Diga lo que se diga,
observando la situación desde los movimientos sociales, especialmente aquellos
que serán más afectados por el cambio climático, y considerando lo que sabemos
sobre la ecología planetaria, tenemos que ser realistas: el Acuerdo de Paris es
totalmente insuficiente para atacar la problemática del cambio climático.
Gerardo Honty y Eduardo Gudynas/ ALAI
Más allá de la celebración "oficial", el Acuerdo de París resulta insuficiente para atender el problema del cambio climático. |
En París se acaba de
firmar un acuerdo sobre cambio climático que ha sido recibido con un júbilo y
optimismo bastante exagerado. Se tolera disimuladamente que siga
aumentando la temperatura global, se repiten unos cuantos acuerdos que ya
habían sido alcanzados en previas cumbres, y todo descansa en compromisos
voluntarios de los países, sin obligaciones precisas.
Eso explica que muy
distintos actores, desde los grandes exportadores de petróleo a las
corporaciones globales, todos ellos, terminaran aplaudiendo el acuerdo
parisino. Si esos actores celebran el convenio, es que sin duda no se
están poniendo límites a la civilización petrolera.
Tengamos muy presente que
el Acuerdo de París es un instrumento dentro de la Convención Marco sobre
Cambio Climático, que viene siendo objeto de negociaciones por más de veinte
años, con muy pocos resultados concretos. De hecho, desde que se firmó la
Convención, en 1992, hasta ahora, las emisiones del mundo han crecido en un
50%, dejando en evidencia la falta de compromiso en esta materia.
Como los últimos
encuentros fueron muy frustrantes, la principal preocupación de la presidencia
del actual encuentro negociador (conocido como COP21), representada en el
francés Laurient Fabius, era no repetir fracasos anteriores (en especial de
Copenhague de 2009, que fue incapaz de acordar un texto). En ese sentido
el papel de Francia fue exitoso, explicando la satisfacción de algunos líderes
gubernamentales. Pero el precio de la eficacia política fue, como era
esperable, un acuerdo de poca eficacia climática.
Bajo el Acuerdo de París,
el aspecto clave de la reducción de las emisiones de gases invernadero, será
fijado por cada país (las llamadas contribuciones nacionales). Aunque
deben ser informadas periódicamente, no serán obligatorias. Esto hace que
en realidad el texto aprobado sea muy débil en lo que hace a su potencial para
evitar el cambio climático, ya que descansa en medidas voluntarias.
Recordemos que el objetivo de la Convención es estabilizar los gases de
efecto invernadero en la atmósfera, y que según la comunidad científica, que
asesora a la propia convención, no debería aumentar más de 1,5 º C. Pero
el acuerdo parisino nos conduce a un aumento de la temperatura global superior
a los 3º C.
El acuerdo es lo
suficientemente vago como para establecer que el mundo deberá alcanzar el pico
de sus emisiones (el máximo antes de comenzar a descender) “tan pronto como sea
posible” y alcanzar un balance entre las emisiones y remociones (cero neto) en
la “segunda mitad de este siglo”. ¿Qué quiere decir “tan pronto como sea
posible”? No es posible responder a eso, porque las metas quedaron bajo
el manto de la vaguedad diplomática.
Sin embargo lo que dicen
los científicos respaldados por la propia Convención (el Panel Intergubernamental
de Cambio Climático), es que el pico de las emisiones debe alcanzarse antes de
2030 y las emisiones netas deben ser cero a más tardar en 2060. Entonces
el acuerdo es vinculante pero no del todo, ya que sus medidas más esenciales
siguen siendo voluntarias.
Por si fuera poco, frente
a algunos temas espinosos, el Acuerdo de París terminó repitiendo consensos
aprobados en anteriores cumbres. Por ejemplo, en la cuestión del
financiamiento, sin duda uno los puntos clave para lograr los objetivos
climáticos, sólo se pudo repetir el mismo compromiso que ya había alcanzado
cinco años atrás en la COP 16 de México, a saber: 100 mil millones de dólares
anuales a ser “movilizados” desde los países desarrollados hacia los países en
desarrollo. Otros temas de enorme relevancia están ausentes otra vez.
Por ejemplo, la problemática de los pueblos indígenas no es tratada
adecuadamente.
El problema es que desde
su creación la Convención no logra conciliar sus tres principales objetivos:
reducir emisiones, hacerlo con equidad y no detener el crecimiento económico.
Lo que muestra la historia de las negociaciones es que las tres cosas a
la vez no se pueden lograr. Puede haber crecimiento económico y
sostenibilidad ambiental, pero no será con equidad pues el planeta no alcanza
para que seamos todos ricos. Puede haber sostenibilidad ambiental y
equidad, pero para eso debe detenerse el crecimiento y repartir mejor la
riqueza actual. Y finalmente puede haber crecimiento económico y equidad
pero eso solo se logrará devastando el planeta.
