París nos ha lanzado un S.O.S. Primero
fueron los atentados causados por
fanáticos entrenados y financiados
por potencias occidentales y sus aliados locales; ahora es la humanidad entera
la que allí se da cita para lograr un consenso político vinculante, a fin de
detener los efectos deletéreos del calentamiento global.
Arnoldo
Mora Rodríguez / Especial para Con Nuestra América
Desde una de las ciudades mas
emblemáticas del mundo como es París, se levantan voces de alarma. Por
esos avatares de la historia, ”La ciudad luz”, “La capital del amor” y otros
calificativos laudatorios que han hecho
de la capital de Francia la meca del turismo mundial, se ha convertido hoy en
el lugar donde la humanidad debe enfrentar su destino inexorable a inicios de
un nuevo milenio. Este destino apocalíptico tiene una sola causa: LA VIOLENCIA
engendrada por sus propias acciones. Por “destino” entendían los griegos la
suerte que los dioses deparaban a los humanos sin tomar en cuenta su albedrío.
Dentro de esta concepción fatalista, el ser humano era considerado culpable sin
por ello ser responsable. Se le achacaba un delito (hybris) de soberbia
(“prepotencia” diríamos hoy). El modelo de ese tipo de hombre era Edipo, el
mítico rey de Tebas, asesino de su padre y amante de su madre, sin por ello ser
culpable pues cometió esas atrocidades sin su conocimiento. Edipo llegó a ser
un monarca todopoderoso porque demostró estar dotado de una inteligencia que
indujo a los ciudadanos de Tebas a endiosarlo… ¡Y él se lo creyó!
Reflexionando en lo que ha acontecido en París como escenario de eventos
dramáticos en días recientes, he evocado este mito, convertido en obra maestra
de la dramaturgia universal gracias al
genio del griego Sófocles. El destino trágico de Edipo es tan solo una bella
metáfora que contiene una alucinante
predicción de lo que podría ser a corto plazo el destino de la humanidad entera. Edipo sufrió las
consecuencias negativas no previstas de sus actos. Estas consecuencias se convirtieron en su destino inexorable: quedar
ciego. Pero el destino al que hoy se
avoca la humanidad no es idéntico al del
mítico y trágico Edipo, ni en sus consecuencias ni en sus causas. La
ignorancia de su pasado indujo al héroe
trágico a su fatídico desenlace. Todo lo contrario a lo que se sucede al hombre
moderno. Es la voracidad sin controles éticos y legales por parte de las
trasnacionales (occidentales y chinas principalmente), especialmente las que monopolizan
la extracción del petróleo y su comercialización, la que ha provocado la
violencia terrorista de grupos fundamentalistas islámicos originarios del Medio
Oriente, el recalentamiento del clima y a la destrucción desenfrenada de un
sinnúmero de especies vivientes.
París nos ha lanzado un S.O.S. Primero fueron los atentados causados por fanáticos entrenados y financiados por potencias occidentales y sus aliados locales; ahora es la humanidad entera la que allí se da cita para lograr un consenso político vinculante, a fin de detener los efectos deletéreos del calentamiento global. Mas de 150 dirigentes políticos, cientos de científicos y miles de activistas levantan su voz tratando de despertar la conciencia de la humanidad frente a la amenaza de una catástrofe sin precedentes. El fin de la especie es ahora algo mas que una “crónica de una muerte anunciada”: es un destino inexorable si la humanidad no cambia. Por eso la cita de París debe ser vista no solo como una cumbre de políticos; debe constituir también, y en no menor grado, una pausa que nos haga reflexionar sobre el rumbo que debemos tomar si queremos tener un futuro de esperanza y no de zozobra. La ciencia debe desembocar en la sabiduría; porque, como decía el filósofo Kant, la madurez de la razón solo se da con la toma de conciencia de nuestras propias limitaciones.
París nos ha lanzado un S.O.S. Primero fueron los atentados causados por fanáticos entrenados y financiados por potencias occidentales y sus aliados locales; ahora es la humanidad entera la que allí se da cita para lograr un consenso político vinculante, a fin de detener los efectos deletéreos del calentamiento global. Mas de 150 dirigentes políticos, cientos de científicos y miles de activistas levantan su voz tratando de despertar la conciencia de la humanidad frente a la amenaza de una catástrofe sin precedentes. El fin de la especie es ahora algo mas que una “crónica de una muerte anunciada”: es un destino inexorable si la humanidad no cambia. Por eso la cita de París debe ser vista no solo como una cumbre de políticos; debe constituir también, y en no menor grado, una pausa que nos haga reflexionar sobre el rumbo que debemos tomar si queremos tener un futuro de esperanza y no de zozobra. La ciencia debe desembocar en la sabiduría; porque, como decía el filósofo Kant, la madurez de la razón solo se da con la toma de conciencia de nuestras propias limitaciones.
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