Cuando
hablamos de la decencia presidenciable en el Perú nos referimos a la histórica
necesidad de reconocer políticamente al género femenino como opción válida para
asumir el mandato presidencial desde el rostro de la decencia como valor
agregado al quehacer político.
José
Tolede Alcalde / Especial para Con Nuestra América
Desde Estados Unidos
Verónika Mendoza |
Después
del bochornoso espectáculo electoral en foro económico CADE-2015; el
trasnochado y grosero mercadeo estadístico y la mercantilización vergonzosa por
los primeros puestos publicitarios, el cierre de la inscripción de partidos y
alianzas políticas en el Perú llegó a su fin este pasado 12 de diciembre de
2015.
Es
triste ver cómo el mismo formato clientelista se repite y cada segundo se
desinforma a la población. Las encuestas son falsas representaciones de la
realidad. Mintieron en el pasado, mienten en el presente y lo seguirán
haciendo. Ollanta Humala fue el último en las encuestas y al final fue quien
superó a todos gracias al apoyo de la coalición de partidos, organizaciones y
movimientos progresistas en contra de la representante del legado fujimorista.
Si la experiencia no nos engaña y la sabiduría popular reivindica su derecho a
la protesta democrática - a través del
proceso electoral – en contra de la cultura de la violencia, el patriarcalismo
político y la institucionalización de la corrupción, Verónika Mendoza se perfila
como la primera Jefa de Estado en la historia del Perú.
El
problema de género en materia de carrera política es un tema aún no
desarrollado. No nos referimos solo a la exclusión de la mujer sino a toda
aquella expresión de género que va más allá de la expresión tradicionalmente
asociada con la masculinidad. La imagen masculina y está asociada con
estereotipos de autoridad arraigados en el inconsciente colectivo de la
población han hecho de la hegemonía masculina - en materia política - un dogma irrefutable cuasi religioso. Sería
impensable, ni en las más exóticas y osadas aventuras oníricas, imaginar
sentada en la silla episcopal a una mujer vistiendo el carmín arzobispal. El
entronamiento masculino en posiciones de autoridad como en el cuestionable
Estado - no-laico en el Perú - lleva un sutil trasfondo religioso.
La
tradición históricamente tardía del principio de autoridad asumió el liderazgo
masculino como referente normativo desplazando al originario matriarcado. No
obstante la historia excluyente de la mujer y la institucionalización de la
cultura androcéntrica, las victorias del movimiento de mujeres en el Perú son
honrosamente reconocidas en todos los ámbitos; cultura, deporte, ciencia, y
demás áreas de realización social. Sintomáticamente, son en dos esferas
neurálgicas de control social como el político y religioso en las cuales se
cerca el ingreso de la mujer a posiciones de alta jerarquía.
Es
cierto que tenemos mujeres ministras, en este gobierno se batieron records de
presencia femenina; es cierto que en algunas iglesias protestantes - como en la
Metodista - existen mujeres en el obispado y en el Palacio Municipal de Plaza
Mayor fue la ex alcaldesa Susana Villarán la primera mujer en ocupar dicho
puesto. Pero lo que no es menos cierto es que en la cultura patriarcal en el Perú
el hecho que una mujer se perfile como la primera mandataria no será solo un
asunto cuestionable por falta de edad u orientación política; hay retrogradas
opiniones que sostienen que la dirección del rumbo de la nación es
exclusivamente un asunto de “pantalones”.
La
histórica presencia política de la mujer no es un hecho de las últimas décadas.
Sería largo enumerar la combativa presencia femenina en la historia del Perú.
Lamentablemente no es el objetivo de esta reflexión. Solo mencionar que mujeres
como las hermanas Toledo, Micaela Bastidas, María Trinidad Enriquez, Melchora
Balandra, Catalina Fernández de Giraldino, María Parado de Bellido, Teresa
González de Fanning, Clorinda Mattos de Turner, Elvira García y García,
Francisca Zubiaga de Gamarra, Flora Tristán, Magda Portal, María Jesús
Alvarado, etc, etc., marcaron nuestra historia de aportes lamentablemente
invisibilizados por mediocres programas educativos.
Por
otro lado, se encuentran aquellos rostros anónimos de mujeres las cuales
resistieron heroicamente cambios trascendentales de nuestra historia de los
últimos 60 años. Colectivos de mujeres como las integrantes de los clubes de
madres inmigrantes de los años ’40-50, así como los Comités de ama de casa
mineras; los Comedores Populares y los Comités de Vaso de leche los cuales en
un periodo de 6 años (1984-1991) se incrementaron – como resultado de las
inhumanas políticas de shock económico – de 220 a 9.739. La historia seria aún
más larga si mencionamos las organizaciones campesinas; trabajadoras del hogar;
agrupaciones feministas o colectivos estudiantiles, etc. En medio de este
honroso contexto histórico, llegó la hora que aquella síntesis de luchas y
resistencias patrióticas se consolide en la dirección política de los destinos
del Perú.
