beneficios sociales; negará la
autorización para celebrar contratos de interés nacional; negará permiso para
designar a los jefes de las misiones diplomáticas permanentes. Nombrará nuevos
miembros del TSJ, nuevos rectores del CNE y nuevos fiscal general, contralor y
defensor del pueblo, en cuanto venza el período de los actuales titulares o
éstos sean destituidos con cualquier pretexto. Legislará la restitución a sus
cargos con salarios caídos de la Nómina Mayor de PDVSA que intentó destruir la
empresa. Dispondrá la reprivatización de todas las empresas estratégicas
nacionalizadas. Intentará destituir al Presidente con recursos que no detallamos
para no darle ideas.
Pero en el año que falta
para las elecciones de gobernadores y Asambleas Legislativas estadales, la
derecha puede ahuyentar todos los votos que ha obtenido con engaño aplicando de
nuevo las medidas neoliberales que le quitaron el poder y que no puede dejar de
aplicar. Continuará subiendo los precios hasta hacerlos incosteables,
acaparando, desapareciendo bienes, especulando. Oportunas leyes anularán las
prestaciones sociales de los trabajadores, consagrarán los despidos a capricho
del patrón y restablecerán los créditos indexados, con intereses sobre los
intereses. Otras normas liberarán precios, alquileres, y tasas de interés,
aniquilarán progresivamente la educación gratuita, eliminaran subsidios,
dispondrán el fin de las Misiones y reformularán el Presupuesto para reducir en
más de la mitad el 61% del egreso público que hoy se dedica a inversión social.
Leyes de amnistía devolverán la libertad a terroristas, corruptos, sicarios,
delincuentes bancarios y paramilitares. La parapolítica impune pasará a ocupar
un sitio normal en el cuadro institucional, lista para crear el cuadro de
confrontación violenta que sirva de pretexto para una intervención foránea.
La falta de sanción para
corruptos, especuladores y contrabandistas de extracción puede así acarrear la
pérdida de Venezuela y la de América Latina ¡Qué cara, qué incomparablemente
costosa nos está saliendo la impunidad de esos compañeritos!
Antes que preguntarnos
qué planea la derecha, resolvamos qué deben hacer las fuerzas progresistas.
Primero que todo: ejercer el derecho de veto presidencial contra leyes que
destruyan derechos sociales o instituciones indispensables para la soberanía.
Segundo: terminar con la impunidad de corruptos, acaparadores, especuladores y
contrabandistas de extracción, sancionándolos en forma ejemplar e implacable,
para probar al electorado que se abstuvo que no hay complicidad entre esos
delincuentes y el gobierno. Tercero, reformar el aparato comunicacional que
está en su poder para explicar de manera eficaz al pueblo el verdadero sentido
y las ventajas del socialismo, y hacerle patente lo que el neoliberalismo le
arrebatará. Cuarto, poner en pie de lucha movimientos sociales, sindicatos y
otras organizaciones contra la venidera arremetida neoliberal, que se traducirá
en despidos masivos, retiro de derechos laborales y de pensiones. Quinto, hacer
valer la disposición constitucional que pauta que las conquistas sociales son
irreversibles. Sexto, extremar las medidas policiales y de seguridad contra el
paramilitarismo, que ya se perfila como el brazo armado del neoliberalismo.
Séptimo, iniciar una profunda reestructuración del Partido Socialista Unido de
Venezuela y de otras organizaciones del Polo Patriótico, para corregir fallas,
ineficiencias, burocratismos y usos ventajistas del poder. Octavo, desechar
radicalmente la idea de pactos o componendas “pragmáticas” con el empresariado
y la derecha, en vista de los resultados catastróficos de la convivencia hasta
ahora aplicada. Noveno, reforzar la formación ideológica de los militantes, y
la del pueblo en general. Décimo: predicar con el más convincente de los
argumentos: el ejemplo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario