En estos años de
derrotas electorales y de avance del campo progresistas y nacional-popular, la
derecha latinoamericana aprendió nuevas tácticas de lucha –incluidas las de la
guerra no convencional-, recicló otras de su viejo arsenal golpista, y tomó
prestadas consignas de la izquierda para maquillar su discurso y vestirse de
corderos ante el electorado. Lo que no cambió, ni podrán ocultar, es su
voracidad capitalista.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Miles de personas se han manifestado en las calles en defensa de la Ley de Medios Audiovisuales. |
Mauricio Macri está
decidido a convertir a Argentina, de nuevo, en el laboratorio de pruebas del
neoliberalismo y su lógica de acumulación por desposesión. Las medidas de corto
y mediano plazo anunciadas por el presidente recién asumió su mandato (30
“decretos de necesidad y urgencia” en solo unos días, la misma cantidad que
firmó su predecesora en ocho años), algunas de las cuales ya están en vigencia,
no pueden ser calificadas sino de incendiarias y, sin duda alguna, provocarán
más temprano que tarde una reconfiguración del imaginario social entre aquellos
sectores que votaron por el cambio
prometido por el candidato de la derecha y sus acólitos.
Dispuesto a borrar todo
vestigio kirchnerismo, y presto a resolver a favor de los grandes empresarios,
los especuladores financieros y los poderes económico-mediáticos todas las
tensiones y antagonismos fundantes del relato y la acción política populista
–sin prejuicios de nuestra parte sobre el concepto- que construyeron los
gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, Macri reveló muy pronto el cariz
real de su gestión y su intencionalidad política, más allá de los globos
amarillos de su campaña: por la vía del decreto presidencial, incurriendo en
una práctica solo registrada en tiempos de dictadura militar, designó dos jueces a su gusto en la Corte
Suprema de Justicia; y también por decreto, subordinó la autoridad regulatoria
y de aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, y promulgó
una vuelta a las leyes educativas de la era de Ménem con el riesgo de que se
reduzca sensiblemente el presupuesto de educación (del actual 6% del PIB al
3%).
Además, el presidente y
su equipo económico ratificaron su profesión de fe en el mercado y su mano invisible como agente de
distribución de riqueza y beneficios: anunciaron una megadevaluación de la
moneda –con el consecuente aumento de los precios-; la revisión de las
políticas tarifarias de servicios públicos (con aumentos a la vuelta de la
esquina); decretaron la liberalización del control cambiario de divisas;
flexibilizaron los requisitos de ingreso de capitales especulativos (regulados
desde 2005); y para congraciarse con el poderoso sector del llamado “campo
argentino”, eliminaron las retenciones o impuestos a las exportaciones de
trigo, maíz y carne, y una reducción para los productores de soja. Sin mayoría
en las dos cámaras parlamentarias, está claro que el mandatario mueve sus
piezas y lanza guiños a sectores clave de la economía globalizada y la vieja
oligarquía, para intentar ganar legitimidad en su proyecto.
Cumpliendo con los
rituales del sentido común dominante,
el Ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso Prat-Grey, exbanquero de JP Morgan
Chase, justificó así este paquete de
medidas neoliberales: “La lógica de este anuncio es que nosotros retiramos las
trabas para que ustedes los trabajadores, los microemprendedores, los
creativos, los docentes, hagan lo que tienen que hacer sin que haya un Estado
que les esté diciendo: ‘usted puede hacer esto, usted puede hacer lo otro’”. No
obstante, desde posiciones críticas, esta visión ha sido puesta en entredicho
por su forma y su fondo. En un análisis
del electroshock económico impulsado
por el nuevo gobierno argentino, el economista Alfredo Serrano Mancilla explica: “Macri promete que no
faltarán dólares en el país. ¿Cómo? ¿De dónde los van a sacar? Muy fácil. Pide
prestado dólares a la gran banca privada internacional (ya comprometidos por
los bancos JP Morgan, Deutsche Bank, Citibank, HSBC, Goldman Sachs). Esto
quiere decir que toda esta fiesta le costará a los argentinos más deuda
externa, es decir, deuda eterna. Así es cómo Cambiemos, la alianza macrista, ha
comenzado a cambiar Argentina: endeudándola, haciéndola dependiente de muy
pocos empresarios agroexportadores, y seguramente, empobreciendo a la mayoría
por culpa de una injusta devaluación”.
En estos años de derrotas electorales y de avance del campo progresistas y nacional-popular, la derecha latinoamericana aprendió nuevas tácticas de lucha –incluidas las de la guerra no convencional-, recicló otras de su viejo arsenal golpista, y tomó prestadas consignas de la izquierda para maquillar su discurso y vestirse de corderos ante el electorado. Lo que no cambió, ni podrán ocultar, es su voracidad capitalista. Lo quieren todo y van por todo. Pero los ciudadanos y organizaciones sociales ya empiezan ha tomarse las calles para protestar y defender las conquistas de los últimos 12 años. Jugando con fuego, los neoliberales argentinos bien podrían verse enfrentados muy pronto al incendio popular.
En estos años de derrotas electorales y de avance del campo progresistas y nacional-popular, la derecha latinoamericana aprendió nuevas tácticas de lucha –incluidas las de la guerra no convencional-, recicló otras de su viejo arsenal golpista, y tomó prestadas consignas de la izquierda para maquillar su discurso y vestirse de corderos ante el electorado. Lo que no cambió, ni podrán ocultar, es su voracidad capitalista. Lo quieren todo y van por todo. Pero los ciudadanos y organizaciones sociales ya empiezan ha tomarse las calles para protestar y defender las conquistas de los últimos 12 años. Jugando con fuego, los neoliberales argentinos bien podrían verse enfrentados muy pronto al incendio popular.
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