La energía emancipatoria siempre nace en los márgenes y entre los
jóvenes. Sin ese fuego juvenil, de clase y de género, no existen posibilidades
para encarar un proceso de cambios.
Raúl Zibechi / LA JORNADA
Los estudiantes
secundarios de Sao Paulo derrotaron al gobierno estatal encabezado por el
neoliberal Geraldo Alckmin, que debió retirar su plan de reorganización del
sistema educativo ante el masivo rechazo y la fuerte movilización juvenil. En
estos tiempos de avances de las derechas, el triunfo estudiantil debería ser
motivo de festejos porque alumbra el futuro que deseamos, de resistencias
capaces de desarticular los planes conservadores.
En septiembre el gobierno
paulista anunció la reorganización de la enseñanza pública con centros
separados con base en tres ciclos, lo que llevaría a la reagrupación de los
estudiantes, el cierre de 93 centros y la transferencia de 311 mil alumnos. De
inmediato profesores y alumnos coincidieron en que habría superpoblación
escolar y atribuían la medida a la intención de bajar los costos del sistema
educativo.
En octubre se realizaron
manifestaciones de sindicatos de la educación y de estudiantes, que impulsaron
al ministerio a acelerar las reformas anunciando los centros que serían
cerrados. Todos están en la periferia, habitada por los sectores populares, que
ya sufren una educación de baja calidad.
El 9 de noviembre fue
ocupada la primera escuela estatal, en Diadema, núcleo de una región de larga
tradición de lucha sindical en el ABC paulista. La ocupación tuvo el apoyo de
padres y profesores. Una semana después había ya 19 centros ocupados, mientras
la justicia denegó el pedido de desalojo por considerar que los estudiantes no
querían apropiarse de los centros sino abrir un debate. El día 23 ya había más
de 100 centros ocupados; las universidades y sindicatos comenzaron a
posicionarse en contra de la reorganización escolar. Los primeros días de
diciembre había 196 centros ocupados.
En cierto momento los
estudiantes decidieron salir a las calles, cortar las avenidas y difundir la
protesta. Según las encuestas, 61 por ciento de los paulistas rechazan la
medida del gobierno y 55 por ciento apoyan a los estudiantes, mientras la
popularidad del gobernador cayó a sus niveles más bajos de aprobación. El 4 de
diciembre Alckmin decidió aplazar un año la reorganización escolar.
Es interesante echar una
mirada a lo que sucedía dentro de los centros ocupados. Los estudiantes crearon
comisiones de trabajo para sostener la ocupación: comida, seguridad, prensa,
información, limpieza, relaciones externas, entre las más comunes. Además de
las jornadas de trabajo realizan asambleas, convocan debates con profesores,
padres y colectivos solidarios sobre los más variados temas. Editaron un manual
( Cómo ocupar un colegio), inspirado en las recientes luchas de los
estudiantes chilenos y argentinos.
Son miles de jóvenes
desde los 14 y 15 años que están haciendo una experiencia formidable,
enfrentando el autoritarismo del gobierno socialdemócrata-neoliberal,
desafiando la represión policial y las manipulaciones mediáticas. Una nueva
generación de jóvenes militantes está haciendo su experiencia. Un movimiento
que nace, se masifica y triunfa en medio de la mayor ofensiva de la derecha
brasileña en muchos años, y que muestra que hay energía social suficiente, por
fuera de las instituciones, los partidos y los sindicatos, para cambiar el
estado de cosas en Brasil.
Las jornadas de junio de
2013 son el antecedente y referente inmediato del actual movimiento. Junio fue
un parteaguas. Desde aquel momento los movimientos se reactivaron, nacieron
nuevas organizaciones y colectivos de base en todos los espacios de la
sociedad, y la calle se convirtió en el nuevo escenario de debates y protestas.
Los militantes del Movimiento Pase Libre, ahora dividido, siguen trabajando en
las periferias, donde nacieron nuevos grupos contra el aumento al transporte,
contra la violencia del Estado, colectivos feministas y culturales, que
confluyen ahora contra la reorganización escolar.
Pero a diferencia de lo
sucedido en junio de 2013, donde la pauta dominante fueron grandes manifestaciones
que insumían pocas horas de su tiempo a los participantes, las ocupaciones
“exigen de los ocupantes que se asuman como protagonistas políticos de los
acontecimientos las 24 horas del día”, según el análisis del teatrero y
militante Rafael Presto en Passapalavra (http://goo.gl/HP3glz).
Por eso las ocupaciones
son “un proceso formativo intenso, una generación de militantes formados en el
calor de las luchas”. Si a ello se suma que los centros ocupados se
convirtieron en espacios donde convergen diversas luchas, movimientos sociales,
artistas, educadores militantes, grupos territoriales y de mujeres, podemos
valorar la importancia de lo sucedido en noviembre.
A mi modo de ver, hay
tres aspectos a destacar.
El primero es que la
energía social y política del abajo ha sido capaz de vencer a una derecha
envalentonada, pero que debe retroceder ante la potencia de la calle. Esto
debería ser motivo de reflexión para quienes apostaron todo a las instituciones
y no pueden comprender que el eje de los cambios está en otro lugar y con otros
modos.
La segunda es que la
energía emancipatoria siempre nace en los márgenes y entre los jóvenes. Sin ese
fuego juvenil, de clase y de género, no existen posibilidades para encarar un
proceso de cambios. La última ocasión en que Brasil registró un potente proceso
de los abajos fue en la década de 1970, cuando la experiencia de millones de
personas en las 80 mil comunidades eclesiales de base (compromiso ético), los
jóvenes obreros industriales y los campesinos desplazados por la revolución
verde, dieron vida a las grandes organizaciones: la CUT, el MST y el PT.
Por último, como señala
Presto, siempre llegan los que destacan las carencias del movimiento. “Les
falta un proyecto político”, dicen, cuando en realidad quieren decir que “falta
una dirección que ponga orden”, de la que desean formar parte. Pero los jóvenes
ya están organizados, ya son militantes, sólo que no aspiran a formar parte de
instituciones que rechazan porque las conocen de cerca. La piedra se horada
desde abajo.
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