Escuchando los aplausos
Cuando se observan las
reacciones de distintos actores se hacen muy evidentes los alcances y los
límites del Acuerdo de Paris. Por ejemplo, los países que son grandes
exportadores de petróleo, como Arabia Saudita, lo consideraron un gran paso, lo
que indica que no ven que ese texto les impida seguir vendiendo crudo. Y
si ellos venden petróleo, quiere decir que en alguien lo va a quemar en algún
sitio y las emisiones seguirán subiendo. Distintos portavoces de los
gobiernos de los países industrializados, incluyendo a EE.UU., lo celebraron y
consideran que abre oportunidades para nuevos negocios.
China, que es el más
grande emisor planetario, sigue con sus planes de aumentar todavía más sus
emisiones, por lo menos al 2030, y no se ha quejado que en París le impusieran
ninguna traba. Es más, como buena parte del acuerdo descansa en las
propuestas nacionales voluntarias, se terminarían aceptando planes que en
realidad aumentan las emisiones de gases invernadero (como sería el caso de
Bolivia según algunos cálculos).
Los CEOs de grandes
transnacionales “aplaudieron” el acuerdo parisino. Por ejemplo, el
presidente de Unilever, Paul Polman, afirmó que ese logro “liberaría billones
de dólares y la inmensa creatividad e innovación del sector privado” para
enfrentar el cambio climático. Ese era el tono de muchos voceros
empresariales, al entender que antes que un obstáculo para una civilización
petrolizada, el Acuerdo de París no cambiaría las reglas del juego y para
algunos se abrirían oportunidades de nuevos negocios.
También se entusiasmaron
mucho las instituciones financieras internacionales. El presidente del
Banco Mundial, que fue informado de los acuerdos en París mientras jugaba al
golf con el presidente Barack Obama, lanzó un tuiter diciendo que están listos
para inmediatamente aportar dineros para el cambio climático. Horas
después, el presidente del BID, dijo que su banco también está disponible.
Por lo tanto, si todos
celebran, gobiernos de cualquier signo político, grandes y pequeños
contaminadores, empresarios y otros grupos de poder, si todos ellos se
felicitan, ¿se puede creer que ese acuerdo en realidad esté poniendo un límite
a la adicción petrolera?
Voces preocupadas
El mundo de la academia
ya está comenzando a lanzar voces de alerta. James Hansen, uno de los
científicos pioneros en poner en evidencia el cambio climático, afirmó que las
negociaciones en París eran un “fraude”, y que se necesitan “acciones” para
cortar las emisiones de carbono al 2020, y no “solamente promesas”. El
fraude está, según Hansen, en sostener que se apunta a que la temperatura
planetaria no sobrepase los 2º, pero se haga poco o nada cada cinco años.
Otros científicos que
poco a poco están reaccionando ante el Acuerdo de París apuntan en el mismo
sentido: el texto es vago al no especificar acciones concretas para las
reducciones de gases emitidos, con indicadores y fechas precisas, y en menores
plazos de tiempo. Los gobiernos, en cambio, solo dicen que habrá una
balance neutral pero en la segunda mitad del siglo. Si eso ocurriera
hacia el final del siglo XXI, las consecuencias serían catastróficas.
Muchas de las reacciones
entusiastas son comprensibles. Eran esperables desde los gobiernos, ya
que no se podían permitir reconocer que otra vez fracasaron; es entendible que
las grandes corporaciones festejen ya que el acuerdo les deja muchas opciones,
a unas para seguir dentro de los negocios que contribuyen al cambio climático,
y a otras, para buscar nuevos mercados en reducir las emisiones. También
era esperable en grandes redes ambientalistas que creen en las soluciones
mercantiles o que trabajan codo a codo con las empresas.
Pero sorprende un poco
que otras redes ambientales estén complacidas con los resultados de Paris.
Por un momento suponemos que se han apresurado en los análisis, o no han
detectado que una buena parte de esos acuerdos ya se habían aceptado en
anteriores COPs. Por otro lado parecería que el miedo ante la inminente
catástrofe planetaria hace que se aferren a la esperanza de que, por fin, se
iniciaran medidas concretas. O para ellos ya no es soportable caer en el
pesimismo de reconocer que el acuerdo es insuficiente, y por lo tanto prefieren
hablar de un “vaso medio lleno”.
Diga lo que se diga,
observando la situación desde los movimientos sociales, especialmente aquellos
que serán más afectados por el cambio climático, y considerando lo que sabemos
sobre la ecología planetaria, tenemos que ser realistas: el Acuerdo de Paris es
totalmente insuficiente para atacar la problemática del cambio climático.
Insistir en que es convenio adecuado, o que abre las puertas a abandonar
el petróleo, es totalmente prematuro. La sociedad civil no puede quedar
adormecida, y debe redoblar sus esfuerzos por ir más allá de este tipo de
acuerdos para alcanzar medidas efectivas, reales, concretas, frente al cambio
climático. Muchas de ellas serán costosas y dolorosas, pero la tarea es
urgente.
- Gerardo
Honty y Eduardo Gudynas. Investigadores de CLAES
(Centro Latino Americano de Ecología Social). Contacto: Twitter
@HontyG y @EGudynas.
Para ver un
análisis más completo:
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