Cuando
hablamos de la decencia presidenciable en
el Perú nos referimos a la histórica necesidad de reconocer políticamente
al género femenino como opción válida para asumir el mandato presidencial desde
el rostro de la decencia como valor agregado al quehacer político. Mujeres
mandatarias han y siguen haciendo historia a nivel global: Cristina Elisabet
Fernández de Kirchner (Argentina); Verónica Michelle Bachelet Jeria (Chile);
Dilma Vana Rousseff (Brasil); Margaret Hilda Thatcher (Inglaterra); Laura
Chinchilla Miranda (Costa Rica); María Estela Martínez de Perón (Argentina);
Gloria Macapagal-Arroyo (Filipinas); Michèle Pierre-Louis (Haiti); Mireya Elisa
Moscoso Rodríguez (Panamá); Lidia Gueiler Tejada (Bolivia); Angela Merkel
(Alemania); Tarja Halonen (Finlandia);
Atifete Jahjaga (Kosovo), Dalia Grybauskaite (Lituania) y otras
personalidades. Todo esto es muestra de
la imperiosa necesidad de darle rostro de mujer decente, no solo al quehacer
político, sino a la estructura ética y moral de una nación que clama por cambio
de rumbo.
Gobierno con rostro de
mujer. El entronamiento absurdo del patriarcalismo se encuentra en clara caída.
El fracaso sostenido de los diferentes periodos de gobierno ha girado en torno
a planes sistematizados desde la lógica abusiva del poder patriarcal sino ¿Por
qué el programa de esterilizaciones del gobierno de Alberto Fujimori fue
aplicado exclusivamente a mujeres pobres, indefensas y de las poblaciones
andinas? Nunca se mencionó de plan de esterilización orientado a la población
masculina. Vale decir, históricamente, la perspectiva femenina en materia de
política de Estado y gobernabilidad ha sido institucionalmente excluida. No nos
engañemos en creer que los lineamientos políticos son neutrales a toda
perspectiva de género, no es así. Existe una lógica de gobierno
político-religioso androcéntrica y lamentablemente muchas mujeres - en
posiciones de poder - respaldan está distorsionada visión del ejercicio
político. Evidentemente, que en materia de principios y valores democráticos,
el respeto que demandan estos valores puede ser cumplido o violado por uno u
otro género; la integridad es una cuestión de conciencia y no de orientación
sexual.
Para muestra tenemos a
- la otra candidata al de Palacio de Gobierno - Keiko Fujimori quien cuenta en
su haber con una serie de observaciones judiciales que han puesto en tela de
juicio su status económico, su costosa formación académica así como sus redes
familiares de asociación delictiva. En palabras de la comunicadora social
Claudia Cisneros:
“Si
Keiko Fujimori llegara a ser Presidente, de algo podemos estar seguros:
tendríamos la continuación del gobierno más corrupto de la historia del Perú y
uno de los más corruptos del mundo, en el puesto 7 de 10 según Transparencia
Internacional (http://www.lanacion.com.ar/586074-revelan-el-ranking-de-los-ex-lideres-mas-corruptos-del-mundo)...
La mujer que quiere ser Presidenta no solo no defendió a su madre cuando hizo
la denuncia de esta perversidad de sus tíos, y denunció el apañamiento de su
padre a estos robos; sino que en silencio y de manera cómplice, Keiko permitió
que su padre torturara, humillara y expectorara a su madre haciéndola ocupar a
Keiko su lugar, cosa que hizo con pérfido gusto”.
“¿Y
por qué estamos seguros de que el de Keiko sería una continuación de esa
obscena corrupción de su padre? Por algo muy sencillo: Keiko Fujimori jamás ha
hecho ni hará un mea culpa por la responsabilidad de su padre, Alberto
Fujimori, en el saqueo institucional del Perú. Porque Keiko Fujimori
jamás ha reconocido ni reconocerá los delitos de su padre. Jamás ha reconocido
ni reconocerá las condenas justas, que de manera limpia y elogiada hasta por
propios defensores del fujimorismo, le fueron dadas.”[1]
Es la hora de la
decencia. Es el tiempo justo de la fuerza ética y moral concentrada en nuestra
mujer peruana. Oportunidad de reorientar los destinos de una frágil nación
violentada históricamente -desde una perspectiva patriarcal- en todas sus bases
democráticas. Las dudosas encuestas tiemblan al darse cuenta de la realidad.
Será imposible que se detenga la fuerza humana arrasadora que apoya y apoyará
la candidatura de Verónika Mendoza por el Frente Amplio. Vero – como el pueblo
la conoce – ya demostró su alto nivel moral al renunciar al partido de gobierno
al darse cuenta de la traición a los principios por los cuales el pueblo los
había elegido y al percibir la intensificación sistemática de una cruel
política de violación de los DDHH y ambientales.
Contra Vero Méndoza
podrán competir en años, dinero mal habido, influyentes amistades y dudosas
alianzas, pero en integridad y decencia no tiene comparación. Hacemos eco de lo
sostenido Cisneros: “Algo comienza a cambiar con Verónika Mendoza en el horizonte
político. Su presencia adecenta la política y empieza a encender el ánimo y la
esperanza de muchos que nos resistíamos a la condena de optar por el repudio
menor… Algo está cambiando para bien en la política y ese cambio se llama
Verónika Mendoza”.[2]
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